Este artículo se publicó hace 13 años.
La lluvia impide a los acampados en Sol celebrar su asamblea general
Los 'indignados' aplazan hasta mañana el encuentro en el que se decidirá qué hacer con la acampada
Héctor Juanatey
La Puerta del Sol, con lluvia, es solo una plaza más. Con lluvia y una acampada es, sin embargo, un foco de anécdotas e historias que van más allá de un movimiento ciudadano. #acampadasol, con lluvia -no llovizna, lluvia de verdad, de la valiente- pierde uno de sus ejes fundamentales: la asamblea general. Ayer estaba prevista para las 19.30 horas. Empezó, con los preparativos, a eso de las 20.30 horas. En la orden del día: presentar lo hablado con las acampadas de otras ciudades de España, contactar con la plaza Sintagma de Atenas y decidir qué hacer con el campamento. Mientras la gente buscaba su hueco en el suelo de la plaza alrededor del micrófono y los fotógrafos luchaban por ese lugar preciado para conseguir la imagen de portada de mañana, alguien más tomaba posiciones: las nubes.
A medida que avanzaba la asamblea, sobre Sol se cernía esa clase de nube que solo con verlas uno se convierte en experto en meteorología: "va a llover". O incluso más dramático: "va a caer una buena". Primero, las nubes fueron avisando. Caían las primeras gotas y los organizadores repartían entre los asistentes bolsas de basura que, en una situación especial, bien podían improvisarse como chubasqueros. Cada uno, sin embargo, le daba el uso que podía.
Los más afortunados, paraguas en mano, cedían sus bolsas al vecino. Unos, con gran esfuerzo, se trabajaban un buen abrigo. Le hacían dos agujeros a la bolsa justo para poder sacar los brazos. No se daban cuenta de que la bolsa, más que de contenedor era de papelera de escritorio, por lo que les iba bastante ajustada. Otros fueron a lo fácil: bolsa a la cabeza, que la lluvia duele más en el cabello.
La casualidad -si se cree en ella- quiso que el primer trueno cayese justo cuando la comisión de legal proponía alargar la acampada hasta el próximo domingo. Los más optimistas aguardaban que solo se tratase de un quejido. No fue así y las nubes, como si buscasen bloquear las propuestas de la noche, descargaron con intensidad. La mayoría de los asistentes ya corrían despavoridos en busca de un lugar en el que resguardarse cuando la voz paciente del moderador avisaba: "La asamblea se suspende una hora". Cuando llueve en la Puerta del Sol -con acampada-, la gente parece perder toda orientación. No importa qué se pise ni quién esté delante.
La lluviaTodo el mundo parece jugar al juego de las sillas, solo que las sillas se sustituyen por trozos de pared. Si se es rápido, incluso puede que se consiga un lugar bastante protegido en la entrada de un comercio. De lo contrario, uno tiene que adherirse como una lapa a las fachadas y esperar a que las cornisas hagan parte de su trabajo. Uno es el de permitir descanso a las palomas. Otro, frenar las gotas de la lluvia.
Por la cercanía con el lugar, los comercios de la calle Montera de Madrid se llenaron enseguida
Por la cercanía con el lugar donde se celebra la asamblea, los comercios de la calle Montera de Madrid se llenaron enseguida. Unos lograban alcanzar los bares, lo que les permitía esperar a que escampase con una caña, un refresco y, son suerte, puede que una tapa. Otros, sin embargo, solo podían ocupar las puertas de entrada de distintos establecimientos. En un local de apuestas y máquinas tragaperras se juntaron un grupo de diez o doce personas. En el cartel de fuera se anunciaban las próximas apuestas: finales de la liga de hockey hielo de EEUU (NFL) y finales de la liga de baloncesto americana (NBA).
No obstante, los nuevos inquilinos del establecimiento preferían apostar por otros asuntos como: "¿cuándo dejará de llover?". El dueño del local, aunque al principio un tanto molesto por el bloqueo de la puerta, pronto se sumó a la discusión y, además, aportó: "El tiempo está loco, en Galicia con sequía y aquí con esta lluvia". "Ya ve", le contestó una pareja. Justo en frente, varias personas se amontonaban en una zapatería. "Pues parece que va a llover", bromeó alguien desde allí. No fue tan divertido cuando la trapa del establecimiento comenzó a bajar de forma automática y casi los encierra.
Pasaban de las 21.00 horas cuando comenzó a escampar. Pero se trataba de una broma macabra. Justo cuando los más valientes se atrevieron a marchar en dirección a las entradas de Metro de Sol, la tormenta reinició su actividad. En el interior de la acampada, mientras, los voluntarios de las distintas comisiones se afanaban por achicar el agua de las lonas y evitar que todo se fuese abajo. "Cuidado ahí, que va un chorro", se oía cada poco. Con lluvia, #acampadasol es diferente.
Descanso políticoPor un momento, la gente parece descansar de tanto debate político y da rienda suelta a la comicidad y al ingenio. Por megáfono, un acampado de la comisión de audiovisuales pidió tranquilidad: "Calma compañeros y compañeras, está demostrado que el 90% del cuerpo humano está formado por agua". Luego, en tono irónico, añadió, dando a entender que había que proseguir la asamblea: "Los políticos están más preocupados de si nos vamos que del nivel de los pantanos".
"Los políticos están más preocupados de si nos vamos que del nivel de los pantanos"
A su derecha, un grupo de poco más de diez personas, frente a la comisión de extensión, se colocaba detrás de un cartel con letras en griego e iniciaba una videollamada con la plaza Sintagma en Atenas a través de un iPhone. Uno de los jóvenes de primera fila leía en un papel empapado un mensaje de apoyo a la causa griega y a su "lucha contra el FMI". Un hombre, a su izquierda, le traducía en el idioma heleno. Al terminar, en la pequeña pantalla del móvil podía verse a todo un ágora aplaudir el mensaje de los acampados en Sol. Aquí, en Madrid, lo celebraron.
Eran más de las 22.00 horas y la lluvia no parecía descansar. Desde la comisión de comunicación ya intuían que la asamblea seguiría hoy, lunes, a las 20.00 horas. Lo confirmaron poco después. Las calles aledañas ya se vaciaban. Cuando llueve, siempre llega un momento en que la gente, por no esperar, opta por mojarse y marchar a casa, aunque sea retando a los charcos de camino. En el quiosco de la Puerta del Sol, la quiosquera cubría con recelo y algo de cariño los diarios, quizás caducos en dos horas. Los acampados seguían con sus "cuidado ahí, que va un chorro", al mismo tiempo que trataban de salvar los carteles con las letras ya ilegibles por el agua. Frente al edificio de la Comunidad, una Paz Vega convertida ya en icono en la acampada, veía como sus pancartas se deterioraban. No obstante, aún vigila -o cuida- a su acampada. Con rayos, truenos, lluvia y cualquier cosa que se precie.
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