MADRID
The Last Tycoon no es una de esas series que llegan habiendo hecho mucho ruido antes y rodeadas de un aura de expectación que las aúpa antes de su estreno en las listas de las más esperadas. Casi de puntillas y en pleno verano, Amazon estrena una ficción que originalmente iba a llevar el sello de HBO y que tiene detrás al nominado al Oscar Billy Ray (Capitán Phillips) como guionista y director. En el reparto, tres rostros conocidos, Matt Bomer, Kelsey Grammer y Lily Collins, como señuelo para llamar a la puerta de los espectadores. Ellos y la nostalgia a la que apela una historia ambientada en el Hollywood de los años treinta son sus dos grandes apuestas para abrirse un hueco en el poblado panorama seriéfilo.
Basada en la novela inconclusa de F. Scott Fiztgerald 'The Love of the Last Tycoon', la historia que cuenta es la del magnate de un gran estudio de Hollywood enfrentado con su jefe
Basada en la novela inconclusa de F. Scott Fiztgerald The Love of the Last Tycoon (1941), la historia que cuenta es la del magnate de un gran estudio de Hollywood enfrentado con su jefe, obsesionado con su esposa fallecida y que esquiva las dagas amorosas que le lanzan las mujeres de su entorno sin importar edad o relación laboral y/o de amistad. Ese es Monroe Stahr (Matt Bomer), personaje inspirado en el productor Irving Thalberg, que en el piloto de The Last Tycoon se muestra como el niño bonito de Hollywood. Un joven con un talento especial para la producción de películas que no escatima en gastos si considera que una película lo requiere, con una certera visión para determinar qué puede ser un éxito y qué un fracaso y con un magnetismo arrollador.
Todo el mundo le quiere cerca y compite por su atención. Sobre todo ellas. Viudo doliente, se deja querer por quienes le rodean mientras mantiene un tira y afloja continuo con Pat Brady (Kelsey Grammer). Él ve en su colega de trabajo a alguien con mucha visión, sí, pero que pierde la perspectiva económica cuando se trata del proyecto que le obsesiona: una película sobre la figura de Mina Davis, su mujer fallecida, y que no da su brazo a torcer pese a la necesidad de abrir el panorama a nuevos inversores. Ellas (su secretaria, la hija de su jefe, la mujer de su jefe, la camarera del bar del estudio…), un corazón roto que recomponer.
Ambientación, puesta en escena, vestuario y banda sonora suman en una serie que, de entrada, gira en torno a la química entre sus tres protagonistas
Y así, entre el juego de los productores de Hollywood y los enredos amorosos se mueve The Last Tycoon, que arranca con un piloto bien planteado en el que la puesta en escena es esencial. Por un lado, esa ambientación de ensueño de los años treinta con una escena de baile que bien podría haber salido de cualquier gran producción de la época. Por otro, las primeras pinceladas de unos personajes que entran de puntillas en la trama como si no quisiesen desvelar todas sus cartas de entrada. Así es, sobre todo, en el caso de un Matt Boomer que dibuja a un personaje algo turbio. Pese a su cara de niño bueno, sus gestos lo delatan. Es parte implicada en el juego de seducción que mantiene con Celia Brady (Lily Collins) y cuya careta se cae hacia el final del episodio. Algo que se va intuyendo desde el inicio. Su contención hace pensar que algo esconde.
Ambientación, puesta en escena, vestuario y banda sonora suman en una serie que, de entrada, gira en torno a la química entre sus tres protagonistas, pero que plantea también una dicotomía interesante propia de la época. Mientras en los estudios todo era ensoñación, decorados y lujo (aunque fuese de cartón piedra), fuera de ellos, al otro lado de las vallas, cientos de personas, familias enteras, acampan en busca de una oportunidad laboral que casi nunca llega. Un juego de contrastes que sirve a The Last Tycoon para ubicar su trama dentro de una época complicada.
La acción arranca en 1936 como bien se encarga de recordar una Celia Brady que recorre el estudio de su padre con una hucha para recaudar fondos para los españoles en guerra. Un marco histórico que todo apunta a que no tendrá mucho más protagonismo que el de contextualizar una serie de factura (casi) impecable en el que el drama del personaje, el triángulo amoroso que se apunta ya en el piloto y el enfrentamiento laboral parecen ser sus atractivos.
Una historia, la de The Love of the Last Tycoon, que F. Scott Fitzgerald no pudo acabar al verse sorprendido por la muerte y que Elia Kazan convirtió en su epílogo cinematográfico en 1976. Con Robert De Niro en el papel de Monroe Stahr, El último magnate fue la última película del director de La ley del silencio quien, con la ayuda del guionista Harold Pinter, le dio un final a la novela. Ahora le toca a Billy Ray darle el suyo propio. Por delante, una temporada de diez episodios que estará disponible a partir del viernes 28 de julio en Amazon Prime Video. Segunda serie relacionada con F. Scott Fitzgerald que lanza esta temporada Amazon tras el estreno de Z: The Beginning of Everything en enero.
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