Advertencia para donjuanes playeros: el cine aniquila a don Juan

Crápula, mujeriego, traicionero, mentiroso… lo único que se le puede reconocer al clásico don Juan -el de Tirso, el de Zorrilla, el de Molière…- es el elaborado estilo con el que seducía a las mujeres. Modos muy refinados que no se llevan nada este verano entre tanto deplorable donjuán playero, especie que, desgraciadamente, todavía sobrevive.

 En el cine, por el que han desfilado unos cuantos de estos especímenes, desde Douglas Fairbanks y Errol Flynn, hasta Buster Keaton, José Sazatornil o Fernandel, se propone ahora una revisión de esta figura en un nuevo Don Juan, de la mano del cineasta Serge Bozon.

Es una crítica feroz a la masculinidad tóxica, una reinterpretación del mito con la que se intenta mostrar "cierto desarraigo masculino", la soledad en que va quedando ese hombre que "ama a todas las mujeres, que las desea todas", y que en esta película solo ama a una. Él es Tahar Rahim, ella, Virginie Efira, y el comendador, el padre de la mujer engañada y finalmente, muerta, es el veterano Alain Chamfort. Y la historia la cuentan cantando.

Un musical para denunciar la agresividad masculina hacia las mujeres y sus consecuencias, en el que don Juan no se redime, aquí ningún espectro femenino le coge de la mano para llevarle al cielo. Los días de don Juan ya se fueron y el mito está acabado.

"Los donjuanes son dañinos y aunque no lo quiera decir así en la película, al final se dice", explica Bozon, que añade: "Creo que es un peligro de las películas contemporáneas el que están demasiado marcadas ideológicamente. Pero, sí, él es culpable. Es cierto que mira a las mujeres de una manera más que extraña, es una especie de deseo posesivo…"

"Este amante es irresistible"

Este inquietante don Juan de la película de Serge Bozon se parece, y no, al que interpretó Errol Flynn en El burlador de Castilla, una película de Vincent Sherman de 1948. Eran tiempos en los que todavía, desafortunadamente, se podía promocionar las producciones con señuelos tan sospechosos como éste: "No había peligros insuperables para este héroe temerario ni mujer inconquistable para este amante irresistible".

Reclamo, a pesar de todo, menos osado que el que emplearon en el lanzamiento del Don Juan que dirigió José Luis Sáenz de Heredia en 1959, sobre el texto de Zorrilla, y que se estrenó en el Festival de Venecia. "Las mujeres de su época le amaron, las mujeres de todos los tiempos le admiraron, y hoy se siguen entusiasmando con don Juan".

Son ganchos que recogió, con motivo de la exposición Visiones de Don Juan, el periodista y escritor Antonio García Rayo, que no se pudo resistir a otro más, inigualable: "Guapas y feas, altas y bajas, flacas y gordas. No resistieron al influjo del hombre que supo ser león y cordero, avispa y mariposa". Éste acompañaba a la película argentina Don Juan Tenorio (1949), de Luis César Amadori.

Pánico por las mujeres

Un tono radicalmente diferente han tenido otras producciones inspiradas en la figura de don Juan. Cursi hasta el empalago era la mirada de Jeremy Leven en Don Juan DeMarco, película que produjo Francis Ford Coppola y en la que lo grande estaba en la interpretación de Marlon Brando, un médico que trataba a un joven paciente, Johnny Depp, que se creía don Juan.

En La vida privada de Don Juan (Alexander Korda, 1934), Douglas Fairbanks daba vida a un don Juan que ha perdido todas sus habilidades de seducción. Un personaje claramente inspirado en el poema satírico de Lord Byron, del que también nació el Don Juan (Alan Crosland, 1926) que protagonizó John Barrymore, probablemente, la película con más besos de la historia del cine, ¡casi 200! Al actor le valió el apodo de Mr. Juan Barrymore.

Maravillosos Buster Keaton en Pobre Tenorio (1931), donde interpretaba a un tímido irrecuperable al que querían convertir en un don Juan, y Harold Lloyd en El Tenorio tímido (1942), en la que se convertía en Harold Meadows, un tipo con auténtico pánico por las mujeres.

En la comedia

Otro tipo de humor, un poquito más grueso, es el de algunos donjuanes españoles, como el que protagonizaron Lina Morgan y José Sazatornil en Una monja y un Don Juan, dirigida por Mariano Ozores en 1973, o el que dirigió Mercero en 1990, Don Juan, mi querido fantasma, en el que el Tenorio salía de su tumba el 1 de noviembre y se enfrentaba al actor que ensayaba la función.

Comedia también, pero que apuntaba a otros objetivos, fue la de John Berry de 1956, El amor de Don Juan, con el cómico francés Fernandel y Carmen Sevilla. Aquí, el primero era el criado de don Juan aprovechando todo lo que había aprendido como sirviente. Juan Antonio Bardem, entre otros, firmaba este guion.

Y, por último, siempre están las revisiones del mito que se han hecho en el cine… no todas afortunadas. Brigitte Bardot se creía la reencarnación de don Juan en Si Don Juan fuese mujer (1973), de Roger Vadim; Gonzalo Suárez se inspiró en el texto de Molière para rodar Don Juan en los infiernos en 1991.

El mismísimo Ingmar Bergman convocó a Satán en El ojo del diablo (1960) para que trajera a don Juan de vuelta a la tierra y sedujera a la casta hija de un pastor. El propio Satán preguntaba "¿Quién fue la persona que tuvo la estúpida idea de mandar a don Juan a la Tierra?" Él mismo, por supuesto. Rendido, la encarnación del mal, capitulaba: "Ya he tenido suficiente, me retiro".