David Pinillos pertenece a esa generación nacida en los setenta para la que el mito de Europa (con Erasmus e interaíles incluidos) formó parte de su educación sentimental. La misma para la que una película como Antes del amanecer (Richard Linklater, 1995) corresponde a lo que una comedia romántica debe ser más allá de los productos adolescentes ‘made in USA'.

El director llama a su ópera prima "una comedia romántica paneuropea, que juega también a ser un drama y un viaje iniciático hacia la madurez". Sea como sea, Bon appétit, que se estrena hoy, fue la gran vencedora del pasado Festival de Málaga donde acaparó seis premios, entre los que estuvo el de mejor actor para Unax Ugalde y el Premio del Jurado.

Ugalde es Daniel, un joven cocinero que consigue un trabajo en un restaurante de relumbrón en Zurich. Allí conocerá a Hanna (Nora Tschirner), sumiller del local, con la que entabla una relación de amigos "que se besan", como apunta el director y guionista, junto a Paco Cabezas y Juan Carlos Rubio. "Esta es una historia de amor, donde la trama es sencilla porque lo que importan son los sentimientos", dice. En un buscado tono gélido, y filmada con "una lejana proximidad", la película prefiere los silencios y las miradas y se esfuerza en huir de lo evidente, aunque la obsesión por la naturalidad en los diálogos parezca en ocasiones impostada. "He querido desmontar lo que se piensa que es una comedia romántica", admite.

La contención es la llave maestra de la película. "Me interesa sobre todo un cine de las cosas que no se dicen", asegura un director, que hasta ahora había desarrollado una carrera de montador en filmes como Gordos, de Sánchez Arévalo, o La vergüenza, de David Planell. Pinillos se esfuerza por huir de los tópicos, aunque no siempre salga airoso, si bien sí logra en Bon Appétit contar una historia de amor "no perfecta", con sus miedos y sus cobardías, que "nos arrastra a la realidad".