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Carmelo Gómez pone voz a Delibes contra las guerras y la España vaciada 

El actor leonés, junto a Miguel Hermoso, protagoniza 'Las guerras de nuestros antepasados' donde el duro mundo rural y la crueldad contra el diferente explican el éxodo de los pueblos y la tragedia de hoy en batallas sin sentido.

Los actores Carmelo Gómez y Miguel Hermoso dan vida a los protagonistas de 'Las guerras de nuestros antepasados'
Los actores Carmelo Gómez (izq) y Miguel Hermoso dan vida a los protagonistas de 'Las guerras de nuestros antepasados'. Imagen Teatro Bellas Artes

Risas, se oía hasta alguna carcajada, en el Teatro de Bellas Artes de Madrid con la puesta en escena de una de las obras cumbres de Miguel DelibesLa guerra de nuestros antepasados, cuando sólo se debía sentir pena y un respeto imponente. Probablemente esa reacción es lo que menos está a la altura en esta historia de la tragedia de la Castilla profunda de postguerra, donde se apalea al hombre sensible, se le predestina desde la cuna a luchar en la guerra que le toque (aunque no quiera) y se desprecia al diferente.

Lo tenía difícil Carmelo Gómez para superar con la misma historia a José Sacristán, quien llevó a los escenarios esta obra de forma magistral hace más de dos décadas. Sin embargo, logró, por lo menos, superar al maestro dando vida a Pacífico Pérez, condenado por homicidio, quien desvela al médico de la prisión cómo alguien noble llega a estar condenado a garrote vil por un delito que no cometió.

El joven pueblerino, inocente y de una casi enfermiza sensibilidad (hasta llegar a sangrar cuando se podan los árboles) trata a través de la pluma de Delibes concienciar de un país y de una sociedad, violenta y enfrentada, que no puede, generación tras generación, vivir sin una guerra que librar.

Cada hombre tiene su guerra

"Cada hombre tiene su guerra, lo mismo que tiene una mujer", así se explica Pacífico Pérez quien, ajeno a una sociedad en la que no ha sabido ni querido integrarse, morirá aplastado por quienes dictan las normas de esa España rural de posguerra.

Imposible hacer más ante los escenarios que Carmelo Gómez, siguiendo el interrogatorio del médico de la prisión (con una más que digna interpretación de Miguel Hermoso), para explicar hoy el porqué de la España vaciada como sólo supo hacerlo Miguel Delibes.

La novela, publicada en 1975, narra la historia de un hombre de los años 60 bueno, rural, ignorante y condenado a luchar en una guerra, la que llegue, porque es la tradición familiar. Desde el nombre del protagonista (Pacífico) hasta el final terrible de la obra, el autor vallisoletano defendió a lo largo de sus páginas la paz frente a la guerra. Su grito por el hombre sencillo de la España vaciada y por un mundo sin batallas convierte su legado en un grito necesario también hoy en día.

No es una obra para reírse, aunque algunas anécdotas resulten graciosas. Es un relato que anima a reflexionar sobre cómo se genera la violencia, la crueldad de un tiempo en España donde apenas quedaban opciones en los 60 que emigrar del pueblo a la ciudad o a otros países, no siempre de forma legal. Diario de un emigrante, también de Miguel Delibes, explica bien ese éxodo.

Los odios entre los pueblos vecinos, la sinrazón de las costumbres impuestos por los bisabuelos (el "bisa" como le llama Pacífico), el machismo más rancio que termina con la vida de la abuela y la madre del protagonista y las necesidades más básicas sin cubrir, explican la época en que se vaciaron los pueblos de España y crearon un olvido hacia lo rural que todavía hoy no hay gobierno que haya conseguido solucionar.

Carmelo Gómez interpreta a la perfección, sin exageraciones, al campesino castellano, hace uso de un lenguaje rural a punto de desaparecer y logra como si lo hubiera vivido hasta los gestos de un hombre de pueblo.

Pacífico era un tipo bueno, generoso y leal al que todas estas virtudes le llevan a las puertas del patíbulo. De no ser por la tuberculosis que lo mató antes de someterse al garrote vil al que había sido condenado, le esperaba un final tan cruel como el entorno en que le tocó vivir.

Silencio respetuoso ante la tragedia y aplausos con bises es lo mínimo que merecen los actores de Las guerras de nuestros antepasados en el Teatro Bellas Artes, de Madrid, donde continuará la obra hasta el  28 de julio. El resto de foros, especialmente los de la España vaciada, merecen también poder ver esta representación que nos recuerda las asignaturas pendientes de una sociedad que no debiera de olvidarse nunca de los mensajes de Miguel Delibes.

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