Madrid
"Como mis problemas me hicieron esta vida insoportable, decidí cometer un asesinato". Durante siglos, hasta hace menos de cincuenta años, la iglesia católica ha aterrorizado a los creyentes con el castigo eterno, un sufrimiento infinito, si ponían fin a su vida. En el siglo XVII y XVIII, en Austria, miles de personas, la mayoría mujeres, asesinaron a otras, muchas veces niños, para ser ejecutadas y evitar así el suicidio.
Suicidios bendecidos por Dios, espeluznantes, que nunca antes se habían contado en el cine y que ahora los cineastas Severin Fiala y Veronika Franz, basándose en cientos de interrogatorios realizados a muchas de las condenadas, muestran desde la ficción en El baño del diablo. Sobrecogedora historia de terror que no es estrictamente cine de terror, pero que ha ganado en uno de los festivales más señalados del género, el de Sitges. Además, Martin Gschlach, el director de fotografía, conquistó un Oso de Plata en Berlín por su "contribución artística sobresaliente".
Depresión femenina
Protagonizada por Anja Plaschg, esta es también una historia de la depresión femenina –"esto es cosas de Satán"–, de la opresión a que han sido sometidas las mujeres históricamente y del poder desmedido e irresponsable de las religiones. "Todo lo que se ve en la pantalla está sacado de los archivos de los tribunales. Hay muy pocas fuentes de lo que ocurría en esta época, pero todas estas mujeres fueron juzgadas por tribunales en pueblos y hay archivos de ello. Y esos interrogatorios muestran su vida diaria, la tristeza..."
"El tema que tocamos realmente es la depresión, un problema elemental que la sociedad incluso hoy en día no sabe cómo enfrentar", dicen los cineastas en una entrevista telefónica. "Es muy difícil de entender. En aquella época se preguntaban por qué una mujer era incapaz de levantarse, de trabajar, por qué no podía ocuparse de su familia… Y hoy en día sigue ocurriendo bastante. La reacción más bella que hemos tenido ante nuestra película es la de las personas que han sufrido depresión y al salir del cine nos dan las gracias y nos dicen que esta película se convertía en una herramienta para mostrar a su entorno lo que habían sentido, algo que no podían explicar, porque no tenían forma de poner palabras sobre lo que sentía".
Los dogmatismos
El baño del diablo, cuento muy oscuro, ambientado en una naturaleza impresionante que también oprime a los personajes, nació de un episodio del podcast 'This American Life', basado en la investigación histórica de Kathy Stuart. "Todos los interrogatorios que leímos nos parecieron extremadamente modernos y eso fue sorprendente para nosotros", dicen Severin Fiala y Veronika Franz. "Nos parece muy arrogante por parte de la sociedad actual pensar que vivimos una vida tan diferente a la de estas mujeres, a la de aquella sociedad. La sociedad sigue ocasionando la misma presión, la infelicidad sigue, existe la desgracia también... Los seres humanos son seres humanos, estén donde estén y en la época que sea", agregan.
Hoy, los cineastas hablan con esta historia del siglo XVIII a los espectadores del siglo XXI, en el que se mantiene el papel de la religión, aunque haya perdido poder opresor ante los mecanismos del capitalismo. "Es una película acerca de los dogmatismos y de la presión que ejercen. Hoy más que la religión es el capitalismo, que exige que seamos perfectos en nuestra vida diaria, en nuestro trabajo… Hoy en día es simplemente el poder, el dogmatismo, sea el que sea, y la presión que ejerce que no permite que seamos libres".
Además, el personaje vive una situación de alejamiento de su hogar que también acerca la historia a nuestros días. "Agnes se ha casado a quince kilómetros de su pueblo natal. Eso hoy es nada, pero en su época era una distancia enorme y la realidad es que es como si fuera una inmigrante, una mujer en una familia extranjera, algo que ocurre hoy muchísimo. Es la persona a la que la sociedad mira con ojos diferentes", explica Veronika Franz.
Celebrar la vida
Todo ello, el trabajo agotador, la nostalgia de su casa y su familia, el sometimiento a los deseos del marido y las exigencias de su suegra, la soledad, la tristeza cada vez más invasiva… oscurecen la vida de Agnes, que también está envuelta en una atmósfera de violencia propia de esa época. "Era una violencia que hoy nos choca, pero era así. Queríamos que se palpara ese ambiente de violencia. Es el terror, la sensación de terror que existe en la vida de esta mujer. Es algo que sentimos al leer los documentos de los tribunales, en los que esas mujeres hacían confesiones extremadamente detalladas. No hemos puesto en la película todo porque la verdad es aún peor que lo que enseñamos, pero incluso la escena de la ejecución existió, está descrita en esos papeles".
Es un terror que, en realidad, anida en lo más profundo del ser humano. El baño del diablo comienza con una fiesta, la de la boda, y termina con otra fiesta, la que sigue a la ejecución. "Son las mismas personas, los mismos invitados, los mismos músicos. Está documentado que en la época las ejecuciones reunían a muchísima gente, la sangre de la ejecutada se vendía como medicina, tropas de payasos iban a los pueblos para amenizar el ambiente…", explican los cineastas. "Nos parece algo muy humano. Es como el terror, a veces cuando más tensión hay, cuanto más miedo tienes, más te ríes. Es una redacción totalmente humana, el horror llama a la risa. La reacción humana es celebrar la vida ante un acontecimiento horrible", concluyen.
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