Entrevista a Marta Robles"El poder sin sexo es casi inconcebible"
Madrid--Actualizado a
La periodista y escritora Marta Robles (Madrid, 1963) describe la intrahistoria del sexo real en Pasiones carnales. Los amores de los reyes que cambiaron la Historia de España (Espasa). Un libro donde capta "el perfume" y el ambiente sexual de las dinastías monárquicas de nuestro país, incluido el hedor que desprendía la alcoba de Felipe V, que no había sido ventilada desde la muerte de María Luisa Gabriela de Saboya. Allí yació por vez primera con Isabel de Farnesio para que su primera esposa "recuperará la vida al menos por un instante" en la memoria de un monarca obsesionado con el sexo.
Una de las muchas anécdotas recogida en los veinticuatro episodios del ensayo, que refleja el desmedido deseo de los monarcas, de las reinas y de sus amantes, aunque también los hubo impotentes. "Un libro que te informa, te sorprende, te divierte y te indigna", afirma la autora, quien no se limita a describir las relaciones sexuales de los linajes reales, sino que también analiza la repercusión que tuvieron en la historia. Fija el límite cronológico en Alfonso XIII porque, según Marta Robles, "para escribir con rigor necesitas perspectiva, por lo que no he hablado del rey emérito ni de Felipe VI". La sangre azul, hecha carne.
El poder sin sexo es menos poder.
El poder sin sexo es casi inconcebible.
Entonces a un poderoso o a un rey impotente, como Enrique IV, les quedaría el recurso de la parafilia.
Les queda la búsqueda de cualquier tipo de opción para que el mundo no se entere de que es impotente —que en el caso de Enrique IV falló— y para poder disfrutar de su verdadera sexualidad, que probablemente no era la que creen todos. Porque la impotencia no significa que no practiques sexo, sino que el miembro no tiene la capacidad de endurecerse. Si no cuentas con la posibilidad de practicar sexo de una manera, lo tendrás a tu medida. En otra circunstancia probablemente no podrías practicarlo, pero si eres poderoso sí, aunque estés menos capacitado.
Felipe V tenía una obsesión enfermiza con el sexo. No se sabe nada de Felipe VI, supongo.
Yo he hecho literatura, no información, por lo que no he hablado del rey emérito ni de Felipe VI. Para escribir con rigor, necesitas perspectiva. Creo que lo que se cuenta ahora del rey Juan Carlos carece de una visión global, que solo será realidad dentro de unos años, cuando se valoren las luces y las sombras del personaje. Sin embargo, en el fragor de la batalla es muy difícil verlo con objetividad.
De hecho, el libro se queda en Alfonso XIII, el abuelo de Juan Carlos I, quien sería un pipiolo en comparación con Felipe V.
Insisto: yo no puedo contrastar lo que sabemos o no del rey emérito porque nos falta perspectiva. Felipe V era un obseso del sexo, pero no puedo decir nada de Juan Carlos I.
Quienes lo sufrieron fueron sus esposas, María Luisa de Saboya y Isabel de Farnesio, sometidas a la locura y al desenfreno sexual de Felipe V, uno de los grandes salidos de los Borbones.
Con ambas mantuvo innumerables relaciones hasta el final y hay quien dice que, con María Luisa Gabriela, incluso después de muerta. Luego debieron buscarle otra mujer con rapidez porque su obsesión solo se paliaba con la adrenalina que le proporcionaba el campo de batalla. Tenía tal necesidad de sexo que no le valía con practicarlo varias veces al día, sino que tenía que recurrir también a la masturbación. Era tan temeroso de Dios que prefería esa alternativa a la infidelidad.
Con la bendición de la Iglesia...
De hecho, llegó a preguntarle a su confesor si masturbarse pensando en su esposa estaba menos castigado. Cuando murió María Luisa Gabriela de Saboya, se casa con Isabel de Farnesio, quien atendió a todos sus requerimientos sexuales y sufrió su carácter, que era muy complicado porque tenía un trastorno de la personalidad terrorífico.
Era muy difícil convivir con él: se dejaba las uñas de los pies muy largas y no se podía calzar; de pronto se creía una rana; tenía alucinaciones y pegaba a su esposa, quien consintió todo lo que le pedía el rey personal y sexualmente. Felipe V se había traído de Versalles la gallina ciega [tocamientos incluidos], el impávido y otros juegos sexuales.
Isabel de Farnesio lo consintió todo para acapar el máximo poder, escribe en su libro.
Como refrendan las cartas que comenzaban con "el rey y yo", algo absolutamente novedoso en la historia. Soportó lo indecible para acercarse al poder, entonces vetado a las mujeres, aunque se sentasen en el trono. Y eso le permitió tomar decisiones.
Felipe V usaba un dildo y Fernando el Católico recurría a la cantaridina, la Viagra de la época.
Era el polvo de cantárida o de escarabajo verde, que utilizaba por petición expresa de su segunda mujer, Germana de Foix, una chica muy joven que tenía muchas ganas de gestar un heredero y de que su hijo ocupara el trono en lugar de Carlos I, pues Juana la Loca estaba encerrada. Él tenía 54 años y ella dieciocho, por lo que sus necesidades sexuales eran muy distintas a las que podía ofrecerle el rey.
Por ello, recurrió una vez y otra a la Viagra medieval, que destrozaba algunos órganos vitales, por lo que Fernando el Católico podría haber muerto a consecuencia del uso continuado de la cantaridina. En su lecho de muerte, hizo llamar a su nieto, Carlos I, y le pidió que se hiciese cargo de Germana de Foix cuando enviudase. Y vaya si se ocupó personalmente de ella, porque a sus diecisiete años se hizo amante de su abuela, de 29.
Hay concubinas que mandan más que la reina: Alfonso XI y Leonor de Guzmán.
En el campo de batalla, ella lo esperaba en la tienda de campaña y cuando volvía lo abrazaba, sin temor a la peste. Fue su concubina durante veintitrés años, acompañándolo como reina de facto, mientras que la verdadera monarca, María Manuela de Portugal, se reconcomía por las esquinas porque sabía que nunca gozaría del amor de su esposo.
"Felipe V era un obseso del sexo, pero no puedo decir nada de Juan Carlos I ni de su hijo, porque nos falta perspectiva"
Leonor de Guzmán fue una mujer bastante respetada pese a que muchos consideraban que sacó partido de su relación, que era ambiciosa —porque colocó muy bien a los diez hijos que tuvo con Alfonso XI— y que, a la muerte del rey, contaba con un sustancioso patrimonio que había ido acumulando poco a poco.
Aunque la historia dio un vuelco y el final de Leonor de Guzmán fue trágico.
Cuando falleció Alfonso XI, María Manuela y su hijo, Pedro I el Cruel, ordenaron asesinarla en Talavera de la Reina. Años después, un hermanastro del rey e hijo de Leonor de Guzmán, Enrique de Trastámara, acabó con la vida de Pedro I, ocupó su lugar en el trono y provocó que cambiara la dinastía de la Casa de Borgoña a la de la Casa de Trastámara. O sea, que los Reyes Católicos descienden de una concubina.
Beatriz de Bobadilla supuestamente cautivó a Fernando el no tan Católico con sus artes amatorias.
Fue una mujer de una sexualidad insaciable que fue apartada de la corte por Isabel la Católica al intuir que tenía una relación con Fernando. También pudo tener otra con Cristóbal Colón, quien navegó en la carabela La Pinta hasta La Gomera para poder verla. Parece ser que tenía una vagina dentada, es decir, una vagina con un poder muscular extraordinario. Ella la ejercitaba hasta el punto de que, además de su marido y de sus amantes, obligaba a los indígenas canarios a que la visitasen en sus aposentos para practicar sexo. Ellos se quedaban asustadísimos y luego los mataba para que no pudieran contar nada.
El pene real menos favorecido era el de Fernando VII. Algún otro rey que destacara, para bien o para mal, por sus atributos. En Felipe II, por ejemplo, el tamaño es lo que importa...
Felipe II estaba muy bien dotado y tuvo muchos problemas con su tercera esposa, Isabel de Valois, una de sus mujeres más queridas, a quien le consentía absolutamente todo. Tanto, que trasladó la corte de Toledo a Madrid porque a ella no le gustaba el clima de la ciudad manchega. Incluso le permitía que estrenase cada día un vestido, aunque una vez repitió porque su marido no se lo había visto puesto la primera vez.
"Los Reyes Católicos descienden de una concubina"
Sin embargo, Isabel de Valois sufrió a la hora de iniciarse en la sexualidad porque Felipe II tenía un pene muy grande. Pese a que le costó y lo pasó mal, tuvieron una historia bastante de amor para los matrimonios de la época.
Decía Luis Eduardo Aute que el sexo es el motor del mundo y no el amor, "un invento del ser humano para huir de la muerte".
Siempre he estado muy de acuerdo con Aute y en esta ocasión, también. Lo que mueve de verdad el mundo son las pasiones carnales, más allá del amor, una de las ficciones del ser humano para sobrellevar la propia vida. En cambio, el sexo es algo absolutamente incontrolable que posee al ser humano y que provoca que se comporte de una manera o de otra.
¿Deberíamos considerar el abuso de poder en el contexto de la época o cabe el revisionismo?
No se puede mirar el pasado con los ojos del presente porque nos equivocaríamos. Tampoco debemos juzgar a los reyes que nacieron con la posibilidad de tener y de ejercer un poder absoluto, porque esa era su obligación. Resulta imprescindible juzgar la historia en el contexto de su tiempo, aunque ha habido abusos de poder y los sigue habiendo. Además, es muy difícil que haya una personalidad que se mantenga inmune al poder y, si la hubiese, tendría que ser muy sólida.
"Hay quien dice que Felipe V mantuvo relaciones sexuales con la reina María Luisa incluso después de muerta"
Ahora bien, el poder corrompe más allá de las propias monarquías. Puede ser un rey, un político, un cacique de pueblo… Basta que sea una persona poderosa que se siente diferente a los demás y considera que puede permitirse todo aquello que cree oportuno sin ningún tipo de obstáculo.
Lo más curioso es que el resto de los mortales normalmente miran a los poderosos y los ven con ese halo alrededor, de modo que les consienten cosas que no les permitirían a los demás. La erótica del poder tiene mucho que ver con esa mirada.
¿Ve alguna de las relaciones que ha abordado como un intercambio?
Antes todos los matrimonios de reyes y poderosos eran por interés. Los únicos que se casaban por amor eran los plebeyos. De hecho, cuando Alfonso XII lo hace por amor, el pueblo lo celebra. Por otra parte, ha habido matrimonios por interés que al final acabaron en amor y otros por amor que terminaron llenos de interés. Nunca se puede juzgar.
¿Cuál es para usted la mayor locura que ha cometido un rey por el sexo?
Que Felipe II cambiase la corte de ubicación porque a Isabel de Valois no le gustase el clima de Toledo es una auténtica locura. Puedes atender los caprichos de tu esposa, pero llegar a ese punto me parece exagerado. Que Alfonso XI dejase a su verdadera esposa durante veintitrés años para disfrutar de la compañía de su concubina es increíble. También sorprende que Felipe IV fuese capaz de gastarse buena parte del presupuesto real no por una mujer concreta, sino por acostarse con una mujer cada día. Y, cuando se obsesionó con María la Calderona —porque se suponía que tenía una traba para el acto sexual—, alejó a su marido y a su amante tras amenazarlos para poder disfrutar de su compañía.
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