"El Partido" es el libro más leído por intelectuales, sinólogos y politólogos de Asia estos días, a excepción de China, donde está prohibido por desvelar parte de los entresijos de la formación que gobierna el país desde 1949.
"En China, el gobernante Partido Comunista es como Dios: está en todas partes, pero no puedes verlo", dice un profesor universitario al autor del libro, el periodista australiano Richard McGregor, quien desvela detalles inéditos de una de las formaciones más secretas del mundo, el Partido Comunista de China (PCCh).
La web donde se vende la obra, subtitulada "El mundo secreto de los gobernantes comunistas de China", ha tenido ya el honor de ser censurada en el país, considerado un marchamo de credibilidad para el autor, que lo ha catalogado de "perversamente halagador".
Ex director del diario "Financial Times" en China, McGregor expuso en un encuentro con corresponsales de prensa en Pekín que el objetivo del libro era explicar por qué el PCCh ha sobrevivido a la mayoría de las formaciones comunistas del planeta, la caída de la Unión Soviética o a desastres pergeñados por el maoísmo como el Gran Salto Adelante, con 40 millones de muertos, o la Revolución Cultural.
"Después de cada catástrofe, el Partido se ha levantado del suelo, reconstruido su armadura y reforzado sus flancos. De alguna forma, ha sobrevivido, burlado, mejorado o simplemente prohibido a sus críticos, desconcertando a los expertos que predijeron su desaparición en numerosas coyunturas", señala McGregor.
El Partido impregna todos los aspectos de la vida en China, a pesar de carecer de una existencia legal y de operar fuera de la ley, se autodenomina comunista y mantiene la estructura y el secretismo de la jerarquía leninista, pero ha liderado una transición histórica desde la economía planificada al capitalismo.
"Si el Partido se acogiera a la legalidad, automáticamente sería más transparente", explica el autor durante el encuentro.
A través de fuentes inusuales, McGregor revela diversos detalles, como la existencia de la "máquina roja", una línea telefónica privada y encriptada -versión china de la antigua "vertushka" del Kremlin-, que comunica a los trescientos políticos, ministros y empresarios más poderosos de China.
Otro detalle esclarecedor es que la oficina del Departamento Central de Organización, gestora de los "recursos humanos" del PCCh y otros entes, carece de número de teléfono y de letrero en el gigantesco edificio que ocupa en la plaza pequinesa de Tiananmen.
Se trata del departamento que administra los archivos personales de los líderes del PCCh, la burocracia, los ascensos, los negocios, los medios de comunicación, el poder judicial y los académicos, pero todas sus deliberaciones son secretas, explicó McGregor.
El autor señala que sus años de trabajo para preparar el libro sólo han conseguido mostrar "la punta del iceberg" de la actual gestión del Partido, al que augura una larga vida.
"Mientras la economía china crezca, el Partido seguirá estando legitimado para permanecer en el poder", señaló McGregor al presentar su libro, uno de los pocos que arroja luz sobre la formación política más grande del mundo, con 78 millones de afiliados, y la que más tiempo ha permanecido en el poder, 60 años.
"Nadie más sabe cómo hacer el trabajo de gobernar en China, sólo ellos tienen el conocimiento burocrático", agregó al referirse a un partido que en tres décadas y partiendo de la pobreza está a punto de convertir a China en la segunda potencia económica.
En cuanto a los "llamados 'partidos democráticos', creo que aquí todos sabemos que están subvencionados y controlados por el PCCh. No los veo como una futura alternativa", agregó McGregor.
"El Partido" es junto con "Los nuevos dirigentes de China" (2004, Andrew J. Nathan, Bruce Gilley) una de las escasas obras que arroja luz sobre la actual generación de líderes chinos y el sistema con el que gobiernan a 1.320 millones de personas, la quinta parte de la población mundial.
Cada vez menos recurrente al puño de hierro con el que aniquiló a cientos de estudiantes en Tiananmen en 1989, la estrategia del PCCh tiende más a métodos persuasivos de seducción bajo la legitimidad que le confiere ante su pueblo el desarrollo económico.
Por este motivo, la ideología comunista ha sido relegada a una pura retórica y los líderes han abrazado un materialismo sin concesiones, explican las fuentes que contacta McGregor en su libro.
China es hoy uno de los países con mayor desequilibrio en el reparto de los ingresos, la corrupción es endémica, el poder judicial no es independiente, y el Ejército no sirve al pueblo, sino al Partido, que ataja cualquier tendencia que le pueda hacer sombra, como el movimiento religioso Falun Gong o el manifiesto "Carta 08".
Sin embargo, el sistema ha demostrado ser "lo suficientemente flexible y proteico para absorber todo lo que se le echa", sobre todo en materia económica, indica el autor, que reside en Londres desde 2005 después de haber trabajado veinte años en Asia.
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