Este artículo se publicó hace 15 años.
Una esposa crédula y obediente
La figura de Rosemarie Fritzl, la esposa del monstruo de Amstetten, concentra algunos de los aspectos más desconcertantes del caso. La prensa la ha presentado como una esposa inculta, obediente y pasiva para explicar que en 24 años no sospechara nada del infierno que vivía su hija en el sótano.
El lunes Rosemarie rompió su silencio en la prensa británica. En declaraciones al diario The Sun, Rosemarie, de 69 años, lamentó que su vida está destrozada: "No tengo dinero. Mi orgullo es todo lo que me queda, eso y mi familia. Lo único que quiero es estar con mi familia".
Quiere divorciarse
El tabloide bávaro Passauer Neue Presse ha informado de que Rosemarie va a pedir el divorcio. Según el rotativo, ella vive ahora con un nuevo nombre en un apartamento de la ciudad de Linz.
Rosemarie se casó con Josef a los 17 años y tuvo siete hijos con él, incluida Elisabeth. No estudió ni aprendió ningún oficio. Fue ella quien denunció a la Policía la desaparición de su hija Elisabeth en agosto de 1984.
Aparentemente, se creyó todo lo que le decía su marido. Primero, que Elisabeth había caído en manos de una secta y que hizo llegar a la familia una carta en la que pedía que no la buscaran. Luego, en tres ocasiones distintas, que Elisabeth había dejado a la puerta de la casa a un hijo que no se veía con fuerzas para educar y tenían que adoptarlo.
Durante años, Josef bajaba todas las mañanas al sótano "para trabajar". Rosemarie obedeció siempre la orden de dejarle tranquilo.
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