madrid
Carretera y manta. Bajo ese lema hay miles de kilómetros en furgoneta. Un eterno circuito entre bolo y bolo que los músicos sortean como pueden a base de playlists, mofas internas y bares de carretera. La dura vida del rock and roll es menos dura si hay comensales de por medio, si las escalas se aderezan con suculentos platos y si, además, hay un buen recuerdo que convertir en canción. De todo eso (y mucho más) va Bares Indies Pensables (Ediciones Hidroavión), un libro en el que la periodista Elisa Muñoz nos traza una ruta gastronómica por España contada por sus protagonistas, que en este caso no son otros que los músicos.
“El comer bien es uno de los principales motivos que mantiene a las bandas juntas y hace que sea posible soportar el paso de los años y de las giras”, confiesa Jorge Martí, cantante de la banda valenciana La Habitación Roja y prologuista de esta suerte de TripAdvisor del indie ibérico. Una guía rutera para moverse sin complicaciones y a gusto de consumidor; ya sea por provincias o rastreando los recodos preferidos de la mejor cantera musical.
El periplo comienza con Nixon. La banda almeriense nos brinda un tenedor a modo de chincheta para situar en el mapa bares como La Macla, Casa Puga, La Catedral o La Charca. Todos ellos, apuntan los integrantes de la banda, dispensadores de un pescado de primer nivel. La ruta gourmet continúa con el granadino Bar Soria, referenciado por los ubicuos Niños Mutantes y en el que no es descartable toparse con los Lori Meyers. “Es un bar pequeño y cercano en el que se puede ir solo y charlar con el dueño de esto y de lo otro. Tapas, aperitivos y, si quieres comer, te prepara en un santiamén un plato exquisito”, relata Alejandro Méndez, el guitarrista y covocalista de los Lori.
Ricky Falkner se decanta por Bar Vinil, un clásico entre los clásicos de Barcelona. Este músico confiesa haber departido en este lugar mítico que no duda en calificar como “cuna de nuestra generación y enemigo acérrimo de nuestros hígados”. “La mesa une mucho a los músicos, normalmente ahí es donde se suele pasar del colegueo a la amistad”, añade.
Otro ilustre paladar curtido en carreteras es Xoel López, músico errante donde los haya. Cuenta López en Bares Indies Pensables que una de las cosas que más echaba de menos cuando vivía en Argentina era el pulpo, quizá por ello, cuando mora por su tierra —Xoel es coruñés— se desquita siempre que puede en Pulpeira O’Fiuza situada en el barrio de Monte Alto, “un sitio auténtico y de toda la vida”. Cita que adereza con una buena ruta previa de cañas con escalas obligadas en el O’Delito, así como en bares aledaños donde no falta la pertinente Estrella Galicia: “Además de ser la primera cerveza que me tomé en mi vida, es una cerveza especialmente rica”.
Y entre los ilustres comensales de este libro no podían faltar los Izal. Su ideólogo, Mikel Izal, nacido en Pamplona y criado en Vitoria, saca pecho de los pintxos que se gestionan por la capital alavesa: “Al lado de la plaza de la Virgen Blanca, que es una zona preciosa, está la calle Dato y allí hay muchísimos bares que tienen unas barras de pintxos impresionantes”. Ahora bien, Mikel introduce un matiz no menor sobre el pintxo de su tierra: “Es algo más elevado que una tapa, es una tapa 2.0”.
La Bien Querida —siempre tan ubicua— pone nombre a un restaurante de León, a una terraza de Madrid y a un vino de crianza del Bierzo, aunque en realidad no tenga nada que ver con ellos. Ana Fernández-Villaverde es de Vizkaya y como buena oriunda muchos fines de semana se nutre exclusivamente de pintxos y zuritos: “Hay mil sitios fantásticos pero hay dos sitios de Getxo a los que me gusta mucho ir: el Sagutxu y Galea, en Las Arenas. Tienen unos pintxos recién hechos buenísimos”. Entre sus momentos gastronómicos inolvidables Ana todavía se relame cuando piensa en aquel gratinado de bacalao con alioli al txacoli que le prepararon Mirentxu y Cristina, del bar Goikoa: “Estaba riquísimo y Mundaka es un pueblo pesquero precioso”.
Y en esta guía Michelín de nuestro indie no podían faltar León Benavente. Banda de indie-rock que se encarga de pinchar su particular tenedor-chincheta sobre Asturias. Comunidad de la que, curiosamente, solo uno de los integrantes es oriundo, pese a que al resto les une una vinculación de muchos años de carretera como músico de acompañamiento para Nacho Vegas. Es el guitarrista Luis Rodríguez, el único asturiano de la banda, quien todavía hoy recuerda una experiencia “casi religiosa” comiendo pescado en un restaurante del barrio del Carmen de Gijón: “Cuando terminábamos las giras con Nacho (Vegas) o cuando las empezábamos, hacíamos una comida motivacional en El Candil. Una vez me pedí con Abraham Boba un pixín (rape) a la plancha que era espectacular. Si vais por allí vais a alucinar pero muchísimo”.
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