Este artículo se publicó hace 13 años.
El Senado, ¿premio de consolación?
La Cámara aloja esta legislatura a barones vencidos, a desterrados o a deportistas con pocas tablas políticas
“Me encuentro en plena forma. Y voy al Senado a trabajar. Sé qué teclas hay que tocar. Toda mi vida he luchado para cambiar las cosas y ahora no voy ni resignado ni a por un retiro dorado. De eso nada”.
Quien habla es Vicente Álvarez Areces. Un socialista que con 68 años lo ha sido todo en política y que ha pisado todos los escalones de la Administración: director provincial y jefe de servicio de Inspección Técnica del Ministerio de Educación (1982-87), alcalde de Gijón (1987-99) y presidente de Asturias (1999-2011). Y mañana, día de la constitución de las Cortes de esta X Legislatura, tomará posesión de su acta como senador.
Allí, en la Cámara Alta, coincidirá con otros cuatro expresidentes regionales de su partido –José Montilla (Catalunya), Marcelino Iglesias (Aragón), Francesc Antich (Balears) y Joan Lerma (País Valencià)–, con cuatro barones con mando en plaza –Tomás Gómez (Madrid), Óscar López (Castilla y León), Javier Fernández (Asturias) y Francisco Martínez-Aldama (La Rioja)– y varios exalcaldes.
En las últimas semanas, Catalunya puso el grito en el cielo por el nuevo destino de Montilla. Nada nuevo. Igual arreció la polémica tras el bofetón del PSOE en las urnas el 22 de mayo, cuando decidió llevar a sus barones derrotados al Senado.
Los partidos rechazan la imagen del cementerio de elefantes
El PP había practicado antes la fórmula: sentó en la Cámara Alta a María Dolores de Cospedal (hoy ya presidenta manchega) y Javier Arenas, como en 2005 había concedido escaño a su mayor dinosaurio: Manuel Fraga. El Senado ha sido, de hecho, su última estación antes de su retirada, el pasado septiembre, con 89 años. Claro que la Cámara también ha servido para los destierros. Un caso de libro: Esperanza Aguirre perdió la confianza en Francisco Granados, su consejero de Presidencia y secretario general del PP en Madrid. Lo mandó al Senado. Un cadáver menos en el armario.
En ocasiones, la Cámara hace las veces de premio. El PP se lo otorgó el 20-N a tres deportistas con escasas tablas políticas: el corredor Abel Antón –edil de Deportes en Soria (2003-2007)–, el exfutbolista Francisco Delgado –actual responsable de Urbanismo en Martos (Jaén)– y la atleta Marta Domínguez –concejal en la oposición en Palencia (2003-2007)–, ya exonerada en el caso Galgo y a quien el PP ha defendido frente a quienes “mancharon su nombre”.
“Que el PSOE coloque a sus barones en la Cámara Alta como premio de consolación o como refugio, no ayuda nada a prestigiarla. Pero todos los partidos hacen eso. Mira Fraga”, señala Jordi Guillot, vicepresidente de ICV y senador desde 2004. “Lo de Fraga no me acaba de gustar –coincide Óscar López–, pero no se puede ver el Senado como un cementerio de elefantes. También se dice eso del Parlamento Europeo. La media de edad en esta Cámara es más baja de lo que la gente podría pensar”. Jordi Vilajoana, de CiU, remacha que para elefantes, “los del Congreso, que los hay que llevan toda la vida”.
El problema, coinciden, reside en la necesidad de una reforma que no llega
Respecto al overbooking de líderes regionales del PSOE –y él es uno de ellos–, López entiende que no se trata de un fenómeno nuevo ni en su partido ni en el PP, y se remite a los ejemplos de Arenas o Cospedal, o el de Juan José Imbroda, presidente de Melilla y senador desde 2000. “Ahora hay más del PSOE porque tenemos menos gobiernos”, admite. Lerma y Areces destacan la maleta de “experiencia” que los barones atesoran y que es útil en una Cámara a la que la Constitución reserva la “representación territorial”.
Dirigentes “de quilates”Con poco que se escarbe, se acaricia el corazón de la polémica, la condición diferenciada del Senado como el espacio de encuentro entre las autonomías, invocada por todos los parlamentarios consultados de PSOE, CiU, PNV e ICV. Fuera queda el PP, que no ha atendido las demandas de Público.
“El PSOE tiene ahora dirigentes regionales de quilates, y eso debería ser un valor. Si no les hacen caso, deberían casi amotinarse”, sugiere Iñaki Anasagasti. Él, senador desde 2004 y antes 18 años portavoz del PNV en el Congreso, asume que se le pueda llamar así, elefante, pero rechaza la asociación con la jubilación de oro. Recuerda su última etapa de presidente de la Comisión de Asuntos Iberoamericanos como una de las “más satisfactorias”. Vilajoana, otro veterano (62 años) que ha transitado en los ocho últimos años por ambas cámaras –“y las dos son maravillosas”– remacha que en el Senado confluyen varias generaciones (como en su grupo), y “hombres y mujeres que comienzan allí su carrera”.
Algunos jóvenes comienzan su carrera en la Cámara Alta
Anasagasti resalta este aspecto: la Cámara Alta como espacio donde se foguean los nuevos políticos. Patricia Hernández, socialista tinerfeña de 31 años, cumple el patrón: arrancó en 2004 su carrera en el Senado y el 20-N fue elegida diputada. “Para mí ha sido todo –agradece–. Allí me he forjado, y al tener menos encima los focos de los medios, te dan más oportunidades. Y me fajo mejor con los grupos que cuando entré”. A fin de cuentas, como alegan Hernández y Vilajoana, el trabajo legislativo es semejante al del Congreso. Toca negociar (y a veces “se amplía el consenso”) y también “rehacer” textos que salen “hechos unos zorros” de la Cámara Baja.
Un modelo, el Bundesrat“Pero los perfiles son coyunturales. Lo importante es la reforma, hacer de esta casa una Cámara territorial”. La cita es de López, pero podría ser del resto de dirigentes. No quieren desviar el tiro, sino alejar los tópicos y explicar por qué perdura esa imagen negra. Hasta el punto de que Guillot formuló la pasada semana su ultimátum: “O se reforma o se cierra”. El modelo más citado es el Bundesrat alemán, que sirve de contrapeso real al Bundestag.
“El problema no es el Senado –esgrime Vilajoana–. Todos los países federales tienen una Cámara similar, y es prestigiosísima, como en Alemania o EEUU. La pregunta es si este país se cree su Constitución o no. Si no se la cree, es que no sabe qué quiere ser de mayor. Tenemos un Estado de las autonomías que cuestionamos cada mañana”. En ese sentido, Lerma agrega que “quienes dicen que el Senado no sirve, cuestionan en realidad el carácter diverso de España”. Areces cree que la reforma es “ineludible”, más cuando ha crecido la “demanda social”, proyectada por el 15-M.
Sin embargo, abunda el pesimismo. Otra vez. Ahora el poder lo tiene en sus manos el PP. Y, de momento, sus planes para el Senado son una incógnita.
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