Este artículo se publicó hace 15 años.
Turquía y Armenia se reúnen en un acercamiento decisivo para la estabilidad en el Cáucaso
Turquía y Armenia protagonizarán hoy, en Zúrich, un primer y decisivo acercamiento en décadas, que se reflejará en la firma de dos documentos que favorecerán una mayor estabilidad en una región inevitable para el tránsito de recursos energéticos que resultan de vital interés para Occidente.
En medio de una reserva extrema por parte de los organizadores, los ministros de Asuntos Exteriores de Turquía, Ahmet Davotoglu, y de Armenia, Edvard Nalbandian, deberán estampar hoy su firma en sendos protocolos, uno de los cuales dispone el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.
El evento transciende el interés de la región del sur del Cáucaso, como lo muestra el hecho de que ambos ministros estarán arropados en la ceremonia por sus homólogos de Estados Unidos, Hillary Clinton; de Rusia, Serguei Lavrov, y de Francia, Bernard Kouchner, según lo han confirmado sus portavoces.
Desde diversos ángulos de análisis, este reencuentro de turcos y armenios es considerado histórico por la tensión latente a causa de la masacre de armenios por parte del ejército otomano en 1915, en el contexto de la Primera Guerra Mundial.
Para Armenia, ese episodio sangriento -que según sus cuentas habría causado la muerte de hasta 1,5 millones de personas- constituyó un genocidio, una calificación que siempre ha sido rechazada por Turquía, para la que las víctimas no fueron más de 500.000.
Este asunto llegó a calar en Occidente, hasta el punto que en varios países, entre ellos Francia y Canadá, así como el Parlamento Europeo, han reconocido formalmente el genocidio armenio como un acontecimiento histórico.
En Francia, incluso, está en vigor una ley que sanciona el hecho de negarlo.
Este asunto es recogido en uno de los documentos que se han de suscribir y por el que se acuerda proceder a "un examen científico imparcial de los archivos y la documentación histórica" en relación al genocidio, que estaría a cargo de un grupo mixto de historiadores.
Otro aspecto de primera importancia que se menciona en el documento es la apertura de la frontera común de 325 kilómetros, que fue cerrada en 1993 por Turquía, como una muestra de apoyo a Azerbaiyán en su conflicto con Armenia por el enclave de Alto Karabaj.
Este último, formalmente en territorio azerbaiyano, está poblado y "de facto" gobernado por armenios, y su estatus ha sido objeto de conversaciones entre ambas partes desde 1994, cuando protagonizaron una guerra por esta razón.
Esto explica que Azerbaiyán se sienta involucrado y, de cierto modo, amenazado por los acuerdos que se firmen en Zúrich, una posición que le ha llevado a advertir oficiosamente a Turquía de que esto podría costarle el aprovisionamiento de gas de su parte.
Lo cierto es que hasta 24 horas antes de la ceremonia, Suiza -como país mediador y anfitrión-, al igual que Ereván y Ankara, han mantenido el mutismo y han proporcionado información a cuentagotas a la prensa que pretende cubrir el acto, reservándose hasta el último momento detalles como el lugar y la hora exactos.
Y aunque el paso es sin duda trascendental, la siguiente etapa lo será igual o más, pues los acuerdos deberán ser ratificados por los parlamentos de ambos países para que entren en vigor.
Sólo dos meses después de cumplido ese requisito, se procederá a la apertura efectiva de la frontera, al establecimiento de relaciones diplomáticas y a todos los demás compromisos contenidos en los protocolos.
El desafío será arduo, particularmente del lado armenio, en el cual rápidamente se han levantado voces criticando este acercamiento a Turquía, ya que es visto como una capitulación a su posición histórica de lograr un reconocimiento del genocidio.
Ello por cuanto la comisión de historiadores podrá hacer sólo recomendaciones que no obligarán a nada a Turquía, que ve en este paso una oportunidad para mostrar un gesto de buena voluntad a la Unión Europea y que espera que ésta retribuya a su vez con un impulso a las negociaciones de adhesión.
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