"Mi hija no entiende que gaste tan poco"

De la cesta de la compra de Sonia Pinta, ecuatoriana de 37 años de edad, han desaparecido en los últimos dos años muchos tipos de carne y de pescados caros y, por supuesto, cualquier tipo de capricho como el queso, los refrescos o el chocolate. "Estoy en paro, lo único que tengo es el subsidio: 426 euros de ingresos al mes y los tengo que repartir como sea", cuenta Sonia, que tiene una hija de 4 años, en la que vuelca la mayor parte de su economía. "Con ella no escatimo, aunque hay cosas que me pide y no le puedo dar", explica esta mujer, que vive en Madrid desde hace 12 años y recibe ayuda de la parroquia de San Carlos Borromeo.

Sonia forma parte de ese 46% de personas que residen en España y que en los últimos dos años han tenido que renunciar al menos a un producto de la cesta de la compra o han cambiado unos productos por otros. En su caso, ha sido por la subida de los precios de los alimentos.

Lo peor es explicarle a la pequeña los ajustes que tiene que hacer todos los días su madre en la economía doméstica. "Ella ve a otros niños que tienen caprichos, que comen helados, y me pide, claro, y no comprende que yo no pueda gastar", explica Sonia.

Con su sueldo de 426 euros al mes, esta mujer tiene que pagar una habitación de alquiler en el distrito madrileño de Villaverde que se lleva la mitad de sus ingresos. Con el resto del dinero, hace lo que puede entre alimentación, higiene o ropa.

"De pescado, sólo compro caballa, sardinas o boquerones", explica Sonia. A la hora de comer carne, lo único que entra en casa es pollo. Y sobre todo muchas legumbres, arroz, lentejas y garbanzos. "No compro nunca nada de marca, todo son marcas blancas", agrega.

Para intentar salir de la crisis, Sonia hizo recientemente un curso de geriatría, y ahora mismo está enviando currículos a todos los sitios que se le ocurren. "Pero puedo trabajar de cualquier cosa, cuidando niños, en la limpieza...".