Los datos de este Publiscopio confirman lo que ya anticipaban los anteriores, que la participación en las elecciones del domingo va a ser muy baja, por debajo de la de 2004 y próxima al 40%. Lo indican claramente el muy bajo nivel de información de los electores -el 57% no sabe ni siquiera quién encabeza alguna de las listas principales y sólo un 26% sabe decir el nombre de los cabezas de lista del PSOE y el PP-, el desinterés con el que siguen la información sobre la campaña (76% con poco o ningún interés) y el alto nivel de indecisión (menos de la mitad de los electores tienen una intención de voto definida).
A propósito de la participación, confieso que me ha sorprendido -aunque en estas cosas uno ya no debería asombrarse de nada- que algunos dirigentes cualificados de la oposición, con algunos comentaristas cualificados de prensa, hayan denunciado como una manipulación las cifras sobre las intenciones de voto que publicaba el CIS recientemente, porque estas cifras excedían mucho de la participación que los analistas estiman probable. Pero cualquiera que haya leído los resultados de una encuesta preelectoral en la que se pregunte a la gente por sus intenciones de participación sabe que las respuestas están siempre muy sesgadas y que la participación que efectivamente se produce luego está siempre muy por debajo de las intenciones declaradas.
Los analistas tomamos en cuenta estas respuestas para hacer estimaciones, pero no pensamos que anticipen los porcentajes de participación. Por eso en los Publiscopios -aunque en ellos se formula también esta pregunta- ni siquiera publicamos esos resultados, porque sólo serviría para confundir al lector. Por ejemplo, en la encuesta que se publica hoy, de esa pregunta se obtienen unos porcentajes de intención de participación de 59% (‘seguro que irá a votar') y 13% (‘probablemente irá a votar'); y sin embargo, la estimación que hacemos (sobre la base de estos y otros datos de la encuesta) es que la participación es posible que no supere el 40% y en todo caso no esperamos que llegue al 45%. Quizás nos equivoquemos en esto, pero lo que es seguro es que la participación no se acercará ni de lejos a lo que las respuestas a esa pregunta dicen, y eso es algo normal en todas las encuestas.
¿Es que la gente miente deliberadamente en las entrevistas? No exactamente, aunque sus respuestas no anticipan directamente lo que será su conducta luego. Cuando se le pregunta por sus intenciones, la gente muchas veces no ha pensado siquiera si irá o no a votar, y a veces ni siquiera volverá a pensar en ello después de concluir la entrevista; para la mayoría de los abstencionistas las elecciones ocupan un lugar muy secundario en la conciencia y sólo el hecho (extraordinario) de que se les pregunte por ellas en una entrevista las trae, por unos momentos, al primer plano. Y en ese momento responden sinceramente lo que harían (lo que piensan que deberían hacer), aunque luego no vuelvan a acordarse más de las elecciones. Por eso no pueden tomarse estas respuestas sobre intenciones como si anticipasen la participación. Muchos de estos electores que dicen que seguramente votarán lo harían... si no se fuesen de fin de semana, y no tuviesen otra cosa que hacer, y se acordasen a tiempo, y supiesen dónde está su colegio electoral y no les resultase demasiado incómodo ir hasta allí..., y si, en fin, estuviesen motivados a votar.
El voto de los partidos principales con una presencia continuada en las elecciones está integrado por varios conjuntos de votantes, cuyas pautas de comportamiento electoral son muy distintas. Una parte muy importante del voto lo aporta lo que se puede llamar el núcleo duro de las clientelas electorales propias: aquellos electores que votan siempre y siempre votan al mismo partido. Otro contingente de votos también muy importante es el de las ‘clientelas volátiles': electores que, cuando votan, votan casi siempre al mismo partido, pero que unas veces votan y otras se abstienen. Y el tercer subconjunto de votos es el de los electores flotantes, que -aparte de que no siempre votan- unas veces votan a un partido y otras veces, a otro. En el conjunto del electorado español actual los núcleos duros de todos los partidos pueden representar entre un 25 y un 30% del total, entre 8,5 y 10 millones de electores; el PSOE tiene un núcleo duro algo mayor -actualmente unos 4,5 millones de votantes, como máximo- que el PP -unos 4,0 millones, como máximo-, y entre los demás partidos reunen entre 1,0 y 1,5 millones de votos fijos más.
La importancia de estos subconjuntos en el resultado de las elecciones es muy distinta según el tipo de elección y el nivel de participación -dos cosas que suelen ir muy asociadas-. En las elecciones con alta participación -normalmente, en las elecciones generales- el peso relativo de los núcleos duros de los partidos es menor y lo decisivo es el comportamiento de la clientela volátil y de los electores flotantes. En cambio, en elecciones con participación muy baja y a las que se atribuye poca trascendencia -como fueron las europeas de 2004 y parece que van a ser las próximas-, el peso relativo de lo núcleos duros es mayor, la mayor parte de las clientelas volátiles se abstiene y los electores flotantes que participan -que suelen ser una minoría- tienen un comportamiento errático difícil de prever. En las anteriores elecciones europeas puede atribuirse al voto de los núcleos duros de los partidos entre el 60 y el 80% del resultado; las clientelas volátiles se volatilizaron casi por completo y los electores flotantes favorecieron más bien al PP, con un comportamiento en reflujo respecto al que habían tenido en las generales precedentes. En éstas podría pasar algo muy similar, dependiendo el resultado, sobre todo, de la minoría de electores flotantes.
¿Puede una mayor movilización de los electores cambiar la tendencia? Podría, sin duda, pero es poco probable que suceda. Como hemos visto, a una semana de los comicios el desinterés por estas elecciones continúa siendo muy grande y no se ven motivos para que ello cambie.
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