madrid
Los satélites no existirían sin el progreso tecnológico que los hace posibles, que a su vez se basa en el conocimiento científico, del que forman parte esencial la astronomía y la física. Algo tan obvio ha tenido que ser recordado por la Unión Internacional de Astronomía (IAU), cada vez más alarmada por los planes comerciales para situar decenas de miles de pequeños satélites en órbita de la Tierra para suministrar Internet directamente a cualquier punto del globo terráqueo. Sin embargo, los lanzamientos han seguido este mes de febrero.
La alerta inicial, expresada en junio de 2019, se ha confirmado con el resultado de las simulaciones encargadas por la IAU, que indican que las constelaciones de satélites previstas interferirán de forma muy importante con las observaciones astronómicas. No solo las afectarán sino que complicarán mucho los trabajos de programación de las observaciones y el proceso posterior de las imágenes obtenidas para "limpiarlas" en lo posible. Por otra parte, la IAU y la Unesco recuerdan que la observación pura del cielo nocturno desde lugares oscuros es un derecho irrenunciable de la humanidad. Los satélites brillan en el cielo nocturno cuando, por su trayectoria, reflejan el sol que ya se ha puesto, pero además de la contaminación lumínica preocupa la radioeléctrica, cuyos efectos no se conocen todavía.
En un comunicado, los astrónomos de todo el mundo se muestran preocupados por las consecuencias de estos lanzamientos masivos que empezaron el año pasado. "Tendrán un impacto negativo en el progreso de la astronomía desde la superficie terrestre en los rangos de radio, óptico e infrarrojo, y causarán el desvío de recursos humanos y financieros de la investigación básica al estudio y aplicación de medidas de mitigación", indican.
La IAU, que agrupa a astrónomos de 100 países, está hablando ya con las agencias espaciales y con las compañías privadas, como el proyecto Starlink de Elon Musk, para tratar de evitar lo que ven como una catástrofe. Recuerda esta organización internacional que no existen reglas o normas sobre el brillo de los objetos espaciales artificiales, un tema que se ha vuelto urgente y que anuncian que tratarán en todos los foros internacionales para que los Gobiernos sean conscientes de las amenazas para la astronomía y la ciencia en general que suponen algunas nuevas iniciativas espaciales. "Es de interés general preservar y apoyar el progreso de la ciencia básica como la astronomía, la mecánica celeste, la dinámica orbital y la relatividad", aseguran.
Entre las simulaciones que se han tenido en cuenta está la realizada por el astrónomo español David Galadí, del Observatorio de Calar Alto en Almería, sobre la constelación Starlink. El tema se tratará de forma específica por primera vez en el Congreso sobre el Cielo Oscuro que tendrá lugar en La Palma el próximo mes de octubre.
Algunos expertos han recomendado medidas para limitar la reflectividad de los satélites, como pintarlos de negro, pero la comprobación del efecto de esta medida está en una fase muy preliminar. Lo que está claro es que los promotores de estas constelaciones no han tenido en cuenta las consecuencias, como tampoco lo han hecho los organismos oficiales que están permitiendo los lanzamientos.
Starlink, concretamente, va por el quinto lanzamiento, con la puesta en órbita desde cabo Cañaveral de 60 satélites, que se añadirán a los 240 que ya orbitan la Tierra a unos 550 kilómetros de altura. Otra empresa, OneWeb, en colaboración con la europea Airbus, lanzó el pasado 6 de febrero 34 satélites a bordo de un cohete ruso Soyuz desde la base espacial de Baikonur. En este caso la altura de la órbita es de 1.200 kilómetros por lo que serán necesarios menos satélites para cubrir todo el globo terráqueo.
Los presidentes de Space X, la empresa del proyecto Starlink, y de OneWeb se han limitado a hacer declaraciones de buenas intenciones sin apenas contenido, aunque ambos han asegurado que están dialogando con los astrónomos. Sus planes son alcanzar varios miles de pequeños satélites, que se fabrican en serie, como los automóviles, en Estados Unidos.
Muchos de ellos serán visibles por la noche desde cualquier lugar del mundo incluso aunque no lleguen nunca a funcionar y se conviertan en basura espacial. Se estima que entre 1.500 y unos pocos miles de satélites se verán en cualquier momento, de los cuales unos centenares estarán a una altura en el cielo perjudicial para las observaciones. También se ha comprobado que los ya lanzados son más brillantes nada más llegar al espacio que cuando alcanzan su órbita, pero siguen suponiendo una amenaza para los mayores telescopios.
La IAU recuerda que estos rastros a través del cielo saturarán los detectores modernos y afectarán mucho a las observaciones de gran ángulo, como las que llevará a cabo de la totalidad del cielo un observatorio estadounidense, el Vera Rubin, que se está construyendo en Chile y que supone una gran inversión económica. Con él se espera estudiar la energía y la materia oscuras, así como detectar asteroides peligrosos para la Tierra, entre otros objetivos.
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