Este artículo se publicó hace 2 años.
Un chute de pura vida
El cineasta Paul Thomas Anderson contagia alegría, energía y ganas de vivir con 'Licorice Pizza', una historia de amor adolescente con todo el alma del primer amor y la más pura esencia del gran cine.
Madrid-Actualizado a
El cineasta Paul Thomas Anderson y la escritora Rachel Kushner, en un encuentro casual, se estaban poniendo al día de lo que habían hecho durante la pandemia. "Oh, nada, rodé una película durante la pandemia, fue fácil, trabajé con amigos y con la familia". Lo que, según sus palabras, parecía casi una película casera era Licorice Pizza, una película milagro, pura alegría y energía, un festín de felicidad, de cine, de amor adolescente, de música y de carreras enloquecidas. Una de las mejores películas de los últimos años.
Licorice Pizza es esencia de cine, de amor por el cine, de amor adolescente en el cine. Es una gozosa fiesta de locuras, de aventuras absurdas, de intensidad juvenil de caducidad casi inmediata, de música y algunos porros, un chute de vida dichoso, luminoso y afortunadísimo en estos días de pandemia y de miedo a vivir. Una película genial con dos actores jóvenes debutantes maravillosos (Alana Haim y Cooper Hoffman) y un reparto sorprendente, con Sean Penn, el músico Tom Waits, Bradley Cooper y Benny Safdie.
El alma del amor adolescente
Como su celebrada Magnolia, Lirorice Pizza está ambientada en el Valle de San Fernando, en los años setenta. Allí, entonces, existía una tienda de discos, de la que Paul Thomas Anderson ha cogido el título para la película, donde los fines de semana se reunían los jóvenes. En el instituto del barrio Gary conoce a Alana Kane, una veinteañera ayudante del fotógrafo que va a hacer retratos a los alumnos del centro.
Plano secuencia, la voz de Nina Simone y Alana caminando con gesto arisco al lado de los chicos que hacen cola. La mirada sonriente de Gary. Y el comienzo de una historia de primer amor con todo el alma del amor adolescente. Un enamoramiento que pasa por la amistad, los entusiastas y un poco delirantes negocios de Gary ("un buscavidas muy majo"), los celos juveniles… y las carreras. Alana y Gary corren de aquí para allá. Corren para encontrarse, para separarse, para llegar a algún sitio, para escapar de algún sitio… y corren bajo un sol radiante saliendo de la comisaría en una carrera que quedará como una de las secuencias más contagiosa de la libertad juvenil en el cine.
Adoración por el cine
En Licorice Pizza está toda la sabiduría cinematográfica de Paul Thomas Anderson, su inmenso talento y su adoración por el cine. Planos secuencias, unos primeros planos increíbles y una extraordinaria sensibilidad arropan a estos dos personajes. Alana y Gary forrándose con la venta de camas de agua (recuerda a la espiral de drogas y persecución en Uno de los nuestros de Scorsese), Sean Penn dando vida a un actor maduro y alcoholizado, Jack Holden (evoca a William Holden), Bradley Cooper interpretando al imposible y chalado Jon Peters, productor, peluquero y novio de Barbra Streisand…
Y Tom Waits en una escena inolvidable (compartida con Sean Penn) que podría haber salido de alguno de los grandes clásicos. "Pensé que con un poco de suerte tal vez aceptase el papel. Y así fue, dijo que sí. Llegó al plató, y hace falta mucho carisma para que Sean Penn no sea el centro de atención, pero en el momento que entró, Tom Waits era el centro de atención", recordó el cineasta en un encuentro con Alana Haim y Rachel Kushner. "Lo bueno de Tom es que… Se levanta, empieza a dar vueltas por el restaurante y todo el mundo acaba mirándole. Así es Tom Waits, un showman nato, y eso hizo que repitiéramos la escena una y otra vez, a pesar de que no hacía falta, solo para verle a él".
El momento de la verdad
Todo ello en 70mm panorámicos, rodado al ritmo del humor que tienen los personajes y con una banda sonora que reúne a Nina Simone con The Doors, Chuck Berry, Taj Mahal y Paul McCartney, hasta David Bowie o el colaborador habitual del cineasta, Jonny Greenwood (Radiohead). Y es que hay mucha música en esta película.
La propia Alana Haim en realidad es música. El cineasta había colaborado con ella y sus hermanas Este y Danielle, que forman la banda Haim. "Los músicos son conocidos por ser buenos actores, basta con ver a Tom Waits. Saben moverse en sitios cerrados con un cierto ritmo. Alana sabe moverse y articular palabras como si fueran pensamientos suyos, no como si las hubiese leído en una página", afirma el cineasta que puso a la actriz al volante de un camión, conduciendo marcha atrás en una carretera con curvas en una secuencia que revela todos esos peligros que pasan inadvertidos en las locuras de juventud.
"Es el momento de la verdad para todos los que vivimos en esa época. Nos damos cuenta de todas las cosas que hicimos entonces y en las que habríamos podido matarnos, pero a las que entonces no dimos importancia. Hace falta distanciarse para verlas y pensar: No puedo creer que lo consiguiera", explica Thomas Anderson que ha dicho que tenía otra ‘salida’ si su apuesta por la joven debutante no hubiera funcionado: no hacer la película.
Las hermanas de Alana Haim y sus padres interpretan a la familia de la protagonista en esta ficción, en la que todos los jóvenes que aparecen son, como ella, debutantes, amigos de los hijos de Paul Thomas Anderson. Además, confió ciegamente también en Cooper Hoffman ("le conozco desde que nació"), hijo de su gran amigo, el desaparecido actor Philip Sheymour Hoffman. Así que sí, realmente esta es una película "con amigos y familia", con mucho corazón, inevitablemente contagiosa, donde como canta Nina Simone "el amor verdadero florece para que el mundo lo vea".
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