Este artículo se publicó hace 14 años.
De Ory tuvo hasta el final de su vida un cuaderno a mano, según su viuda
El poeta gaditano Carlos Edmundo de Ory tuvo hasta el final de sus días un cuaderno a mano en el que anotaba sus "carcajadas lúcidas" sobre la vida. Por eso, varias obras de este autor indómito, fallecido el pasado 11 de noviembre en Francia a los 87 años, aún no han visto la luz.
"La vida y la poesía se confundían en él, era un poeta total, nunca ha cambiado, así ha sido hasta el final", explica, en una entrevista con EFE, su viuda, Laura Lacheroy, que mañana participa en Cádiz en un homenaje en memoria del poeta organizado por la Junta de Andalucía, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Cádiz, entre otras instituciones y artistas, como Luis Eduardo Aute.
"La memoria amorosa" será el título de este homenaje. Y es también el de un libro inédito de relatos cortos que Carlos Edmundo de Ory terminó de escribir "la primavera pasada", según cuenta su viuda, a quien el poeta dictaba sus obras porque él "no sabía utilizar el ordenador".
"Era una colaboración íntima", asegura esta mujer que ahora, tras treinta años de convivencia con el poeta, encara la tarea de "difundir" su obra y "su espíritu renovador, su forma de ser libre y de buscar cosas auténticas" y "su humor" desde una fundación que se va a constituir el martes en Cádiz, la ciudad natal del autor de "aerolitos", aforismos como "El viento es Dios que pasa bailando".
La fundación albergará el legado del poeta. "Él adoraba su ciudad, quiso dejarle la mayor parte de su biblioteca, que tiene unos ocho mil libros, y fotos, cuadros, muchas cosas personales", explica Laura Lacheroy, que predirá esta fundación, en la que también trabajarán su hija y su sobrino.
"Estaba encantado con este proyecto, significaba mucho para él", subraya la viuda de De Ory, que en los años 50 se exilió a Francia huyendo de la asfixia política y social y allí pasó el resto de su vida, la mayor parte del tiempo en una pequeña localidad llamada Thezy-Glimont, aledaña a Amiens.
Este alejamiento pudo influir en que De Ory fuera un gran desconocido para los españoles hasta que, a partir de los 70, comenzaran a aflorar sus antologías y obras.
"Siempre decía que no le importaba estar en cualquier sitio si podía escribir. Decía: 'no vivo en Francia, vivo en este lugar, rodeado de naturaleza'. Decía que el frío es estimulante para crear y pensaba que si regresaba a España no tendría la misma intimidad, le estarían llamando y no se podría concentrar", explica su viuda.
Además de "La memoria amorosa", unos relatos en clave de "prosa poética" en los que recorre su vida desde su infancia, quedan otras obras inéditas de Carlos Edmundo De Ory, entre ellas una que tuvo entre manos más de sesenta años.
Un libro, también en prosa, en el que el escritor recreaba las historias de los personajes del grabado de Durero "El caballero, la muerte y el diablo". "Se publicó un extracto, pero era un libro que comenzó en 1940 o 1945 y que siempre estaba remodelando, había cosas de las que nunca se sentía satisfecho", recuerda Lacheroy.
A Edmundo de Ory "le horrorizaba como iban los hombres, viendo la televisión se lamentaba de cómo la gente es cada vez menos natural. Estaba todo el tiempo extrañado y maravillado, lo que en realidad le fascinaban era lo eterno, el arte, la naturaleza".
Por deseo expreso del poeta, sus cenizas se quedarán en Cádiz, enterradas bajo el monumento que la ciudad levantará la próxima primavera en su memoria en la Alameda de Apodaca, la calle frente al mar en la que nació.
Su monumento, que realizará el artista Luis Quintero, estará allí muy cercano a esculturas en memoria de César Vallejo y Ruben Darío, dos de sus escritores "más amados", según ha explicado a EFE el escritor gaditano Jesús Fernández Palacios, que también formará parte de la Fundación Carlos Edmundo de Ory.
Isabel Laguna
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