Este artículo se publicó hace 16 años.

"Los porteros ya no están tan gallitos"

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La alternativa del botellón
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Barcelona la nuit: Mucha seguridad y cuerpos de gimnasio

2.15 horas. Extrarradio. Malalts de Festa, extrarradio. Gente de 20 años. En la puerta hay más seguridad que en el aeropuerto. El personal de acceso (cabello corto o rapado y cuerpo de gimnasio) exige el DNI a los clientes. En media hora no pasa nada, salvo impedir la entrada a unas chicas que no tienen 18 años, expulsar a otras por pelearse en los lavabos y sacar a un joven que lleva una camiseta con la leyenda “Drogas No” y que va bebido.

3.30 horas. Castelldefels. Hay cinco personas entre el control de acceso y la seguridad. “Todos tenemos el carnet de portero; tenemos hasta psicólogo en la empresa”, explica un empleado.

4.15 horas. Sala apolo, Barcelona. Un equipo de seguridad más internacional que la cafetería de la ONU pasea por los alrededores. Una chica acusa a los porteros de no respetar su dignidad como mujer y de no hacerle caso; demasiadas copas.  El jefe de sala capea el temporal y repite: “No grabéis, ¿eh?” A la salida muchos trastabillan y alguno vomita, pero no hay incidentes.

5.10 horas. Puerto olímpico. En una sala el portero impide el paso a tres chavales porque “está cerrado”, aunque las luces están encendidas y la gente baila. A pocas puertas de distancia, en otro local, dos porteros de algún país de Europa del Este dicen que no van al gimnasio y el dueño se queja de idefensión: “La gente te escupe o te tira botellas. A estas horas mucha gente está puesta. La policía les da la razón a los clientes. Yo tengo ya varias denuncias”.
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