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La gran ficción de la Historia

Académicos, autores y lectores se reúnen del 7 al 10 de mayo en el I Encuentro Internacional de Novela Histórica en Valladolid, donde analizarán el pasado, presente y futuro de un género con gran éxito popular pe

JESÚS ROCAMORA

Los historiadores no sólo hablan de las historias de otros: a veces, también de las propias. En 1996, José Luis Corral, profesor de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza, publicó El salón dorado (cuyo título completo es De Constantinopla a la España del Cid: una novela del siglo XI) y se encontró con que durante los cinco años siguientes estuvo 'absolutamente marginado de todos los circuitos medievalistas, cursos y seminarios'.

Sus colegas no veían con buenos ojos que alguien procedente del mundo académico se entregase a la ficción y rompiese así 'esta dicotomía terrible por la que los historiadores recelan por completo de los escritores que hacen novela histórica y por la que estos, a su vez, consideran a los historiadores como momias de museo'.


Por suerte, el recelo y la dicotomía se van rompiendo. De ahí la participación de Corral en el I Encuentro Internacional de Novela Histórica en Valladolid -del 7 al 10 de mayor dentro de la programación de la Feria del Libro de la ciudad- junto a otros catedráticos que practican la ficción, como Carlos García Gual (director de las jornadas); best sellers del género, como Gisbert Haefs (Troya) y Antonio Sarabia; autores que se acercan al pasado de manera personal (Alfonso Mateo-Sagasta, Félix J. Palma);e incluso quien ni siquiera cree en la novela histórica (Martí Domínguez).

Todos ellos hablarán del pasado,el presente y el futuro de un género en permanente boom editorial, rechazado por críticos y abrazado por el público, de sus límites y sus funciones. 'Uno de los retos de este encuentro es que en el mundo académico, universidades y centros de investigación se entienda que la novela histórica es una aportación más a un tipo de cultura en torno a la Historia', zanja Corral.Pero ¿necesita la novela histórica ser defendida? 'No: está donde está por pleno de derecho, pero no deja de ser curioso que sea un fenómeno relativamente nuevo. La historia siempre se ha utilizado como fuente por la literatura, pero hasta hace diez años nadie hablaba del género', dice Alfonso Mateo-Sagasta.

Y eso que ya escribían autores de primera, como Pérez Galdós y Ramón J. Sender, a los que nadie ha considerado de novela histórica. 'Ahora se ha redefinido, hay una etiqueta, autores especializados y se ha creado un producto nuevo a consumir. No sé que fue antes, si el huevo o la gallina, pero hay novela histórica mezclada con todo, con novela policíaca o fantástica' agrega.En su libro Ladrones de tinta(Primer Premio Internacional Novela Histórica Ciudad de Zaragoza 2005), Mateo-Sagasta utiliza como trasfondo el Madrid del Siglo de Oro para desarrollar una investigación ficcionada sobre quién es el autor del Quijote apócrifo, quien se esconde detrás de Alfonso Fernández de Avellaneda. Lo define como thriller, aunque sus argumentos para decir si fue Góngora o Quevedo son los mismos que utiliza la mayor parte de los catedráticos de historia de la literatura y de filología. 'Yo no invento más que ellos. La historia no es una ciencia exacta.

La verdad histórica no existe: hay interpretaciones de la realidad y de los hechos. Lo que hay que saber es en qué ámbito nos estamos moviendo'.Y todos los escritores consultados por Público están de acuerdo en el ámbito en el que nos movemos: en el de la novela. En el de la literatura, a secas. El escritor Martí Domínguez, que participa el día 9 en la mesa La imagen de la literatura en la novela histórica, tiene claro a qué irá a este encuentro: 'A oponerme a estas separaciones de géneros en la novela. Los calificativos a la larga perjudican. Este encuentro debe defender la novela de calidad. Y criticar ese exceso de novelitas históricas que recrean cualquier hecho o batalla relevante pero que, en el fondo, no es otra cosa que un documental amable, un reportaje sin técnica literaria, más allá de la exposición de unos hechos. Esto ha producido la decadencia del género, que ha sido un filón para escritores sin preparación literaria'.

Domínguez critica que se premien novelas históricas que no pasan de una sucesión de hechos documentados, sin más. 'Muchas veces le preguntaría a los autores por qué han contado el 2 de Mayo o Trafalgar: aparte de una regresión histórica, impecable, ¿qué más me quieren contar? La primera misión de la novela histórica es la literatura. Y la segunda, el rigor histórico. Milan Kundera decía que los novelistas no son los siervos de los historiadores. Lo que hacemos es usar los hechos para crear literatura. Y los hechos no son tan importantes como el resultado literario'.

Otra cosa es el márketing que hace que muchos autores 'busquen un rendimiento a su trabajo: da la sensación de que a veces se busca qué efemérides celebraremos en dos o tres años para hacer novelas ad hoc sobre ese aspecto. Muy triste'.Domínguez es autor de El regreso de Voltaire (Premio JosepPla 2007), una novela que recrea los últimos 30 días del filósofo en París. Opina que toda novela debe hablar de 'pasiones humanas' y por eso en la suya no le interesa lo que pasó en esos últimos días sinotodas las reflexiones que se hace Voltaire por haber vuelto a su ciudad natal, tras 30 años en el exilio y enfrentarse a su sociedad. 'Me interesa el aislamiento del escritor', precisa.A pesar de todo lo anterior, es inevitable pensar que parte del éxito de la novela histórica está en que el lector se acerca a ella para saber más, para conocer mejor un personaje o acontecimiento. Es, según Mateo-Sagasta, 'el enseñar deleitando', aunque 'es una trampa porque, al final, el lector no busca una novela sino divulgación histórica. Pero esto es un problema de los historiadores, que no están haciendo su trabajo.

A la gente le gusta saber Historia pero resulta que no encuentra esos textos. Se nos hace muy árida, pensada y escrita para el consumo interno entre historiadores'.Corral también subraya esta idea, e incluso la lleva más allá: 'La Historia en España ha sido utilizada como arma política y, con frecuencia, los historiadores se han preocupado más de justificar el presente que de hacer entender bien el pasado'. Corral desarrolla esta idea, empezando por Alfonso X, 'pero el último ejemplo que me ha abochornado es la Historia de España de César Vidal y Jiménez Losantos.

Todos los historiadores manipulamos la historia porque nuestra formación nos condiciona. Pero lo que han hecho estos dos, o Pío Moa con la Guerra Civil, es una vergüenza, una falsificación, una manipulación del pasado para justificar el presente. Y es una vergüenza que mis colegas lo permitan'.Todo lo cual tiene sus propias implicaciones para la novela histórica: con los historiadores 'dando la espalda a la gente', los lectores 'se han ido de la Historia. Y la gente que quiere saber Historia se va a la novela, que ofrece una reflexión sobre el pasado y algo a lo que los historiadores no estamos acostumbrados: a acercarnos al alma de la gente, presentar sentimientos de personas del siglo IV o del siglo XV'.

Las jornadas también abordarán La idea de ciencia y el progreso en la novela histórica, una mesa donde participará Félix J. Palma, que en su novela El mapa del tiempo (Premio Ateneo de Sevilla 2008), narra el impacto en el Londres victoriano de La máquina del tiempo de H. G. Wells. Para él, la novela histórica y la fantástica comparten el mal de ser populares. 'Eso sólo es indicativo de que estamos ante entretenimiento, un ingrediente que no puede faltar en la literatura'.

Pero ¿está cambiando Internet la forma de hacer novela histórica? En Los nuevos charlatanes, el sociólogo Damian Thompson apunta a la Red de redes como caldo de cultivo para lo que llama contrinformación: teorías científicas e históricas sin fundamento, desde el creacionismo a la negación del Holocausto, que pueden servir de base a otros libros. 'Pero también la Red permite el acceso a documentos antes ilocalizables', lo que ahorra desplazamientos, recuerda Domínguez.Con más humor, Mateo-Sagasta confiesa que conoce Internet desde hace poco pero que lo ha usado como Salgari para escribir Las caras del tigre [donde sigue los viajes de Dar-win]: 'Él sólo tenía un Atlas y un par de enciclopedias universales para ver mundos. Yo, con Google Earth, viajé de maravilla. Me hace gracia pensar en el Borneo que hubiese descrito en Sandokán de haber tenido esta herramienta alucinante en sus manos'.

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