Este artículo se publicó hace 16 años.
El pianista ganador de dos grammys Gonzalo Rubalcaba actúa hoy en la UPNA
Probablemente pase mucho tiempo hasta que un artista con dos premios Grammy a sus espaldas vuelva a actuar en los comedores de la Universidad Pública de Navarra.
Esta tarde, el piano del cubano Gonzalo Rubalcaba (La Habana, 1963) dejará suspendidas en el aire las notas del jazz afrocubano con que se ha ganado el reconocimiento internacional.
Rubalcaba pondrá así el broche final a la Semana de jazz universitario, que ha contado con otras figuras de prestigio como el guitarrista estadounidense Stanley Jordan o el saxofonista cubano Roman Filiú y que ha supuesto un auténtico éxito, según sus organizadores.
Ante las más de quinientas personas que se espera que abarroten la improvisada sala de conciertos, el pianista presentará su trabajo "Solo", en el que interpreta piezas de compositores norteamericanos y cubanos, así como algunas de su propia creación aunque, como él dice, durante los conciertos "siempre hay un acto de componer en vivo".
Desde la misma habitación en la que vivió el violinista Pablo Sarasate durante veinte años, y donde Rubalcaba se aloja durante su estancia en Pamplona, el músico cuenta durante un encuentro con los periodistas que subirse solo al escenario sigue suponiendo para él un reto "porque debes mantener el interés constantemente" con un único instrumento.
Y eso que viene de una familia con una amplia tradición de músicos lo que le ha permitido un "acceso natural y fácil" a la música popular cubana.
Así, explica que "desde muy pequeñito" escuchó salsa, bolero y chachachá en un contexto urbano de folclore afrocubano que contrastó fuertemente con la formación clásica que recibió en la Academia de Artes.
Cuando a los 12 años descubrió la libertad que ofrecía la improvisación del jazz a través de unos discos prestados, sufrió "años de contradicción y de realidades paralelas" ya que no podía mezclar los tres mundos musicales que estaba viviendo: el de casa, el de la academia y el de los discos de jazz.
De hecho, dice que durante su dilatada carrera nunca ha dejado de beber de estas fuentes y que para él ha sido una constante la búsqueda de los puntos comunes entre estos tres universos musicales que le devuelven a su infancia.
Los ritmos cubanos siguen presentes en su obra a pesar de que ya han pasado diecisiete años desde que dejara la isla. De la República Dominicana, donde vivió durante cinco años, saltó en 1996 a Estados Unidos, donde reside en Florida con su familia.
En lugar de desertar aprovechando una salida del país consentida por el Gobierno, asumió el riesgo de ir con la verdad por delante y expresar directamente al Ministerio de Cultura su voluntad por salir de la isla en la que la vida se le hacía "tediosa" porque, cuenta, "sentía la necesidad de trabajar con otros medios y con otras fuentes".
El Estado aceptó y esta decisión le ha valido las críticas tanto de disidentes en el exilio como de los fieles a la revolución, algo que considera "irónico" porque siempre ha defendido que salir del país se trata de "una determinación totalmente personal".
"Estamos en un marco generacional en el que no hay identificación con ninguna de las dos partes, quedamos en un espacio donde somos atacados por todos los lugares", lamenta.
Por eso, piensa que, "aunque todavía es temprano para saberlo", la apertura del régimen va a permitir ver muchas de las vertientes que no tenían espacio en la isla.
"Las artes en Cuba siempre han sido muy receptivas a la realidad social y han reflejado el sentir de la población", comenta a este respecto.
No obstante, el pianista considera que el arte tiene un alto componente individual y que es fruto de mucha preparación, disciplina y sufrimiento: "La magia y el talento hay que pulirlas, lo fundamental es creer en lo que haces", asegura.
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