Este artículo se publicó hace 13 años.
El mapa del riesgo solidario
Más de 2.300 españoles trabajan en el extranjero como cooperantes, según la Aecid
Estamos en los peres sitios en los peores momentos, pero ser cooperante significa asumir los riesgos de nuestro trabajo. Como un bombero que sabe que se puede quemar en alguna de sus salidas". Así, con esa naturalidad, define Jesús González, enfermero de Médicos del Mundo, la labor de un trabajador de una ONG sobre el terreno.
Él, que acaba de volver de Dollo Ado (Etiopía), es uno de los miles de expatriados españoles que trabajan actualmente en proyectos de ayuda en el extranjero. Aunque esta es una cifra difícil de cuantificar y no existe un registro fiable de estos profesionales, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) estima que hay unos 2.300 españoles en esta situación. De ellos, casi un millar pertenece a la Coordinadora de ONG de Desarrollo (Congde), que agrupa a la mayoría de organizaciones españolas, cuyas principales misiones se centran en la defensa de los derechos humanos.
Las diferentes ONG tienen sus propios protocolos de seguridad
Los últimos secuestros de cooperantes ocurridos en Kenia y Argelia, donde un total de cuatro españoles y una italiana continúan en manos de sus raptores, han hecho recordar que las principales zonas donde actúan las ONG son, a menudo, lugares donde los conflictos políticos y bélicos suponen un riesgo para su seguridad. El Magreb, Oriente Medio y Próximo, África subsahariana y Latinoamérica son las "prioridades geográficas" donde la Aecid centra su atención.
Para intentar evitar todo tipo de riesgo, las principales organizaciones establecen protocolos de prevención que los trabajadores cumplen a rajatabla. Dar puntualmente información de su situación exacta, no viajar solos por la noche o trasladarse en convoyes son algunas de las medidas estipuladas.
Ellos, acostumbrados a estas hojas de ruta, las asumen como una rutina más de su día a día. "Llevamos una vida totalmente normal y la seguridad no es algo en lo que pensemos todo el día, aunque sí estamos siempre vigilantes", explica Javier Pérez, que trabaja con Save the Children en proyectos de prevención de abuso sexual y explotación laboral infantil en Mauritania. "Sabes que hay algunas zonas peligrosas a las que no debes ir, pero como en cualquier barrio de Madrid", cuenta Ana Habiba Dahbi, española-marroquí, que también trabaja con Save the Children en proyectos de defensa de la infancia en Marruecos.
"Somos testigos incómodos, por eso somos un objetivo", recalca un expatriad
Pedro Pablo Garlaschi, cooperante de Cruz Roja que se encuentra en Djibouti cubriendo la emergencia humanitaria del Cuerno de África debida a la sequía, también sigue los protocolos de seguridad, aunque cree que los casos de secuestro son excepcionales. "Creo que ha sido un cúmulo de factores de mala suerte, pero no tengo miedo a que se vuelva a repetir. Además, nuestro trabajo es como el de cualquiera. La DGT [Dirección General de Tráfico] no para de alertar sobre los accidentes de tráfico y la gente sigue saliendo a la carretera. Nosotros, igual", ejemplifica.
Todos llevan con total normalidad sus rutinas de prevención, pero conocen los riesgos que corren. "Somos conscientes de que los occidentales somos un objetivo, pero no es que nos juguemos la vida, es que jugarnos la vida forma parte de nuestro trabajo", resume Pérez, de Save the Children, quitándole importancia a su valentía.
"El sufrimiento afecta más""Recompensa pese a las condiciones duras y el salario bajo", asegura otro
"Los cooperantes, como los periodistas, somos testigos incómodos de lo que ocurre, por eso somos un objetivo", asume también González, de Médicos del Mundo. "El sufrimiento humano te afecta mucho más que el riesgo a ser secuestrado", asegura este enfermero que lleva más de 15 años como cooperante en distintas partes del mundo. "Trabajar con gente que sufre crisis humanitarias por conflictos que son generados por el hombre y que podrían tener solución pesa más que el miedo: nosotros, por muy mal que estemos, siempre podemos coger un avión y volver a casa; ellos no pueden huir de su situación", añade.
Su mayor temor, sin embargo, es que su familia se preo-cupe por ellos. "De las pocas cosas que nos preocupan es la sensación de inseguridad que tienen en tu entorno porque no siempre podemos comunicarnos con ellos todo lo que querríamos", cuenta González. Garlaschi, sin embargo, cree que al final la familia se acaba acostumbrando a su situación: "Mi madre diría que no, pero yo creo que ya ha asumido los riesgos de mi trabajo. Además, con las nuevas tecnologías es mucho más fácil mantenerlos informados", opina.
En cuanto al resto de la sociedad, los cooperantes no siempre ven reconocida la importancia de su labor. Incluso reconocen enfrentarse, en ocasiones, al mito de lo bonito que debe ser viajar tanto como ellos. "No se conoce la proporción del trabajo que realizamos, aunque eso ya está cambiando; antes, incluso, te preguntaban que qué era esto de la cooperación", recuerda Dahbi. "Las condiciones de trabajo son duras y los salarios son muy bajos, pero este trabajo te da otras recompensas", concluye González.
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