Este artículo se publicó hace 16 años.
Cenizas de liberación
La liberación sexual del 68 ha desembocado en una educación "preventivista" y en un pudor que ha coartado las relaciones afectivas entre padres e hijos
Olvida todo lo que has aprendido, empieza a soñar” fue una de las máximas del mayo francés. Miles de sesentaiochistas aplicaron esta frase a su comportamiento sexual mediante intercambios de pareja, orgías masivas y la exploración de las relaciones homosexuales.
“Una de las reivindicaciones más significativas de la contracultura del 68 luchaba contra la genitalización de la sexualidad”, apunta Manuel Lucas Matheu, sexólogo y presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología (SEIS). Es decir, luchaba por recuperar el cuerpo parala sexualidad.
Tendría que pasar una década para que España se impregnara de esta liberación. Pero, para entonces, el espíritu del 68 ya había perdido fuelle. “Una de las razones de su fracaso es que proponía cambios de conductas pero no de actitudes”. O dicho de otro modo, el sistema (legislativo, ejecutivo y judicial) permaneció ajeno al movimiento y “el capitalismo lo absorbió rápidamente”.
Para Lucas, las actitudes puritanas que contestaron al movimiento del 68 siguen arraigadas en la sociedad. Entre los ejemplos más evidentes está la educación sexual que se imparte a los estudiantes adolescentes. “Los contenidos son reduccionistas”, denuncia. Y agrega un adjetivo nada halagador: “Esta enseñanza es preventivista”. Ante este panorama, Lucas propone que se ahonde en “cómo disfrutar, el conocimiento de cómo vivirse como persona sexuada y explicar que el sexo va más allá del coito y los genitales”.
Otro rasgo que denota una postura ultraconservadora en lo referente al sexo concierne a las relaciones afectivas entre padres e hijos. “Actualmente los padres tienen miedo a estar desnudos delante de los hijos; algo que se hacía perfectamente en los años ochenta”, analiza el presidente de la SEIS.
Crece el índice de rupturas
Con todo, existen algunos cambios entre la década de los sesenta y la actualidad. “Todavía impera un modelo de familia monogámico pero con un índice de ruptura que ha aumentado un 360% en los últimos dos años”, advierte. Sin obviar la cada vez mayor visibilidad social de las familias monoparentales, las parejas homosexuales y las parejas de hecho.
La emancipación de la mujer, su incorporación al mundo laboral y a la esfera política denota para Lucas una liberación “necesaria para el futuro, porque al mundo hay que quitarle testosterona”, argumenta. Si bien, objeta que hay que corregir algo de esa liberación: “No debería imitar al modelo masculino”, apostilla.
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