'Abrázame fuerte', la película de Mathieu Amalric que retrata el delirio de la pérdida despreciando todos los tópicos
Madrid-Actualizado a
Nunca, probablemente ni en uno solo de los miles de pensamientos que tenemos cada día, podemos estar seguros de que estamos caminando sobre el sendero de la realidad. ¿La idea primera de la que partimos, el recuerdo, la tesis... es real o la hemos imaginado? Y en la vida, esa línea entre realidad y ficción se vuelve mucho más borrosa cuando atravesamos momentos complicados, dolorosos. El cineasta y actor Mathieu Amalric ha dibujado esa senda imprevisible, a menudo errática y en constante movimiento en su nueva película, Abrázame fuerte, un desafiante relato de la manera en que procesamos la pérdida, cualquier pérdida.
Estrenada en el Festival de Cannes, ganadora del Premio a la mejor película en Nuevas Olas del Festival de Sevilla y protagonizada por una portentosa Vicky Krieps, la película presenta a una mujer, Clarisse, casada y con una hija y un hijo, que una mañana se va de casa. Sube a un coche y arranca en un viaje sin rumbo. Su familia continúa con su vida, mientras ella imagina qué están haciendo, cómo van creciendo... Imágenes caprichosas en el tiempo, del pasado y del futuro que imagina, acompañan a esta mujer de la que hasta bien avanzada la película –con la noticias de un accidente– no sabemos demasiado. Amalric juega desde el cine con la propia imaginación del espectador, haciendo que recree a Clarisse huyendo hacia delante o buscando un camino de vuelta.
Abrázame fuerte es un precioso ejercicio de revelación del desgarro de la separación y la pérdida, una hermosa reflexión sobre el dolor y la reparación. Adaptación de una obra de teatro de Claudine Galea, en la que Mathieu Amalric se ha negado a mostrar a la mujer doliente, bañada en lágrimas, "la tragedia de una santa y una mártir, que es un goce muy masculino".
Esta mujer sufre por el dolor de una pérdida terrible, pero no aparece representada como habitualmente hace el cine. ¿Es premeditado, tiene que ver con ser consciente de la necesidad de referentes femeninos reales en el cine?
Sí. Cuando digo que estaba enamorado de su imaginación, quiero en realidad decir que no intentaba ni estaba gozando de la tragedia de una santa y una mártir, que es un goce muy masculino. Eso es Vicky Kriep, es la luz, es el humor. Antes de rodar yo escribí todo lo que ella atraviesa: recibe una llamada, le dice que su marido y sus hijos no han vuelto esa noche, entonces va al chalé de la montaña, encuentra huellas, le dicen que espere a la primavera... ¿qué hace después? Evidentemente están los medicamentos, tal vez el hospital psiquiátrico... todo lo que queramos, pero eso no lo rodé, ni las noches ni las lágrimas.
Todo es un proceso de duelo que se toma el tiempo necesario, hoy no tenemos tiempo de hacer un duelo así, ¿qué consecuencias sociales hay en ello?
Es verdad, la gente no tiene tiempo de hacer el duelo, hay que volver a ser inmediatamente útil y eficaz para la sociedad. Hubo grandes debates en Francia, al nivel de la Asamblea Nacional, sobre el tiempo de duelo, pero finalmente no fue alargado. Se vuelve inmediatamente... es terrible. Crea aún más mundos paralelos obligatorios, forzosamente. Hay una serie canadiense, cómica, Workin's Mom, son mujeres que acaban de tener un niño, todavía lo amamantan y tienen que volver al trabajo. Y eso tampoco es bueno. El delirio se asocia con la separación amorosa. En el texto de Claudine me parecía eso muy hermoso, que podemos creer que es primero una separación amorosa, que ya liga con el mismo rumbo trágico que es la muerte. En el duelo tenemos que pasar por una forma de delirio. Esta sociedad nos hace volver a rendir en pleno delirio.
Es imposible vivir sin que nos asalte la imaginación, pero hoy, que vivimos invadidos por la ficción, por la imaginación de los demás, ¿sigue funcionando nuestra imaginación de la misma manera?
Bueno, creo que eso no es como los espermatozoides masculinos, que la imaginación sigue funcionando. Pero es verdad que funciona a tal punto que hasta se ha convertido en un mercado. Me temo que también quieren usar nuestra capacidad para imaginar como un lugar en el que podrían poner publicidad y vendernos cosas. Es una invención absurda del metaverso, cuando imaginar es algo que hacemos naturalmente, biológicamente. Pero con el metaverso podrían a lo mejor vendernos algo y eso ¡es una locura! Yo estaba enamorado del gesto de imaginación del personaje de Clarisse, que es quien proyecta la película.
Cada uno vive con sus fantasmas, con las personas que no están. ¿Cuánto hay en la película de la convivencia de usted con los suyos?
Mucho, sí. En la película hay mucho de eso, aunque no se trataba de llevarlo al terreno autobiográfico. Cuando cogía el texto de Claudine hacía un trabajo de arqueólogo muy personal que pasaba por la búsqueda de objetos. Y a partir del momento en que estás con una materia que no es cinematográfica trabajando para que se convierta en imagen y sonido, pasas por zonas psicoanalíticas. Encuentras metáforas, porque el trabajo trata de encontrar gestos que puedas proponer a los actores, situaciones concretas. Para esta película, por ejemplo, fue necesario escribir muy precisamente, escribir cuánto dinero gana esa pareja, a qué horas trabajan, cuándo tuvieron a sus hijos, de qué país viene ella, por qué a él le gusta la montaña, si le gusta la montaña a ella, por qué ella no fue con ellos ese fin de semana a esquiar... Había que escribir de una forma hiperrealista para poder luego elevarse a un mundo paralelo de sensaciones.
Esta película avanza al ritmo de las sensaciones, olores, sonidos, colores... y lo hacen en la forma no del todo ordenada en que muy a menudo funciona nuestra cabeza...
Porque pensé que podía ser una fuente bastante apasionante, que podía ser algo que el cine podía explorar, esa sensación extremadamente realista que hay en cada día de nuestras vidas, en la que, sin embargo, nos tenemos que apañar con nuestros mundos paralelos y nuestros pensamientos anexos. Incluso en una entrevista, como ésta, uno está pensando en otra cosa. Y la ultra concentración también puede crear chispas de otros pensamiento paralelos. Eso es lo que me parecía apasionante de la obra de Claudine Galea, que sea finalmente una inversión. Clarisse llega a pensar: "Soy yo la que me he ido, así que vosotros os habéis quedado" y a partir de ahí...
¿Todo es un juego de lo que no se cuenta, pero se sabe, y de lo que se cuenta, pero no se sabe?
Sí. Me recuerda ese momento en que te pones en la oscuridad para ver qué habrá en la imagen y el sonido. Y me recuerda a la espeleología, las grutas y estalactitas que están allí. Ahora vuelvo de Eslovenia de visitar las grutas más grandes y allí me dijeron que a Freud le gustaba visitar esos lugares. Porque es eso, qué se muestra y qué no se muestra, y el cine es maravilloso para eso.
En este mundo de películas que todo lo explican ¿se va a entender una película que huye de aclaraciones y de una narración lineal?
Es muy paradójico, porque mientras el cine hace esto, al mismo tiempo se impone el mundo de las series, las series toman el relevo de nuevos deseos narrativos. La industria ha pensado que en las series se puede ganar dinero y las hacen como salchichas, todas iguales. Como en Mi tío, de Jacques Tati. Pues... mejor, porque así el cine es el que corresponde a la manera en que funciona hoy en día el cerebro de los jóvenes. Los jóvenes son capaces de mirar cinco cosas a la vez y van mucho más rápido. Las series ya no son tan rápidas ni tan sorprendentes, y los jóvenes, además, no necesitan que les expliquen tanto las cosas, hacen sus propias metáforas, conexiones, cortocircuitos... Perciben el cine sin problemas. La deconstrucción es algo con lo que nacieron.
La película es una historia de esperanza. A pesar de todo lo que pasa en el mundo, ¿usted sigue manteniendo la esperanza o tiene que esforzarse en ello?
Es jodido. Es difícil vivir con esperanza. Tengo hijos, eso da bastante esperanza. El amor. Cosas muy sencillas. Mi madre, que tiene 89 años. En este momento, encima del volcán en el que estamos, yo vivo con Robert Musil y El hombre sin atributos, y esa utopía es la utopía del 'intentar'. Él me ayuda mucho. Me ayuda a no ver el mundo con cinismo, sino con una especie de ironía de combate, como él decía.
Y en el mundo del cine y la cultura, ¿sigue teniendo esperanza?
Intento estar donde tengo ganas de estar, siempre lo he hecho más o menos, pero ahora con la edad es más fácil. Intento conocer a los distribuidores con los que trabajo, al equipo... El trabajo de actor lo he puesto en pausa, aunque actúo un poco en la nueva película de Nani Moretti y en otra de Olivier Nakache y Éric Toledano. Ahora hago mis películas y música, películas de las que hago la imagen y la música. Y trabajo en una comedia, porque es la comedia la que puede reunirnos hoy en día en la esperanza, es el género que más admiro, así que estoy muy metido ahora en Jerry Lewis.
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