Este artículo se publicó hace 15 años.
Golpeada por la crisis, Islandia busca renovarse
Por Kim McLaughlin y Kristin Arna Bragadottir
Su economía está en ruina y su Gobierno ha caído, pero los islandeses ven una extraña oportunidad en todas estas calamidades: una ocasión para revisar cómo se han hecho los negocios en esta isla volcánica.
Durante décadas, esta nación del Atlántico Norte de sólo 320.000 habitantes ha estado dirigida por grupos políticos y económicos cerrados. Sin embargo, la élite gobernante se ha visto dañada por su papel en la crisis financiera que destaca, por encima del resto del mundo, por su velocidad y su alcance.
"Sólo espero que podamos construir un nuevo gobierno con una nueva constitución y que no haya ningún tipo de juego implicado del tipo 'si yo te ayudo, tú me ayudas'", dijo Elva Benediktsdottir, una abogada laboralista.
La sacudida podría beneficiar a los movimientos de base, que han protagonizado protestas callejeras que ayudaron a derrocar el Gobierno y ahora quieren lanzar un nuevo partido político.
Cuando la economía emergió, haciendo de Islandia uno de los países más ricos en renta per capita del mundo en 2007, pocos cuestionaron un sistema que parecía traer mucha prosperidad. Pero después de una crisis de deuda que llevó al colapso de los principales bancos comerciales de Islandia y que se espera que hunda al país en una recesión profunda este año, muchos se cuestionan cómo se llegó a tanto bienestar.
"Creo que la presente crisis nos da la mejor oportunidad que hemos tenido nunca de hacer algo al respecto, porque no es una característica muy sana de Islandia y los políticos islandeses, estos vínculos estrechos", dijo Gunnar Helgi Kristinsson, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Islandia.
"Y el ultraje que en realidad hizo caer al último gobierno tiene algo que ver en esto".
La naturaleza de la sociedad islandesa también es evidente en la compleja red de propiedades cruzadas que caracterizó gran parte de su economía, a menudo haciendo opaco el proceso de toma de decisiones.
Con la economía destrozada por la crisis, Islandia se vio obligada a pedir un paquete de rescate encabezado por el FMI con préstamos y ayudas por valor de 10.000 millones de dólares (7.540 millones de euros). Las protestas se han convertido en un elemento habitual en las calles de Reikiavik, hasta hace poco tranquilas.
ELECCIONES
El Partido de la Independencia del ex primer ministro Geir Haarde, durante décadas el mayor y más influyente partido de Islandia, es el objetivo de gran parte de la ira popular.
"Creo que el Partido de la Independencia debe ser declarado responsable de lo que ha sucedido", dijo Sigridur Thorsteinsdottir, un aparcacoches. "Me gustaría sangre nueva y quiero ver nuevas caras gobernando el país".
Haarde dimitió el lunes y los manifestantes también han pedido la dimisión del presidente del banco central, David Oddsson, que previamente, cuando ocupó el cargo de primer ministro, lideró la desregulación financiera que sustentó el boom económico durante una década y que ahora ha quedado reducido a cenizas.
Una reciente encuesta de opinión del diario Frettabladid mostró un descenso del Partido de la Independencia al 22 por ciento, frente al 37 por ciento cosechado en las últimas elecciones. Su ex socio en el gobierno, la Alianza Democrática Social, también se ha hundido.
En su lugar, el Partido Izquierda Verde, que nunca ha formado parte del gobierno, parece dispuesto a hacerse con el puesto de mando tras las elecciones anticipadas, cuya fecha aún es incierta. Las encuestas sugieren que se convertirá en el mayor partido del país.
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