Este artículo se publicó hace 3 años.
Cierra la librería Pérgamo, el último reducto rojo del barrio de Salamanca
Lourdes Serrano se despide de sus clientes después de toda una vida entregada a la lectura en un negocio fundado en los años cuarenta por su padre, un catedrático republicano represaliado por el franquismo.
Madrid--Actualizado a
Donde usted ve una pequeña escalera, Lourdes ve una silla de lectura. Así aprendió ella a leer, en la caverna de la librería Pérgamo, fundada por su padre a mediados de los años cuarenta tras ser represaliado por el franquismo. Catedrático de Lengua y Literatura en la Universidad de Alcalá, Raúl Serrano no pudo tomar posesión de su plaza en la Universidad de Madrid porque le cayó encima una guerra y lo depuraron por rojo. Como tampoco era viable ejercer como abogado, le pidió un préstamo a un amigo y empezó a despachar libros.
"Al principio, mis padres conocieron el hambre porque vivían de pasar a máquina tesis doctorales a diez céntimos de peseta el folio", rememora Ana, la otra hija de Raúl, mientras su hermana firma libros, reparte abrazos e indica la rebaja que le corresponde a cada volumen. A Pérgamo, ubicada en la madrileña calle del General Oráa, acuden estos días propios y extraños como si de un velatorio se tratase, aunque en vez de traer flores se llevan libros.
Cierra la librería del barrio, ubicada en la frontera norte del distrito de Salamanca, y sus clientes lo sienten como la muerte del último ejemplar de un animal en extinción. "Una pena, porque algo se pierde y es irreversible", se lamenta Ambrosio, quien se ha acercado a propósito desde Conde de Casal para comprar Ya la sombra, de Felipe Benítez Reyes, Introducción al método de Leonardo da Vinci, de Paul Valery, y algunas rarezas como las que se exponen en el escaparate.
Aunque Lourdes Serrano presume de que es la más antigua de Madrid, tras el cierre de Nicolás Moya, no queda claro en qué año abrió. Ella sostiene que en 1947, pero Ana asegura que el local se alquiló en 1944 y fue inaugurado en 1945. Poco importa la fecha concreta, ni siquiera si ostenta el récord capitalino de longevidad, porque Pérgamo cuenta con una singular biografía ajena al calendario, trufada de anécdotas que su dueña, gran conversadora, va desgranando sin necesidad de preguntarle.
Para Lourdes todo comenzó en aquella escalerita, donde fue consciente por primera vez de que sabía leer tras reconocer el título de un libro. "No ha habido ningún niño de confianza que no se haya subido a ella", explica a sus ochenta años, buena parte de ellos aconsejando a sus clientes. Porque ella, antes que librera, quiso ser abogada, pero salió escamada del gremio. "Mi vocación era el Derecho, pero los dos años que pasé en un despacho fueron los más amargos de mi vida, porque descubrí hasta dónde puede llegar la basura".
Apasionada de la lectura, no le costó asumir las riendas del negocio, porque cree que a ningún gran lector le importaría dedicarse al oficio. "No fue una salida natural, pero casi, porque te permite establecer una relación de proximidad con el libro", explica Lourdes, quien heredó de su padre no solo la profesión, sino también el mismo lado de la historia. "Fue uno de los fundadores de la Juventud Republicana de Aragón y yo soy una votante socialista", confiesa esta librera roja de barrio azul.
"La gente siempre ha sabido que esto era… iba a decir un antro de perdición", comenta entre risas. "No obstante, puedes ser de izquierdas, de derechas o mediopensionista, pero lo importante es respetar al otro. En el barrio todo el mundo era consciente de cómo pensábamos y hemos tenido clientes de todos los colores, incluso carlistas que daban por sentado que pensaba como ellos. Oiga, que yo no…, tenía que responderles". Quizás la definición más acertada fue la de aquel editor que describió la librería como "la reserva roja del barrio de Salamanca".
Aunque con los años se fue escorando hacia el socialismo, de joven se alejó de los extremos. Es más, en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense descartó vincularse al PCE y se alineó con los postulados del democristiano Joaquín Ruiz-Giménez, fundador del partido Izquierda Democrática y de la revista Cuadernos para el Diálogo. "A los diecisiete años no tenía unos ideales clarísimos, pero sí sabía lo que no quería. Me integré en ese grupo porque eran mis amigos, pero luego se me quedó demasiado pacato".
¿Y cuál es el secreto de una buena librera? Sonríe con un "no lo sé" y luego pone sobre la mesa la norma que la ha guiado hasta ahora: "Ser honesta". Su hermana Ana, entonces, toma la palabra: "Hay muchas libreras honestas, pero no todas se hacen amigas de los clientes. Ella es muy próxima, enormemente sociable y le encanta charlar". Gloria aprovecha la ausencia de Lourdes cuando suena el teléfono y susurra: "Yo soy clienta de toda la vida y, además de ser un amor, tiene una gran formación literaria".
Pérgamo surte al barrio de libros de historia, de filosofía, de poesía y de facsímiles de obras singulares como el Anecdotario forense o Amantes célebres puestos en solfa. Aunque, en realidad, es una librería generalista, porque Lourdes entiende que debe servir al que viene y al que pasa. "Tengo que pensar en lo que quiere la gente, no solo en lo que quiero yo, que soy una adicta a Camus, a Dostoyevski y a otros novelistas rusos. Ahora bien, como soy una persona de izquierdas, procuro no tener determinados fascismos", asegura.
Aunque el barrio es conservador, nunca ha tenido ningún problema, aunque sí bastantes anécdotas: unos jóvenes opusinos le pidieron que retirase del escaparate Vida y milagros de monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, de Luis Carandell, "porque habla muy mal de Monseñor, y eso no lo podemos consentir", argumentaron; y unos señores le pidieron que no mostrase en la vitrina una postal de Rita Hayworth, quitándose el guante en Gilda, porque "esa foto es indecente para nuestra juventud y un atentado contra su pureza".
Incluso llegaron a recibir una denuncia por exhibir en el escaparate el Diccionario filosófico de Voltaire. "Estaba prohibido y nos amenazaron con multarnos. Fue horroroso, porque vino un inspector de policía que no sabía nada de nada y quería llevarse por indecente una biografía de Constantino, hasta que mi madre le dijo: No se lleva usted a Constantino, porque va a hacer el ridículo, pues fue el primer emperador romano que autorizó el culto cristiano. Todo así…", se lamenta.
La librería permanecerá abierta hasta el 5 de enero y estos días estira el horario de cierre ante el goteo constante de clientes. Vuelve a sonar el teléfono y Lourdes se pierde en el interior, donde luce el retrato que le hizo Ricardo Fuente Alcocer a Miguel Hernández en el patio de la cárcel de Alicante. El catedrático de dibujo era amigo del fundador de la librería y una de sus hermanas llegó a trabajar aquí, cuando había dos empleados y un chico de los recados.
Fue un regalo del hijo del artista republicano, rememora Lourdes, cuya erudición y memoria prodigiosa se retrotrae al árbol genealógico de Ricardo, cuyo padre fundó la Hemeroteca Municipal de Madrid y fue director del diario El País. Se refiere a Ricardo Fuente Asensio y, claro, al "diario republicano-progresista" que se editó entre 1887 y 1921, pero esa es otra historia, una más de las que dejarán de escucharse entre los añejos estantes de madera de Pérgamo.
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