Hace 41 años que el escritor Lorenzo García Vega (Matanzas, 1926) no pisa suelo cubano. Y, sin embargo, no ha perdido el recuerdo de los olores y los sabores de una isla que detestó durante el régimen de Fulgencio Batista, que amó con la Revolución de Fidel Castro, y que, posteriormente, le desencantó, como dejó claro en el ensayo Los años de Orígenes (1979) donde atacaba el oportunismo de escritores como Lezama Lima. Residente en la actualidad en Miami, donde afirma no sentirse cómodo con los radicales anticastristas, esta semana acudió a la Residencia de Estudiantes de Madrid para impartir un taller sobre los sueños llevados a la poesía.
Usted se denomina no-escritor.
Sí.
¿Por qué?
Porque me desarrollé en un ambiente donde la cuestión de escribir no tenía repercusión ninguna. No se tenían editoriales y las revistas sólo las leían un grupo reducido de lectores. Entonces era escribir para uno mismo. Para poder sobrevivir me inventé ese personaje de no-escritor. Ahora la situación ha cambiado, lo que pasa es que para mí ha llegado demasiado tarde.
¿Por qué salió de Cuba cuando hubo otros escritores que se quedaron?
Y yo no me hubiera ido de Cuba. Me fui fundamentalmente porque era considerado un ciudadano de segunda clase, porque me negaron ser profesor de Secundaria ya que ellos preferían que yo fuera militante y además, deseaban que fuera una persona joven, aunque fuera analfabeto En fin, mi edad es la misma que la del líder máximo, lo que pasa es que allí el único joven era él, los demás éramos viejos. Además, una de las cosas que fui viendo cada vez más es que ahí no bastaba con simpatizar, sino que había que simular. No bastaba ser una persona seria, sino un simulador.
¿Se quedaron muchos simuladores en Cuba?
Yo creo que es un país de simuladores. Yo siempre fui un simpatizante de la Revolución. De hecho, era, al principio, el único simpatizante de la Revolución del grupo Orígenes, el grupo que ahora aparece como el que oficialmente apoyó aquello. Pero la verdad es que yo nunca vi a gente más contrarrevolucionaria que la del grupo Orígenes.
¿Cómo fue esta polémica con el grupo Orígenes? En 1979, usted criticó que los origenistas (escritores vanguardistas como Lezama Lima o Cintio Vitier) se hubieran adherido a la Revolución castrista por oportunismo.
Mi posición con el grupo Orígenes fue la de hacer recuento de lo que habían sido los años con ellos, de analizar el pasado. Y lo que pasa es que todos reaccionaron de una forma virulenta, que si yo había traicionado. Yo no sé qué cosa traicioné. Pero, actualmente, sigo con la misma posición.
¿El tiempo hace olvidar estos enfrentamientos?
No, porque fueron cosas muy hondas y porque fue un replanteamiento de mi vida. Cuando les cuestioné a ellos, me estaba cuestionando a mí mismo. No puedo olvidar que aquellos fueron años decisivos de mi vida.
A pesar de todo, el miércoles dio una conferencia sobre Lezama Lima . ¿Qué significado tiene este escritor para Cuba?
Muy grande. Continuamente se habla de él. Ahora es el gran santón de la literatura cubana, pero claro, desgraciadamente hoy todo se politiza en Cuba, y esto de santón está dicho con toda la intención. Todo se vuelve un santón de izquierdas, de derechas, y este es un juego de intereses en el que se desvirtúa mucho al escritor.
¿Está diciendo que no es posible dedicarse en esencia a la literatura?
Yo lo he intentado, pero en la política hay niveles de estar en ella. Se puede escribir una poesía hermética y no firmar ningún manifiesto. Pero eso es también una actitud política y eso lo entienden muy bien los grupos de izquierdas: no les gusta que el escritor esté al margen. Pero yo creo que el escritor ha de ser un testigo, no un participante.
Usted se exilia en 1968 a España, pero cuando llega aquí se encuentra con que muchos intelectuales estaban muy cerca de Castro. ¿Cómo veía esta posición?
Con bastante asombro, porque yo acababa de estar viendo algunas cosas en Cuba, y sobre todo lo que más me molestaba de Cuba era la falta de pasión que la gente tenía con el régimen porque eran unos vividores. Y salí de allí para meterme en un lugar, España, que se consideraba aquello una utopía y que se iba a jugar al destino de la humanidad, cuando en realidad Cuba era el país del relajo.
En España cuando usted llega, existe la dictadura franquista.
Bueno, cuando yo llegué aquí ya se estaba dulcificando la cosa. Por otra parte, el caudillo estaba para morirse. Y además con respecto a lo que le sucedió a Cuba, aquí en España eran todos castristas, y con esto no me refiero a los jóvenes de izquierdas, sino a la misma gente del Gobierno español, porque veían que Fidel les había vengado de la guerra de 1895 con los EEUU.
¿El gobierno franquista?
Yo creo que sí. Un periodista español me dijo: 'Aquí hasta los duques fueron partidarios de Castro porque sabían que la habían perdido a los EEUU', y ahora el hijo de un gallego se las había recuperado. Y por eso el exilio cubano ha sido tan odiado en España. Hay razones para que sea odiado, pero una de ellas es que Fidel quitó Cuba a EEUU.
Usted se marchó de Cuba hace 40 años. Desde entonces vive en el exilio. ¿Cómo le ha afectado?
Esto de estar exiliado es un término que se ha repetido tanto y tanta gente se considera exiliada, que creo que los cubanos que nos fuimos de Cuba somos los únicos no exiliados del mundo. Yo tuve la experiencia desde 1968, cuando entré en un colegio universitario en Madrid para esperar la visa a EEUU, que se demoraba casi un año. Además, yo aquí en España no encontraba trabajo porque nadie que salía de Cuba le era posible conseguir nada. Entonces me fui sintiendo no-escritor.
Y esta sensación, ¿cómo le influyó en su obra literaria?
Con indignación. Pero yo tampoco soy un escritor que escribo sobre la inmediatez y nunca me ha gustado meterme en política.
¿Cree que tras los Castro cambiará Cuba?
Yo ya no me lo cuestiono. Creo que los Castro me van a sobrevivir a mí.
Usted tiene a Proust como uno de sus escritores fetiche. ¿Le sirve para recordar?
He leído cuatro veces las obras completas de Proust. Y sí, lo leo por esas reminiscencias de las sensaciones que te producen determinados olores, sabores. La magdalena de Proust es mi Cuba.
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