La cumbre del próximo martes en Estados Unidos para sentar las bases de la paz en Oriente Medio se anunció en julio pero hasta octubre no se supo el lugar de la convocatoria y hubo que esperar a esta semana para conocer la fecha.
La cadencia que ha exigido la organización de la conferencia de Annapolis refleja la dificultad de la empresa y había llegado a proyectar dudas sobre la propia celebración de una cita cuyas invitaciones no han sido remitidas hasta el último momento.
El jefe del Gobierno de Israel, Ehud Olmert, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, recibieron la suya anoche para que el lunes estén en Washington en una escala previa al encuentro de la localidad de Maryland.
Firmada por el anfitrión y presidente estadounidense, George W.Bush, la invitación llega menos de siete días antes de una reunión que había sido anunciada hace más de cuatro meses, lo que resulta inusual en el mundo del protocolo diplomático.
Pero el caso es que a estas alturas, aparte de lo que concierne al protocolo diplomático, poco se conoce de la conferencia; sobre todo, de sus participantes y de su agenda, los asuntos principales.
Se sabe que un total de 49 países, organismos e instituciones han recibido la invitación, y que la inmensa mayoría confirmará su asistencia, pero aún no si lo harán estados árabes como Siria y Arabia Saudí, cuya participación se considera crucial.
Y de hacerlo, el nivel de su representación.
Los dos países han advertido que ambas decisiones dependerán de la agenda del encuentro, la segunda gran incógnita.
La idea original de la secretaria norteamericana de Estado, Condooleeza Rice, era que la conferencia sirviera para dar el respaldo de la comunidad internacional a una declaración conjunta de israelíes y palestinos que relanzara el proceso de paz en la región.
El objetivo final sería la creación de un Estado Palestino independiente junto al de Israel mediante un acuerdo que se empezaría negociar a continuación de Annapolis y que se firmaría antes de que Bush concluya su mandato en enero de 2008.
Pero la primera fase de ese calendario permanece bloqueada por las divergencias entre Olmert y Abas, que no han logrado que sus equipos negociadores consensúen la declaración que daría paso al resto de las etapas a partir de la cita en suelo norteamericano.
Los palestinos insisten en que el documento gire en torno a la espina dorsal del conflicto -las fronteras del estado palestino, el problema de los refugiados y la división de Jerusalén-, en tanto que los israelíes son partidarios de una declaración más vaga.
Lo inamovible de las dos posturas hizo que ambas partes apuntaran durante el pasado fin de semana por primera vez la posibilidad de que cada delegación acudiera a Annapolis con propuestas diferentes.
Los avances registrados, sin embargo, en la entrevista entre Olmert y Abás del lunes -presumiblemente la última que celebren antes de la conferencia-, permitieron que los respectivos equipos negociadores reanudaran sus trabajos en la noche de ese mismo día.
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