Por Frederik Joelving
Los hombres mayores queestán analizando optar por la cirugía robótica para eltratamiento del cáncer prostático no deberían confiar en lapromoción exagerada de esa tecnología costosa por sobre unatécnica más artesanal.
Esto surge de una nueva encuesta, que revela que las quejaspor trastornos sexuales e incontinencia urinaria son tanfrecuentes después de uno como de otro procedimiento.
"No me sorprendió. Desafortunadamente, la prostatectomíarobótica, como muchos procedimientos para el cáncer de próstata,tuvo más publicidad que la debida", dijo el doctor Otis Brawley,director médico de la Sociedad Estadounidense del Cáncer, quienno participó del estudio.
El uso de la prostatectomía robótica creció mucho en EstadosUnidos, a pesar de la falta de pruebas de su superioridad antela técnica tradicional para extirpar la próstata. Aun así, esmucho más costosa, ya que suma unos 2.000 dólares en costos dehospital por cirugía.
El nuevo estudio, publicado en Journal of Clinical Oncology,surge de las respuestas de más de 600 pacientes beneficiarios deMedicare, el programa de salud público para los adultos mayores.
A unos 400 se les realizó una prostatectomía laparoscópicarobótica, en la que el cirujano utiliza un robot para llegar ala próstata a través de pequeños orificios en el abdomen. En elresto se usó la cirugía tradicional abierta, en la que lapróstata se extirpa a través de un corte en el abdomen.
El equipo del doctor Michael Barry, del Hospital General deMassachusetts, en Boston, determinó que nueve de cada 10 hombresdesarrollaron un trastorno sexual moderado a grave en los 14meses posteriores a la intervención. Y un tercio sufrió deincontinencia urinaria.
En general, no se observaron diferencias entre ambos grupos,aunque los trastornos urinarios fueron algo más comunes con lacirugía robótica.
Un editorial sobre el estudio señala que los resultados son"aleccionadores", pero agrega que es difícil comparar ambosprocedimientos según los nuevos datos.
"El problema que deja al descubierto este estudio es lacuestión de las expectativas. Está el arrepentimiento asociadocon el uso de la cirugía robótica", dijo el urólogo MatthewCooperberg, autor del editorial.
Eso se debe, en parte, a la gran promoción delprocedimiento, que, según el experto, catapultó la cirugíarobótica a su posición actual. En Estados Unidos, el 85 porciento de los miles de extirpaciones prostáticas que se hacencada año son robóticas.
"Es responsabilidad del fabricante, los cirujanos y lacultura, que tiende a darle crédito a la tecnología, aun cuandoel paciente no lo comprenda", dijo Cooperberg, de la Universityof California, en San Francisco.
El equipo escribe: "El robot es una tecnología impresionanteque le permite al cirujano sentarse frente a una consola decontrol y manipular una cámara y dos o tres brazoslaparoscópicos con seis grados de movimiento de la muñeca paracortar, extirpar, cauterizar o suturar con imágenestridimensionales y de altísima precisión".
Los robots, que cuestan un par de millones de dólares,tienen algunas ventajas. Por ejemplo, reducen la pérdida desangre, lo que le permite al cirujano operar mejor.
Pero Cooperberg, que utiliza esta tecnología, admite queprobablemente no supere a la cirugía tradicional en eltratamiento del cáncer ni reduzca los efectos adversos.
El experto recomendó que los pacientes que se van a operarse concentren en la experiencia del cirujano, en lugar de latecnología.
"Estas cirugías sólo las deberían hacer los cirujanos quepueden demostrar que logran buenos resultados. Los pacientestienen que preguntar 'Doctor, ¿qué resultados obtiene?'", señalóCooperberg.
Y Brawley coincidió: "Si un cirujano no lo puede responder,le sugeriría al paciente que busque otro especialista".
Según un estudio previo, más de 120.000 estadounidenses concáncer de próstata diagnosticado serían anualmente loscandidatos ideales para la espera vigilada. Sin embargo, lamayoría ingresa a un quirófano o recibe radioterapia u otrotratamiento.
El fabricante del popular robot Da Vinci, Intuitive SurgicalInc., rechazó opinar sobre el estudio.
FUENTE: Journal of Clinical Oncology, online 3 de enero del2012
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