Este artículo se publicó hace 17 años.
Trapicheando con dinosaurios
La casa de subastas británica Bonhams & Butterfields pone a la venta una colección de historia natural que incluye dientes de tiranosaurio por apenas 300 euros.
Tener un pequeño Parque Jurásico fósil en casa no resulta caro. Por apenas 300 euros, cualquiera puede comprar un diente de tiranosaurio. Y por otros 500, un cuerno de triceratops o una huella de dinosaurio.
La casa de subastas Bonhams & Butterfields, la tercera más importante del mundo (tras Sotheby's y Christie's), subastará el próximo domingo, en Los Ángeles, una colección de historia natural que incluye restos de dinosaurios, trilobites, huevos de ave fosilizados, dientes de mamut, una cabeza de tigre dientes de sable y el esqueleto de un oso de las cavernas.
La estrella de la puja es uno de los pocos esqueletos conservados de Mosasaurus bagei, un reptil marino de la época de los dinosaurios por el que la casa de remates espera sacar más de 300.000 euros. Como una obra de Tàpies.
Este tipo de subastas no es extraño en Estados Unidos, ni en Bonhams & Butterfields. Hace un año, esta empresa sacó a la venta un nido de dinosaurio fosilizado, descubierto en el sur de China en 1984. En aquella ocasión, muchos científicos chinos intentaron detener la subasta, ya que sospechaban que el fósil salió del país de contrabando, aprovechando la ausencia de una legislación protectora específica. La casa británica hizo oídos sordos y el nido se vendió por 320.000 euros.
El comercio con restos paleontológicos no es una exclusiva estadounidense. En España, la casa madrileña Durán organiza tres o cuatro subastas de historia natural al año. En pasadas ediciones, la familia Durán vendió un colmillo de mamut por 7.500 euros, una mesa de secuoya fosilizada por 32.000 euros y un nido de dinosaurio del Cretácico Superior, cuyo precio de salida fue 40.000 euros.
En opinión de David Durán, organizador de estas subastas, la historia natural tiene algunas ventajas frente al arte. "Estos restos llaman muchísimo la atención a los niños. Ven un Sorolla y no hacen ni caso, pero ven el fósil de una mandíbula de dinosaurio y les encanta. Hay coleccionistas que compran para complacer a sus hijos", asegura.
Según Durán, en España hay dos tipos de cliente: la persona entendida que valora el fósil por su valor científico y el profano que busca un elemento ornamental. Trilobites, meteoritos y dientes de dinosaurio acaban decorando la mesilla de noche o el recibidor.
En España, no obstante, no existe una afición especial por los dinosaurios, como se detecta en Estados Unidos o Alemania, donde las subastas son mucho más habituales e incluso las grandes instituciones, como el Museo de Nueva York, pujan cantidades astronómicas para hacerse con piezas bien conservadas.
"Aquí las instituciones de historia natural tienen presupuestos muy limitados y no disponen de patrocinios de fundaciones privadas, como en Estados Unidos", argumenta Durán para explicar la escasa presencia de organismos públicos en este tipo de subastas.
Su argumento contrasta de forma radical con la opinión del director del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), Alfonso Navas. "Nosotros no somos partidarios de participar en estas subastas por principios, porque, salvo excepciones, las piezas provienen del expolio del Tercer Mundo", afirma Navas.
Conocer el origen de unos restos paleontológicos no es tarea sencilla. Como explica la conservadora de las colecciones de paleontología, geología y prehistoria del mismo museo, Begoña Sánchez Chillón, aunque la Guardia Civil cazara a un grupo de personas transportando un nido de dinosaurio por el campo cerca de una excavación, siempre podrían alegar que es una herencia o que lo han traído de China.
Según la investigadora, España cuenta con una de las mejores legislaciones de protección del patrimonio histórico y natural del mundo. Aunque un español encuentre un diente de tiranosaurio en su jardín, es propiedad del Estado. Pero no se puede hacer nada con los restos foráneos. A su juicio, con la venta de restos paleontológicos la ciencia lo pierde todo, porque desaparece el contexto en el que se encontraron. "Vender un nido de dinosaurio es una aberración, lo pienso y me dan ganas de llorar", lamenta.
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