Las canciones de Lorca, ante todo músico antes que poeta
Cuatro lunas, el nuevo sello de Kalandraka cuyo nombre rinde homenaje al granadino, reedita el poemario 'Canciones'.
Madrid--Actualizado a
Ponerse a la altura de Lorca. Ni con cuñas. Ni con zancos. Algunos escogidos, en cambio, se atrevieron, desde el respeto, a musicar sus poemas, cuyas letras destilaban una musicalidad que emanaba del pueblo. Los Enemigos se atrevieron con el Solo del pastor bobo y el resultado, Balad, balad, balad caretas, es una canción desgarrada de alto octanaje roquero. Josele Santiago se hace con Lorca como antes con Serrat, ladrón que desvalija una Señora pletórica de rabia.
La dificultad de algunos Lorcas está en el texto, que necesita una adaptación para que funcione como canción. Ricardo Pachón calafateó La leyenda del tiempo para que Camarón la hiciese flotar como un velero. Enrique Morente le prestó su voz La aurora (de Nueva York), incluida en el estratosférico Omega, con ese Pequeño val vienés que en Leonard Cohen había amanecido como Take this waltz.
Al Ronco del Albaicín lo acompañaron los insustituibles Lagartija Nick, quienes supieron tensar las guitarras entonces y después, cuando Antonio Arias, visionario y poético, anunció el apocalipsis en El teatro bajo la arena, concepto lorquiano que su hermano Jesús, llorado músico y periodista, hizo letra en un homenaje al poeta, ante el que también se había rendido su amigo Joe Strummer, líder de The Clash y autor de Spanish Bombs, donde denuncia el asesinato de Lorca.
Décadas atrás, en su segundo poemario, Federico García Lorca había recorrido el camino a la inversa, del cancionero popular a las páginas del suplemento de la revista Litoral, en la que publicó por primera vez Canciones (1921-1924), donde desentierra la raíz andaluza y la planta en el huerto vanguardista del Madrid de la Residencia de Estudiantes. Ahí está el Lorca sonoro, quien en una entrevista dejaba claro que, "ante todo, soy músico". Lo dicho: "Mi infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón".
Canciones, ya sin la fecha en el título, ha sido el libro elegido por Kalandraka para estrenar su sello editorial Cuatro lunas, que también alberga en su catálogo Cardumen, de Rexina Vega, No queda nadie, de Brais Lamela, y Pisaremos las calles nuevamente, de Vivián Lavín, a los que se acaban de sumar El físico prodigioso, de Jorge de Sena, y El instante del hipocampo, de Mario Satz. Una de las razones por la que han escogido un libro no muy conocido del poeta granadino es precisamente esa.
"Por dos motivos fundamentales, el valor simbólico para nuestro sello y la necesidad de recuperar obras desconocidas de nuestros principales autores, nos vimos en la obligación de iniciar nuestra colección de poesía con Canciones", explica Guillermo Gracia, editor de Cuatro lunas, que presenta otras tres series dedicadas a la narrativa, a la no ficción y a los Nómadas, esos títulos que escapan a las etiquetas y a las categorías, como el de Brais Lamela, donde se sumerge en el recuerdo de un pueblo lucense anegado por un pantano.
Además de autoras actuales como Rexina Vega, quien obtuvo el Premio Xerais de Novela por Cardume, ahora traducido al castellano por Cuatro lunas, el sello "también nace con la voluntad de recuperar obras descatalogadas e intentar a partir de la edición contribuir a la recuperación de la memoria histórica de nuestro pasado presente", añade Gracia. Es el caso de Canciones, publicado en mayo de 1927 por Litoral y dos años después por Revista de Occidente, que incluye las correcciones que realizó el propio Lorca.
Escrito entre la Residencia de Estudiantes y su casa familiar de Asquerosa, cuyo repelente nombre quizás remita al agua de rosas. A pesar de su origen, el Ayuntamiento de la Vega granadina decidió rebautizarse en 1943 como Valderrubio, apócope del valle de tabaco rubio, cuyo gentilicio, valderrubiense, resultaba sin duda alguna menos repugnante que el de asqueroso. Más allá de la anécdota, ambos paisajes se traslucen en el poemario, donde evoca una infancia que ya solo es recuerdo.
También reflexiona sobre el inexorable paso del tiempo y contrapone los dos grandes temas universales, el amor y la muerte, aunque en los versos de Canciones el poeta sobre todo se busca a sí mismo, alimenta la duda y hasta cuestiona su propia identidad ("¡qué raro que me llame Federico!"). En una carta a su amigo Melchor Fernández Almagro, escrita un año antes, le confiesa: "Hallo calidades turbias donde debiera haber luz fija y encuentro en todo una dolorosa ausencia de mi propia y verdadera persona".
La cita figura en la nota de edición final, que incluye otros pasajes de su correspondencia con algunas amistades, "donde deja constancia de las turbulencias emocionales que sufrió durante este periodo con respecto a su obra, algo común en todo autor que quiere ofrecer la mejor de sus versiones y que lo humaniza aún más", subraya Guillermo Gracia, quien recuerda que pasaron seis años entre Libro de poemas, su primer poemario, y Canciones, "un período extremadamente largo en el que mostró muchísimas inseguridades sobre su obra y en el que sus familiares y amigos le ayudaron para que se decidiera a dar el paso".
Tras mostrarse titubeante en la carta dirigida a Fernández Almagro, toma aire y defiende en otra misiva el "esfuerzo lírico" sereno y agudo de Canciones, que le parece "de gran poesía (en el sentido de nobleza y calidad, no de valor)". Lorca no lo considera "un libro gitanístico" y reconoce que ha desechado "las canciones rítmicas, a pesar de su éxito, porque quiero que todo tenga un aire alto de montaña". Sin embargo, no puede sustraerse a la musicalidad del poema Murió al amanecer, cuyo verso da título al flamante sello que ahora reedita su poemario: "Noche de cuatro lunas / y un solo árbol, / con una sola sombra / y un solo pájaro".
Lorca se adentrará luego en el vanguardismo en Romancero gitano y en el surrealismo de Poeta en Nueva York, aferrando una linterna que todavía alumbra, con la que se había abierto paso en sus poemas iniciáticos. "Esa maestría de buscar efectos y controlar las emociones vivas y cambiantes había madurado en su mesa de trabajo gracias a Canciones, una colección imprescindible en su itinerario poético, capaz de reunir muchas fronteras en un solo viaje y en un solo árbol", escribe Luis García Montero en un magnífico prólogo.
Antes, había unido en sus Canciones "la sentimentalidad contenida y la fuerza de algunas imágenes vanguardistas para hacer ver lo no argumentado, para decir el no decir, para hacer hablar a los silencios, desnudando con un rayo de luz lo que estaba en peligro de pasar desapercibido, y para invitarnos a mirar con atención las tensiones y las dinámicas contradictorias del mundo", explica el autor de Un año y tres meses (Tusquets), dedicado a la escritora Almudena Grandes, cuya ausencia dejó a su pareja y a un país consternados.
He aquí estos 89 poemas de Lorca, cuya estructura remite al cancionero popular, por lo que no extraña que se considerase músico antes que poeta. Deliberadamente pueril en ocasiones, la naturaleza aparece personificada en unos versos escritos "entre la vanguardia que encontró en Madrid y la tradición rural de su infancia tan presente en toda su obra", explica Guillermo Gracia, quien señala que las dedicatorias evidencian el entorno intelectual en el que se movía.
"Canciones fue un libro de vital importancia en el desarrollo futuro del poeta", concluye el editor de Cuatro lunas. "La obra que permitió, gracias a la insistencia de sus seres queridos, desatascar el bloqueo editorial que mantenía el poeta durante largos años y abrirle las puertas a los éxitos posteriores". Los que figuran al comienzo de estas líneas, musicados por una realeza del cante que ha sentado sus posaderas en los escenarios durante las últimas décadas: de Antonio Arias a Josele Santiago, de Enrique Morente a Leonard Cohen.
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