Este artículo se publicó hace 13 años.
¿Dónde están los municipios?
La microcampaña de la vida cotidiana
La algarabía crispada y pobre de los mítines no deja espacio para que se hable de los municipios en las elecciones municipales. Por eso el votante perplejo, cansado de polémicas abstractas, busca la huella perdida de los municipios en los debates pequeños, en los actos cívicos, en las salpicaduras de la microcampaña. El PP está haciendo todo lo posible por rebajar la intensidad y el sentido de estos debates, evita que participen sus cabezas de lista, y sus representantes secundarios tardan poco en saltar de las ciudades y los pueblos a la catástrofe económica de la nación. Procuran no discutir sobre la vida cotidiana de los vecinos.
Pero en unas elecciones municipales resulta interesante hablar, por ejemplo, de la geografía urbana de las inversiones. Hay alcaldes imperiales que se vanaglorian de sus obras en los centros visibles y en los barrios de sangre azul, pero gastan muy poco en dignificar la periferia, los suburbios, las zonas donde malviven las gentes de condición económica más necesitada. Tampoco carece de interés analizar por unos segundos los desequilibrios de muchos callejeros fiscales, que cobran los mismos o parecidos impuestos a los negocios de la ciudad noble y a las tiendas que se buscan la vida en zonas menosrentables.
Se vota también por el billete de autobús, las bibliotecas y el vaso de agua
¿Y el transporte? La variedad de los acuerdos con las empresas de transportes es muy llamativa. Hay contratos, por ejemplo, que fijan los beneficios para la empresa en el número de kilómetros recorridos por un autobús, en vez de en el número de viajeros. Esa inclinación facilita itinerarios rarísimos por las ciudades, autobuses casi vacíos, dando vueltas en las calles, con malos horarios y muchas incomodidades para los viajeros. Si no estuviésemos sometidos al totalitarismo neoliberal, se podría incluso debatir los resultados de la privatización de los servicios de transportes. Y la pregunta debería formularse desde una perspectiva más amplia. ¿Qué ganan los vecinos o qué negociantes ganan con las privatizaciones de los servicios de aguas, limpieza o pompas fúnebres?
Es una inquietud que se extiende a los planes urbanísticos, a las ideas que regulan las extensiones de los municipios. Muchas ciudades han quedado envueltas en áreas metropolitanas desarrolladas sin planificación, con golpes especulativos, daños ecológicos, malos accesos, calles sin aceras y grandes problemas de tráfico. Se habla muy poco de todo eso en la gran campaña de los líderes. Conviene atender a la microcampaña.
En estos días de expectativas municipales, vuelve a sobrevolar esa clase de buitre conocido como pajarraco privatizador. En algunas ciudades gobernadas durante años por la izquierda, quedan todavía sin privatizar servicios públicos, aguas, transportes y programas culturales o de ocio. Como hay posibilidad de dinero fácil a la vista, los aleteos de la especulación están muy activos. El votante perplejo no olvida que va a votar por su billete de autobús, sus bibliotecas y su vaso de agua.
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