Cándido Méndez (Badajoz, 1952) apela a la responsabilidad para justificar el Acuerdo Social y Económico, del que reconoce no sentirse satisfecho, pero del que espera ayude a anticipar la recuperación económica. Tampoco se olvida de que hay que revertir la reforma laboral, resarcir la congelación de las pensiones, y que los funcionarios recuperen el poder adquisitivo perdido. Todo eso cuando haya un crecimiento económico razonable. Mientras, la labor de los sindicatos, dice, está en negociar para apoyar no sólo a los trabajadores sino al país.
¿Se siente cómodo el secretario general de UGT defendiendo las mismas reformas que gustan a Merkel, Sarkozy y Botín?
Yo me siento cómodo defendiendo los intereses de los trabajadores. En la globalización, hay que actuar en un doble plano: hay que defender a nivel nacional los intereses de los trabajadores, intentando evitar recortes o que estos vayan hasta sus últimas consecuencias, pero también hay que defender a nuestro país. Es ese equilibrio, difícil pero necesario, de defender tus intereses pero también saber que todos estamos en el mismo barco. Si a España le va mal, a los primeros que les va mal es a los trabajadores. España por sí sola no puede salir de la crisis, si encima cada uno vamos por nuestro lado...
¿La única manera de que a España le vaya bien es acordar esta reforma de las pensiones?
Estamos adentrándonos peligrosamente en un Triángulo de las Bermudas económico: una inflación alta, un crecimiento económico negativo el año pasado y muy débil este año, y un paro por encima del 20%. Tenemos un imperativo moral de intentar buscar fórmulas para contrarrestar esa situación porque quienes peor lo están pasando ya son los trabajadores y los pensionistas, y la situación podría agravarse.
¿Quién ha cedido más: los sindicatos o el Gobierno? Parece que los sindicatos.
Para saber lo que significa el acuerdo sobre pensiones hay que fijarse en los planteamientos iniciales del Gobierno. Y a partir de ahí podemos entender qué papel han jugado las organizaciones sindicales en esta negociación, que ha sido muy dura. El acuerdo es una corrección radical de los planteamientos iniciales del Gobierno, que hablaba de 67 y sólo 67, eliminar la jubilación parcial y restringir la jubilación anticipada. El resultado ha sido 65 y 67, reconocer que hay que mantener la jubilación anticipada a los 61 aumentando la cotización de los empresarios de manera gradual, y se ha constituido como derecho la jubilación a los 63 antes tenían que haberte despedido. Y dos iniciativas, a propuesta de los sindicatos, que tienen alcance histórico porque es la primera vez que, a efectos de cotización, en España se reconoce el periodo formativo y el tiempo dedicado al cuidado de hijos.
¿Qué ha cambiado para pasar de una movilización contra la jubilación a los 67 años a firmar un acuerdo que, con todas las matizaciones, acepta ese retraso a los 67?
Pero no en las condiciones que quería el Gobierno. Son cambios profundos. Y los 65 siguen ahí.
Pero en peores condiciones que ahora.
Pero sigue ahí. Y, junto a estas correcciones que equilibran de forma sustancial lo que quería el Gobierno, hay otros elementos como la política industrial y energética; investigación, desarrollo e innovación, la recuperación del debate sobre la modernización de la función pública y su evaluación, que para nosotros es la puerta para recuperar el poder adquisitivo de los empleados públicos. El coste de la energía es mucho más gravoso para las empresas que los costes laborales. El debate de las pensiones ya no se limita a la demografía sino que se hace en relación con la actividad económica de este país. Las pensiones y la cuantía de las pensiones van a depender, más que de la evolución demográfica, del empleo, de los salarios, de la productividad y del crecimiento del PIB.
La derecha europea apoya las mismas medidas que los sindicatos defienden. ¿Cómo hay que entender este encuentro?
Yo no veo ningún encuentro. Nosotros hemos conseguido hacer una corrección en profundidad, un acuerdo más equilibrado. Hay sectores de la derecha que preferían una reforma sin pacto. Lo que, pasado un tiempo, más nos reprocharían los trabajadores sería que no estuviéramos implicados en la defensa del sistema público de pensiones, que nos automargináramos. Ojalá que a la vuelta de cuatro o cinco años, aquellos que desde ámbitos progresistas nos reprochan, con sus razones que yo respeto, no tengan que ponerse a defender el acuerdo.
¿Entiende las críticas que acusan a los sindicatos de traicionar a los trabajadores?
Esta expresión yo en mi organización no la he vivido. Este es uno de los procesos que mi organización ha debatido en mayor profundidad en los órganos de dirección y control. Mi organización está profundamente convencida, incluso los que votaron que no, que la mejor alternativa que podemos ofrecer a los trabajadores es implicarnos en la defensa del sistema público de pensiones. Incorporándonos a un acuerdo que nosotros no hemos tachado de éxito.
Entonces, ¿no está satisfecho con el acuerdo.
Yo no puedo hablar en términos de satisfacción con el acuerdo. Puedo hablar en términos de implicación y responsabilidad. Y creo que el resultado final ha restituido en parte significativa el equilibrio que rompían los planteamientos iniciales del Gobierno. Nosotros no hemos conseguido que desaparezcan los 67, pero en su aplicación práctica no va a resultar lo que quería el Gobierno.
¿Se ha conseguido más negociando que movilizando a la sociedad?
Lo que hemos hecho es gestionar de manera inteligente la huelga del 29 de septiembre. Y tenemos pendiente su gestión completa con la reforma laboral. Al final, el Gobierno ha tenido que reconocer que no hay una única manera de combatir la crisis. El Ejecutivo pensaba que sólo podía aceptar resignadamente el dictamen de los mercados financieros. Y, luego, nosotros también estamos en la obligación de calcular los efectos de la reforma en los términos que planteaba el Gobierno si no hubiéramos pactado.
¿Cree que los sindicatos mantienen la capacidad de movilización o han perdido?
Nosotros tenemos una importante capacidad de movilización. Pero el sindicalismo español no es un sindicalismo de convocar una huelga general cada cuatro meses. Esa es una opción que nunca puedes descartar, las circunstancias te pueden empujar y nosotros la hubiéramos convocado. Pero nuestra opción era la negociación. No son los sindicatos los que rompen. Es el Gobierno, y la patronal con el cambio de dirección, los que recuperan el sendero de la negociación. Nosotros, en septiembre de 2009, firmamos un acuerdo donde se planteaba la congelación salarial de los empleados públicos, entonces apostamos por la negociación. Sin embargo, el Gobierno rompió el acuerdo en febrero y también rompió la negociación en el ámbito parlamentario con la congelación de las pensiones vulnerando el Pacto de Toledo. El Gobierno había perdido la perspectiva y la serenidad a la hora de atajar la crisis. Con el pacto social las recuperamos.
¿Y por qué se recupera la negociación?
Porque la huelga general del 29 de septiembre, a pesar del achique mediático, ha hecho mella en el Gobierno.
Pero parece que el pacto a quien ha dado oxígeno es al Gobierno. Y que a la patronal le ha salido gratis el acuerdo.
No lo comparto. Esa no es la conclusión si se analiza el resultado del acuerdo. Además, el Gobierno tiene una avalancha tal de problemas, él mismo ha definido un agua pantanosa con tan poco oxígeno, que ni siquiera elementos de respiración asistida que no es el caso le pueden ser de utilidad. Respecto a la patronal, lo que hace es implicarse en el empleo, en el plan de choque; es una propuesta que ella plantea, que asumimos los sindicatos y que financia el Gobierno para anticipar el empleo. En una situación en que este país necesita anticipar la recuperación, el empleo, recuperar la confianza, este acuerdo es la expresión de un compromiso para lograr esos objetivos.
También es un pacto que recorta las pensiones.
Ese es el elemento que el tiempo tiene que dilucidar. Porque en España la cuantía de las pensiones depende más de los salarios, de la evolución económica, que de este tipo de medidas. Si con el acuerdo somos capaces de poner las bases para que el crecimiento sea más perdurable y saludable se podrían neutralizar los efectos de recorte, y lo digo con toda la prudencia. Ya tenemos experiencia, porque cuando alargamos el periodo de cálculo de la pensión en 1985 y en 1997, las pensiones medias no bajaron; al contrario, han subido. Se puede producir simultáneamente un ahorro en el gasto en pensiones en términos de PIB, por el propio crecimiento económico, sin que eso suponga un recorte en la cuantía de la pensión.
¿Considera que el pacto social va a crear empleo?
Por sí mismo no crea empleo. Lo que hay es un compromiso de los empresarios. Este es un pacto de confianza recíproca. Hay una parte que hemos asumido porque la patronal nos ha dado razones. En el plan de choque de empleo a tiempo parcial para jóvenes y parados de larga duración, la patronal ha manifestado que conoce a muchas pequeñas empresas que podrían anticipar la contratación si se les daba una fórmula de esta naturaleza. Y luego está que se pueda anticipar el retorno de los créditos. En ese sentido hay que interpretar los elogios de Merkel y Sarkozy, cuyos bancos son los tenedores de nuestra deuda privada.
¿Qué le parece la exigencia de Merkel de desvincular los salarios del IPC?
En Alemania no tienen graves problemas de inflación. Nosotros, con crecimiento económico negativo registramos un 3% de inflación porque tenemos una dependencia energética muy alta. En Alemania es probable que se puedan plantear un modelo de determinación de los salarios sólo teniendo en cuenta la productividad, porque su problema no es la inflación. En España necesitamos tener en cuenta la inflación y la productividad, que ya está incluida. Trabajamos sobre previsión de inflación, pero necesitamos la cláusula de revisión salarial para no pagar los errores de otros. Hemos pactado un acuerdo donde damos preferencia al empleo y contenemos los salarios. Con este acuerdo, el año pasado los salarios subieron menos que la inflación. La cláusula de revisión opera al final del trienio para que se pueda producir la recuperación. En España, el modelo de determinación de los salarios sólo se puede entender así. Además, la cláusula de revisión juega un papel clave porque nuestro crecimiento económico depende mucho del consumo interno.
¿Cómo están ahora sus relaciones con Zapatero tras el acuerdo?
Aquí, el psicodrama no cabe. En el plano personal tengo una relación cordial con el presidente del Gobierno. Pero nunca la cordialidad ha sido incompatible con la confrontación con la discrepancia rotunda en el terreno de la representación política. Indudablemente seguimos manteniendo discrepancias muy notables: en la política fiscal, con la reforma laboral, con la congelación de las pensiones, con el recorte de los empleados públicos. Lo que hemos hecho es poner cauces.
¿Se llaman menos ahora? ¿Cuántas veces ha ido a cenar a la Moncloa?
He ido muy pocas, y no es de ahora. De mí hay dos leyendas urbanas: una, que voy mucho al palco del Real Madrid, no es verdad; y otra, que voy a cenar a la Moncloa, tampoco es verdad.
¿El PP va a apoyar el acuerdo social?
Yo he tenido puntualmente informado a Rajoy de cómo iban las conversaciones. Y siempre ha mostrado la misma posición: predispuesto a, si había un acuerdo en pensiones, apoyarlo, Porque él es consciente de que en un acuerdo que se desarrolla en catorce años a partir de la entrada en vigor tiene que haber un compromiso de todos los grupos parlamentarios, especialmente de los mayoritarios.
En público no lo dicen así.
También el Gobierno podía haber hecho una labor de información más puntual, que no sé si lo ha hecho. Lo que yo le he interpretado al presidente del Partido Popular es que ellos estaban predispuestos a apoyar el pacto en pensiones, si había pacto, y lo que era el acuerdo general ya lo veía con más distancia.
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