Irán finalizó hoy, sin pena ni gloria, la campaña electoral, 24 horas antes de que los ciudadanos voten mañana un Parlamento muy constreñido que puede radicalizar la política interna y poner aún más difíciles las relaciones con el exterior.
Casi excluidos de los comicios los reformistas islámicos, cuyos principales líderes, Mehdi Karrubi y Mir Husein Musavi, llevan más de un año incomunicados en prisión domiciliaria, son los seguidores del líder supremo, ayatolá Alí Jameneí, y los del presidente, Mahmud Ahmadineyad, los que se disputen la mayoría de los 290 escaños.
En los pasados siete días de campaña electoral, los candidatos no han discutido diferencias ideológicas ni programas y el aglutinante, tanto de unos como de otros, ha sido la unidad en torno a la religión y, en el caso de los más radicales leales a Jameneí también la lucha contra el enemigo exterior, identificado con Occidente.
En Teherán, sobre todo en el norte, la zona más rica de la ciudad, no es fácil encontrar a alguien que confiese que va a votar: "No voy a votar, ya voté en las pasadas presidenciales por Musavi y ya vimos lo que pasó. No voy a perder el tiempo otra vez", dijo a Efe Iliad, de 26 años, técnico informático.
Arezu, profesora y ama de casa, de 32 años, tampoco votará: "Sólo vote una vez por necesidad, para poder tramitar un documento. No voy a votar en una disputa entre ellos", asegura, en referencia a las facciones del sistema islámico.
Sí que votará Moulavi, muy joven, de entre 19 años, universitario y que pertenece a los "voluntarios islámicos" (Basij), una milicia radical del régimen: "En la universidad van a votar pocos, pero yo sí lo haré, para reforzar al líder (Jameneí) y defender nuestro país".
Dos taxistas, que trabajan en el norte de Teherán y viven en la zona obrera del sur, discrepan radicalmente: "Esto no son unas elecciones. Es así en todos los países musulmanes", dice uno, muy crítico con el sistema, mientras el otro simplifica: "Voy a votar contra el enemigo (EEUU e Israel)", repitiendo lemas oficiales.
Mientras en Teherán varios sondeos, sin datos técnicos, difundidos por medios locales apuntan a que habrá una participación del 35 al 40 por ciento.
Las mismas encuestas dicen, asimismo, que en el conjunto del país ascenderá entre el 55 y el 60 por ciento, contando con una mayor votación en ciudades pequeñas y el medio rural.
Según coincidieron en señalar a Efe periodistas locales y diplomáticos acreditados en Teherán, además de los radicales islámicos, van a votar en la capital los funcionarios y empleados de empresas públicas, así como quienes necesiten un certificado de voto para trámites burocráticos.
En pequeñas ciudades y en los pueblos el voto será más amplio, y allí se han dirigido desde hace meses Ahmadineyad y sus leales, en multitud de visitas y actos para recordar la entrega de subsidios a familias humildes, la construcción de viviendas y otras obras y la creación de empleos, que se adjudican a su activo.
Los principalistas, los más radicales del régimen apiñados con Jameneí, han acusado al entorno de Ahmadineyad de mala gestión y corrupción, además de tachar a muchos de los fieles al presidente de desviacionistas del régimen y de poner en duda la primacía religiosa en el sistema, con lo que esperan copar el Parlamento.
Planteada así la confrontación, si los principalistas consiguen una victoria aplastante, la política interior se puede hacer más radical y estricta en materia social, con mayor protagonismo aún de los clérigos chiís y los militares, en especial los surgidos de la Revolución y la guerra con Irak (1980-1988).
Si los seguidores de Ahmadineyad mantienen el equilibrio o se refuerzan, lo que es difícil, podrían ser más condescendientes con los usos sociales y, sobre todo, ofrecer una ventana para favorecer una economía más abierta, dentro y de cara al exterior.
Las relaciones exteriores, que no dependen sólo de la postura iraní, sino que también están al albur de intereses en la zona de potencias como EEUU y la Unión Europea y de las posiciones de Israel, podrían radicalizarse aún más con los principalistas con un ojo sobre la diplomacia.
En materia nuclear, ambas partes coinciden en que Irán no renunciará a su programa atómico, que insisten es civil y pacífico pese a las sospechas de algunos, con EEUU a la cabeza, de que tiene una vertiente militar, pero difieren en la forma en que se puede negociar su desarrollo con la comunidad internacional.
Mientras Jameneí no cesa de repetir que Irán avanza con "golpes" y "bofetadas" al "enemigo", identificado con Occidente, el Gobierno de Ahmadineyad se muestra tímidamente dispuesto a hablar con todos los países, salvo Israel, al que no reconocen, y solucionar el conflicto nuclear para evitar más sanciones económicas.
Por Chema Ortiz
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