Un equipo internacional, con investigadores de la Universidad Johns Hopkins (EEUU) a la cabeza, ha elaborado un mapa genético para comprobar cuáles son los genes que mutan durante el proceso de formación de un cáncer. Para ello, han secuenciado más de 18.000 genes (5.000 de ellos, por primera vez) en 11 tumores de pecho y 11 colorrectales y los han comparado con secuencias de tejido sano.
Los autores del estudio, que se publica hoy en Science, catalogaron los cambios que conducen a la formación del cáncer y descubrieron que el paisaje genético de estos dos tipos de tumor está compuesto por unas pocas montañas (genes que mutan muy a menudo) y un gran número de colinas (los que lo hacen con poca frecuencia).
Históricamente, los investigadores del cáncer han centrado su atención en los genes que mutan con frecuencia porque podían detectarse con las tecnologías disponibles. Ahora, explican los autores del artículo, gracias a la capacidad para analizar prácticamente todos los genes que codifican proteínas en los tumores, se ha demostrado que la mayoría de las mutaciones que producen un cáncer no tiene lugar en estos genes montaña, y se ha destacado la heterogeneidad de la neoplasia (proliferación de células con comportamiento maligno) humana.
Este nuevo punto de vista es coherente, además, con la idea, ya apuntada en otras investigaciones, de que el tumor progresa gracias a múltiples mutaciones, cada una asociada a pequeñas mejoras reproductivas.
La complejidad genética de los procesos cancerígenos podría suponer una dificultad para comprenderlos y combatirlos, pero, por suerte, pese a la gran cantidad de genes que pueden contribuir a la formación de un cáncer, sus mutaciones sólo provocarán cambios perniciosos en unas 20 vías metabólicas.
Para explicarlo con palabras sencillas, aunque varios de estos genes díscolos colocasen chinchetas en los caminos a través de los que discurre la información necesaria para el buen funcionamiento de la célula, provocando así un tumor, no harían tanto daño como podrían, porque acumularían sus desmanes en carreteras ya dañadas en vez de cortar cada uno una de ellas.
Los investigadores consideran que los resultados de su trabajo se podrán extrapolar en el futuro a la mayoría de los tumores de tejidos sólidos y permitirán comprender mejor la naturaleza y la heterogeneidad de los tumores humanos.
Esto supondrá, además, un avance para impulsar la genómica personalizada para el diagnóstico y el tratamiento del cáncer, ya que la gran mayoría de las sutiles mutaciones presentes en los tumores de cada uno de los pacientes pueden identificarse con tecnologías que ya existen.
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