Este artículo se publicó hace 15 años.
Guillermo del Toro se pasa a las novelas de vampiros
Mañana se lanza el primer tomo de la Trilogía de la Oscuridad, escrita junto a Chuck Hogan
Que Guillermo del Toro se haya lanzado a la conquista del mercado editorial con una trilogía de vampiros escrita junto a Chuck Hogan no debería sorprender.
El cineasta ha explotado con éxito los mitos del género fantástico, dejando satisfechos a público general y fans del género. Los vampiros no constituyen más que uno de sus temas favoritos que se dan lugar en el primer volumen, Nocturna, a la venta mañana en todo el mundo.
Del Toro conoce el terreno que pisa y Hogan es autor de una novela negra, El príncipe de los ladrones, que actualmente prepara su salto al cine. Por lo que Nocturna se beneficia, claro, de unas técnicas narrativas que bien podrían hacernos suponer que nació para ser filmada.
La sensación de leer un taquillazo está presente desde un arranque de infarto, capaz de mantener al lector con los sentidos alerta desde el primer momento: la llegada al aeropuerto de Nueva York de un vuelo procedente del centro de Europa, con toda su tripulación muerta aunque sin señales de violencia exterior.
La escena de 40 cuerpos sin vida que parecen dormir plácidamente en sus asientos hace pensar a las autoridades en una epidemia desconocida. El único elemento extraño en la escena es un gran ataúd que desaparece del compartimento de equipajes. Y el eclipse: todo esto sucede mientras parte del planeta queda incomunicado y sin luz.
Sobre Nocturna pende constante la amenaza de la epidemia, de una peste maldita que ha esperado durante siglos y que podría extenderse por el mundo. Es el vampirismo entendido como peste, como virus mortal, una de las vuelcas de tuerca que Del Toro y Hogan dan al monstruo de los colmillos, que por supuesto también hace acto de presencia en el personaje de Jusef Sardu. Él es el origen, el viejo europeo, la necesaria sombra gigante con olor a moho, encorvada por los años, que inaugura la cadena de infecciones.
El libro apuesta por el drama y la espectacularidad calculadosMás que vampiros, Nocturna presenta a unos no-muertos tan irracionales e instintivos como zombies, a quienes unos dientes fuertes y unos sentidos desarrollados ayudan, pero también nuevos órganos y funciones que los autores describen con afán por parecer realistas, conscientes de que la audiencia disfruta con explicaciones pseudocientíficas tipo CSI.
Sus vampiros están provistos de un tentáculo-aguijón extensible en su garganta que usan para chupar la sangre. Así es el método de contagio, vía corte en el cuello. Como manda la tradición, deben alejarse de la luz del sol y, como alimañas, suelen ocultarse por el día. Ni el agua bendita ni los crucifijos tienen el más mínimo efecto, unos elementos de carácter religioso que en pleno siglo XXI parecen muy poco serios.
Cabos sueltosNocturna deja muchos cabos sin atar para las siguientes novelas, entre otros, una guerra entre clanes de vampiros que en su día se repartieron el mundo, que viven en una constante tregua y en una interesada paz con los humanos (no quieren que un virus acabe con su alimento). También el posible origen extraterrestre de la plaga.
Pero sobre todo su apuesta, llena de acción y momentos de drama y espectacularidad calculados, es clara por el relato de aventuras épico, por esa lucha eterna entre bien y el mal donde los buenos tienen, como siempre, todas las de perder. Porque frente al virus, y con el objetivo de derrotar a Sardu, Del Toro compone su particular Comunidad de Anillo en versión antivampiro: dos epidemiólogos, un estudioso que conoció de primera mano la leyenda del vampiro durante su estancia en un campo de concentración nazi y un exterminador de ratas.
Un pequeño juego con la Historia que es también una constante en Del Toro, que ya en El espinazo del diablo y El laberinto del fauno se divertía con leyendas en un escenario como la Guerra Civil española.
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