Este artículo se publicó hace 16 años.
Laporta pone paños calientes al revolcón sufrido en las urnas
El presidente del Barcelona, Joan Laporta, y su junta directiva se han aferrado a la literalidad de los estatutos para continuar en sus cargos de gobierno de la entidad catalana, a pesar de haber sufrido un importante descalabro en las urnas, después de que en el referendo de la moción de censura el 60'60% de los votos fuesen contra el consejo directivo.
En su intervención tras el escrutinio, que duró tres horas que se hicieron eternas para los medios y aficionados, Laporta rescató un viejo salvavidas con el que hicieron fortuna anteriores presidentes del Barcelona, como José Luis Núñez y Joan Gaspart, para confirmarse en el cargo, como es apelar a la mayoría silenciosa.
Para el presidente del Barça, más allá de que el socio barcelonista le mostrase su disgusto en las urnas, la clave del éxito para que la junta tenga aval para iniciar el último tramo de su mandato, que finaliza el 30 de junio del 2010, fue que, a interpretación de Laporta, los que no ejercieron el voto lo hicieron porque no respaldaban la moción de censura.
Laporta pone paños calientes a un momento difícil de su legislatura, quizá en el que menos simpatías y apoyos está recogiendo, con una argumentación débil, provisional y de difícil eficacia a corto plazo, como atribuirse la representación de los casi 80.000 socios que no se desplazaron al Camp Nou para votar en el referendo del voto de censura promovido por el socio Oriol Giralt.
"Un profundo respeto para los socios que han votado a favor de la censura. También para los que han votado en contra. Y un gran respeto para los 80.000 socios que han considerado que no debían de movilizarse", sentenció anoche Joan Laporta, después de que el escrutinio del referendo mostrase que 23.870 socios (60'60%) habían votado en contra de la continuidad de la junta y 14.871 (37'75%) lo hicieron a favor de la continuidad del consejo directivo del Barça.
Lejos de aclararse la complejidad en la que transita el Barça, y más tras esta moción de censura, en el entorno barcelonista se vuelve a recrear un escenario muy complejo, en el que la junta barcelonista se encuentra en un momento de mucha debilidad. A pesar de que Joan Laporta tuvo capacidad de movilización, ésta no estuvo ni mucho menos a la altura de la que votó en contra de la junta.
A Joan Laporta le respalda la literalidad de los estatutos, que señalan el éxito de la moción si los votos superan el 66'6% (se llegó al 60'60%), pero el barcelonismo, o una parte importante de él, apela a la moralidad en este aspecto; a si la junta se siente moralmente autorizada para cumplir con su legislatura.
Dado que el posicionamiento de la junta respecto a la moralidad es del todo consistente, todo apunta a que Laporta y sus directivos pisarán con firmeza en el inicio del tercer ejercicio de su segunda legislatura.
Lo que no está resuelto es la generosidad con la que actuará el asociado que cree que el 60'60% de los votos en contra es motivo suficiente como para que la junta, más allá del contenido de los estatutos, debe realizar un acto de contrición y cesar en sus funciones, para dar paso a unas elecciones a la presidencia.
Laporta se guarda el as en la manga de la estabilidad si las cosas se tuercen en breve, en cuyo caso podría adelantar las elecciones al 2009 y buscar un marco mucho estable de trabajo y de convivencia en la entidad.
Para no llegar a utilizar este comodín de la estabilidad, la parcela deportiva debería reportarle éxitos de forma inmediata, lo que llevará al nuevo técnico del FC Barcelona, Pep Guardiola, a estar en el centro de muchas más miradas que hace unas semanas.
Sin duda, la labor de Guardiola tendrá un efecto inmediato desde la grada al palco, a tenor de episodios que ya ha vivido el barcelonismo en los últimos años. Si el fútbol inicia un camino exitoso, las penas en el Barça y en la directiva serán más llevaderas.
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