Este artículo se publicó hace 6 años.
AFAL, la mirada que Franco no pudo esquivar
El Museo Reina Sofía muestra unas 240 fotos de este colectivo, provenientes de la adquisición y donación del matrimonio Autric-Tamayo. El archivo evidencia la mirada revolucionaria de toda una generación de fotógrafos en plena posguerra.
Madrid-
La hazaña roza el prodigio. Una revista de fotografía en la aislada Almería de los 50. La audacia de sus precursores se confunde con la locura. Cuando José María Artero, de 29 años, y Carlos Pérez Siquier, de 26, pusieron en marcha la revista Afal —tomaron su nombre de la Agrupación Fotográfica Almeriense— pocos intuían que aquel artefacto recién constituido iba a revolucionar la fotografía española de posguerra y, de paso, dar cabida a algunos de los más díscolos retratistas de la época. Una generación que desembarca ahora en el Reina Sofía y lo hace a través de una cuantiosa donación de 650 imágenes —valoradas entre 1,5 y 2 millones de euros— que cubre la práctica totalidad de su actividad.
Un rompecabezas hecho de instantes que nos aproxima a lo que fuimos hace cerca de seis décadas. Un puñado de Leicas metiendo las narices en esa otra España no oficial, ajena a academicismos apoltronados y bostezantes. Aire fresco a golpe de disparador para acercarnos el subdesarrollo, el éxodo rural, el ubicuo catolicismo o un turismo todavía en ciernes. “El grupo formó su ideario a base de reunir disidencias e ilusiones”, escribe Laura Terré, comisaria de la muestra. "Fue una eclosión de modernidad. Tenían cada uno un perfil individual, pero era un grupo de jóvenes que tenían la voluntad de modernizar el país con un lenguaje de su tiempo", subraya Borja-Villel, director del Reina Sofía.
Joan Colom, Xavier Cualladó, Francisco Gómez, Gonzalo Juanes, Ramón Masats, Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Francisco Ontañón, Carlos Pérez Siquier, Leopoldo Pomés, Alberto Shommer, Ricard Terré y Julio Oubiña son los trece fotógrafos que ahora enmarca el Reina. Un elenco dispar en el que nos topamos con enfoques que coquetean con el surrealismo, y otros que se decantan por la abstracción. La muestra, de hecho, se articula atenta a las tensiones estéticas y los planteamientos vitales de la época que iban del formalismo al documentalismo, del humanismo a la experimentación, del reportaje al ensayo.
Pérez Siquier: "Las revoluciones tienen que morir jóvenes y no hay que procurar alargarles la vida porque languidecen"
"Íbamos a comprar 80 pero terminamos adquiriendo más de 500. El museo no tenía fondos para adquirirlo y nosotros la hemos cedido con tres condiciones que pusimos al museo, que fuera una exposición con vocación viajera, que tuviese una sala permanente y que se hiciera un catálogo libro, y las tres se han cumplido", explicaba el donante Adolfo Autric.
Autric, acompañado por su esposa, ha querido justificar el esfuerzo de su donación al museo, "pese a la mala normativa" que existe para el mecenazgo, ha comentado. "Se trata de una norma mentirosa, discriminativa, farragosa e injusta. Ningún gobierno ha puesto una Ley que rozara nuestras expectativas. Es muy difícil —ha precisado— que una iniciativa como la nuestra prospere y se repita con esta legislación", ha subrayado.
Así nace Una aproximación a Afal, muestra que va más allá de la mera sucesión de instantes y nos brinda numeroso material documental, como la correspondencia que se escribieron entre los miembros del grupo o los números de la revista Afal publicados entre los años 1956 y 1963, año en el que bajaron la persiana.
“Las revoluciones tienen que morir jóvenes —decía Carlos Pérez Siquier, uno de sus fundadores— y no hay que procurar alargarles la vida porque languidecen”. Por suerte aquel finado prematuro prendió en muchos, hasta el punto de que aquellos años están considerados como la edad de oro de la fotografía española, una revolución que puso a España en el mapa de la fotografía mundial, recibiendo incluso la bendición de ilustres como Henri Cartier-Bresson.
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