Este artículo se publicó hace 13 años.
El legado del agua
El Alto Guadiana, en la provincia de Ciudad Real, atesora un rico patrimonio arqueológico surgido en torno al agua.
La cuenca alta del río Guadiana, en la provincia de Ciudad Real, atesora un rico legado arqueológico y cultural surgido en torno al agua que, en algunos casos es poco conocido, pese a su excepcionalidad.
El arqueólogo y antropólogo Luis Benítez de Lugo Enrich ha puesto de manifiesto este singular legado que las distintas generaciones que han vivido en torno al agua han dejado en el curso alto del río Guadiana y sus afluentes.
El agua siempre ha atraído, como un imán, a la población de diferentes culturas a través de los tiempos, y su actividad ha dejado impreso en el paisaje un rico legado que hoy constituye una valiosa riqueza, que se puede recuperar y poner en valor, o que se puede seguir ignorando y destruyendo.
Según Benítez de Lugo, el Alto Guadiana cuenta con un patrimonio más común ligado a las iglesias, ermitas, molinos o la arquitectura popular y señorial, pero, también cuenta con un patrimonio singular, característico de esta zona y que está en relación con la cultura del agua o con el legado dejado por las órdenes militares y sus importantes fortificaciones.
Entre el amplio patrimonio arqueológico, existen elementos que él considera excepcionales por su singularidad y que no existen en ningún otro lugar. Se trata de vestigios excepcionales, bienes escasos, frágiles y no renovables.
Quedanapenas treinta "motillas",
poblados prehistóricos fortificados en torno a un pozo.
Un ejemplo de este patrimonio excepcional son las motillas de La Mancha, poblados prehistóricos que se instalaron en los cauces secos de los ríos hace 4000 años, cuando las aguas superficiales desaparecieron debido a una sequía que duró 600 años.
El arqueólogo y antropólogo recuerda cómo los antepasados, para no morir, se vieron obligados a aprovechar los acuíferos subterráneos, excavando los primeros pozos de la Península Ibérica.
Estos pozos fueron fortificados, porque el agua era tan escasa, que frecuentemente se desataba la violencia por su control. Esos poblados prehistóricos fortificados en torno a un pozo son las conocidas motillas, de las que no quedan más de una treintena, situadas sobre los acuíferos del Alto Guadiana.
En su opinión, las motillas no están bien protegidas en la actualidad, pese a su valor arqueológico y de hecho, hasta el año 2008 nunca existió un censo de ellas. Ahora, todo indica que esto puede cambiar, pues hace apenas unas semanas la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha anunciaba su compromiso de declararlas Bien de Interés Cultural (BIC).
Benítez de Lugo asegura que el patrimonio cultural que esconde el Alto Guadiana es tan amplio que es posible encontrar en él, por ejemplo, la Real Fábrica de Pólvora, situada en pleno Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, cuya construcción, en el siglo XVIII, se encuentra en íntima relación con el agua.
También, profundamente ligados al agua, están los batanes, molinos y fábricas de luz que en diferentes épocas generaron en torno suyo una rica vida social.
Los canales para riego de Juan de Villanueva o los castillos medievales como los de Calatrava, Peñarroya, Alcázar de San Juan, Pilas Bonas o Alhambra conforman otra parte sustancial del rico patrimonio del Alto Guadiana.
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