madrid
La iglesia católica colaboró activamente con la dictadura de Franco participando en sus métodos de represión. En Argentina, la cúpula de la iglesia respaldó el golpe de Videla y los católicos más conservadores ampararon y protegieron la dictadura. El Vaticano trabajó con EE.UU. secundando el golpe de Estado de Pinochet en Chile. La iglesia recibió con los brazos abiertos a Mussolini… La historia del colaboracionismo de la iglesia católica con regímenes totalitarios es negra, larguísima y vergonzosa, especialmente porque en ese recorrido de alta traición a los Derechos Humanos se ha aliado con gobiernos de distintos colores políticos, aunque idéntico método, el terror.
En la antigua Checoslovaquia, durante el régimen del Partido Comunista, el propio estado creó Pacem in Terris, una organización formada por clérigos colaboracionistas. Durante tres decenios, la mayoría de católicos del país apostó por hacerse invisible, seguir el juego de la dictadura y renunciar a sus ideales de bondad y solidaridad. El cineasta Ivan Ostrochovský muestra ahora desde el cine, con la película ‘Siervos’, ese capítulo hasta hoy tabú de la historia reciente.
Conflicto moral
Ambientada en 1980, rodada en 4:3 y en un severo blanco y negro –visualmente es un ejercicio cinematográfico sobresaliente- la película es un relato de perfecto suspense, en el que la vida de unos seminaristas sirve para revelar el conflicto moral de la humanidad en cualquier momento de la historia. "Decidimos situar la historia en un seminario teológico por varias razones. La más importante era que el conflicto moral entre los dos amigos protagonistas era mucho más intenso tratándose de teólogos puesto que el comportamiento ético para el Cristianismo es algo prioritario", explica el director en las notas de producción de la película.
Premio a la Mejor Dirección en la Seminci de Valladolid, ‘Siervos’ está protagonizada por Samuel Skyva y Samuel Polakovic, en los papeles de los jóvenes estudiantes Juraj y Michal, y el veterano Vlad Ivanov, un tipo despiadado que sirve de herramienta al terror del régimen. En el seminario, los tutores se pliegan a las exigencias del gobierno, mientras los alumnos deben decidir entre ese colaboracionismo o la defensa de sus auténticas convicciones.
Negociar con el miedo
Toda la historia nació de un episodio real, el que vivió el actor Vlado Zboroň, que en la década de los 80 estudió en una facultad de Teología, de la que fue expulsado. El servicio secreto le ofreció un trato, le facilitaría seguir estudiando si cooperaba con ellos traicionando a sus compañeros y tutores. Además, Ivan Ostrochovský acudió a otros dos capítulos reales, el de la huelga de hambre de los alumnos de un seminario en la llamada ‘era de la normalización de Comunismo’ y el de la tortura y asesinato del sacerdote Přemysl Coufar. Éste había sido ordenado en secreto por la facción de la iglesia que seguía trabajando al margen de los asuntos de Estado.
"Quiero que el público entienda lo fácil que es terminar en el lado equivocado de la historia", declaró el cineasta en una de las entrevistas concedidas en el Festival de Berlín, donde se estrenó la película. "La película habla de cómo no debemos ser amenazados, ser controlados por nuestros miedos. Que debemos negociar con nuestro miedo. No buscar razones racionales para abandonar nuestros valores".
Deslegitimar el horror
"Es importante que defendamos los valores por los que no tendremos que avergonzarnos frente a las generaciones futuras", sentenció en la Berlinale el director y guionista, que ve resonancias clarísimas de esta historia en la actualidad. "Vivimos en una época en la que nuestros políticos y los medios de comunicación también intimidan a la sociedad desde todos los ángulos posibles y la gente vive con miedo al futuro".
Luchar contra ese miedo, arma potentísima para el control desde los gobiernos; resistirse a todas las trampas que nos coloca el sistema para que nos aferremos a posturas lejanas a nuestros valores éticos, enfrentarse a la realidad, mantener la honestidad y coherencia… en definitiva, no legitimar el horror, el totalitarismo, los abusos, la desigualdad y la injusticia es lo que pretende la nueva película de Ostrochovský. "Considerábamos que esta historia era relevante en la sociedad de hoy en día en la que la gente está siendo atemorizada y contagiada de incertidumbre a través de los medios de comunicación, los partidos políticos, los sacerdotes y los intelectuales a partes iguales".
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