Este artículo se publicó hace 6 años.
El silencio de otrosCarracedo: "La gente siente vergüenza de que no se haya hecho justicia con las víctimas del franquismo"
La película ‘El silencio de otros’, de Almudena Carracedo y Robert Bahar, denuncia ante el mundo entero la impunidad de los crímenes franquistas, señala a los cómplices que impiden que se haga justicia y rinde tributo a las víctimas y supervivientes de la dictadura
Madrid-
"El pasado nunca está muerto. No es ni siquiera pasado”. Parecería que la célebre sentencia que escribió William Faulkner en Réquiem para una mujer se hubiera pensado para la ultrajante situación que viven hoy las víctimas del franquismo y sus familiares. Asesinadas, enterradas en fosas comunes, torturadas, perseguidas, encarceladas y privadas de la dignidad y el derecho de la justicia. Para ellas, en su recuerdo, en su honor y apoyando su lucha, se ha hecho la película El silencio de otros, de Almudena Carracedo y Robert Bahar, una de las más firmes aspirantes al Mejor Documental Europeo en los European Films Awards.
Premio del Público y Premio del Cine por La Paz en el Festival de Berlín, entre muchos otros, la película acompaña a las víctimas y supervivientes de la cruel y larguísima dictadura franquista en la organización de la querella Argentina y en su esfuerzo por terminar definitivamente con el llamado pacto del olvido. Un camino al que obligó la propia justicia española y la desatinada Ley de Amnistía de 1977. El silencio de otros es, además, la denuncia ante el mundo entero de la vergonzosa e insoportable impunidad que viven en España los que cometieron crímenes de lesa humanidad y la acusación directa a los cómplices que les amparan aun hoy.
"Los jóvenes no quieren formar parte de ese falso consenso del olvido"
"Desde pequeños hemos vivido con el discurso, aprendido a repetir, del olvido, pero la gente está reaccionado contra ello y los jóvenes no quieren formar parte de ese falso consenso, sienten que les han robado la historia. Hemos hecho la película para que la gente pueda entender y sentir, sentirse en la piel de los personajes, porque ahí la conversación cambia, se produce una empatía”, explica la codirectora Almudena Carracedo, que confiesa que después de esta película no tiene “derecho a no tener esperanza. Todos queremos pasar página, pero para ello primero hay que leerla”.
"Yo tenía seis años cuando se llevaron a mi madre"
Rodada a lo largo de seis años, las imágenes recogen testimonios de muchos de los protagonistas de la querella argentina’ como el tristemente desaparecido abogado Carlos Slepoy, a quien Público rindió homenaje el pasado mes de octubre; José María Galante ‘el Chato’ y Felisa Echegoyen ‘Kutxi’, de la asociación de ex presos del franquismo La Comuna; la propia jueza María Servini, instructora de la querella; la abogada de Derechos Humanos Ana Messuti… Pero son las imágenes, los momentos, las palabras y los silencios de dos mujeres, octogenarias, María Martín y Ascensión Mendieta, las que más acercan la película al público. Máxima emoción con ellas.
Imposible contener las lágrimas ante la verdad de esta anciana de Pedro Bernardo que, con una voz ronca, casi solo un susurro, dice ante la cámara: “Yo tenía seis años cuando fueron a por mi madre. Gente del pueblo. La encontraron al día siguiente a orilla la carretera (…) La metieron en la escuela que era la cárcel para mujeres, la cortaron el pelo al cero, la pasearon por todo el pueblo. Íbamos detrás todos los muchachos del pueblo, pero no me dejaban arrimarme a ella. Aquella noche mataron a 27 hombres y 3 mujeres, la Lucia, la María y mi madre”.
"Lo injusta que es la vida. No la vida, los humanos somos muy injustos"
María acude, con las pocas fuerzas que le quedan y un precioso ramo de girasoles, a la cuneta en la que tiraron el cuerpo de su madre, Faustina López. “No los pudieron meter en el cementerio, el pueblo no los dejó. Este es el sitio de la fosa. A esos zarzales tiraron la ropa y la dejaron desnuda. Lo injusta que es la vida. No la vida, los humanos somos muy injustos”.
"Las víctimas, con razón, no olvidan"
La conocida historia de Ascensión Mendieta, que con 88 años, llorando y susurrando “Ay, padre querido”, recuperó por fin los restos de su padre Timoteo Mendieta, fusilado, es otro de los momentos clave de esta necesaria, obligada, ya ineludible película, en la que los directores recogen también el escalofriante testimonio de los que fueron torturados en la dictadura, algunos de ellos por el sanguinario Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño. “Es un personaje intocable”, reconoce Chato Galante, quien, por supuesto, ahora tampoco se rinde.
“Los delitos que son de lesa humanidad no hay amnistía que los pueda tapar o no querer investigar”, sentencia la jueza argentina María Servini, a la que el relator de la ONU Pablo de Greiff apoyó cuando, en su denuncia de la situación de las víctimas, afirmó: “Las víctimas, con razón, no olvidan”.
“Como sociedad –dice la directora- tenemos que pensar qué hacemos con cientos de miles de desaparecidos, con los bebés robados, con los que perpetraron estos crímenes y andan sueltos por las calles… con la impunidad que se ha perpetuado en España. La gente nos dice que siente vergüenza de que esto siga ocurriendo en España, de que no se haya hecho justicia con las víctimas del franquismo”.
"Los delitos de lesa humanidad no prescriben"
"Esta situación me dolía mucho por dentro”, confiesa Almudena Carracedo, quien asegura que ahora se siente “en paz y orgullosa de haber hecho algo. He hecho lo que tenía que hacer como creadora. He hecho mi parte. Y la película también es un llamamiento a los creadores a participar en esta conversación”.
La declaración del soberbio y criminal Billy el Niño, las reuniones de fascistas con el brazo en alto recordando con gloria al genocida Franco, las imágenes de Martín Villa, de Aznar, de Rajoy contestando a la pregunta de si no es insoportable que haya gente aún que no sepa dónde están enterrados sus familiares: “No tengo claro que sea cierto eso ni que el Gobierno pueda hacer algo para arreglarlo”, del Congreso aplaudiendo el funesto día de 1977 en que se aprobó la Ley de Amnistía, de Esperanza Aguirre manifestándose en contra de la retirada de los nombres franquistas de las calles y plaza de Madrid, Fraga votando… revelan al mundo entero la gran vergüenza española.
Una abominación que han solucionado muchos otros países en el mundo y que, sin embargo, todavía se mantiene obscena en España. “Si los jueces españoles escucharan lo que yo escuché…”, dice la jueza Servini, convencida, igual que todos los denunciantes de la querella argentina y que millones de españoles, de que, como dice Chato Galante, “los delitos de lesa humanidad nunca jamás prescriben”. Y las víctimas y supervivientes del franquismo verán cómo se hace justicia.
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