los inversores internacionales no parecen dispuestos a dejar que se les escapen las gangas que hoy ofrece España. Ésa es la justificación unánime de los expertos a la fuerte entrada de dinero foráneo de la que hace poco se jactó Emilio Botín. La inversión extranjera directa, descontando la destinada a la compra de deuda pública, superaba los 19.400 millones de euros en agosto pasado. En la misma fecha de 2012, el importe era de sólo 9.000 millones, según los datos que ha adelantado el ministro de Economía, Luis de Guindos.
Detrás de las principales operaciones están, fundamentalmente, fondos buitre, sociedades de capital riesgo, grandes patrimonios, gestoras de planes de pensiones y fondos soberanos. Los destinos más habituales de sus inversiones son el mercado de renta variable, los activos inmobiliarios y la compra directa de participaciones empresariales. Entre estas últimas, la más sonada ha sido la reciente incorporación de Bill Gates al accionariado de FCC.
La llegada de abundante dinero fresco al mercado de valores, sobre todo desde el verano, explica la favorable evolución del Ibex 35, que recientemente llegó a tocar los 10.000 puntos. Aun así, la Bolsa española, en líneas generales, sigue estando bastante barata, pues le falta mucho para volver a los 16.000 puntos que tenía en noviembre de 2007, justo antes del estallido de la crisis. Un ejemplo: Telefónica cotizaba entonces en torno a 23 euros por acción, y hoy está en 12 euros.
El recorrido que sigue teniendo el Ibex 35, a juicio de los expertos, ha animado a tal punto a los extranjeros que el mayor fondo de renta variable, Fidelity Iberia, ha recibido más de 500 millones de otros países para invertir en España. En el resto de las grandes bolsas europeas, los volúmenes no son tan significativos al haber corregido antes la depreciación sufrida por las incertidumbres sobre el euro.
Los no residentes también están aprovechando a conciencia el abaratamiento de los precios inmobiliarios, que oscila entre el 30% y el 40% desde que se pinchó la burbuja. Hasta julio, la inversión extranjera en ese sector ascendía a 2.834 millones de euros, un 16% más que en los siete primeros meses del año anterior. Durante el mismo periodo, los españoles sólo se gastaron en ladrillo sólo 199 millones, debido fundamentalmente a la escasez de crédito.
La consultora CEBRE estima que 2013 se cerrará con una inversión extranjera en el sector inmobiliario que rondará los 4.000 millones de euros. Para 2014, las previsiones de la firma especializada Knight Frank son espectaculares: alrededor de 14.000, que se destinarán en buena parte a la compra de inmuebles adjudicados y de créditos fallidos que las instituciones financieras están intentando colocar, bien directamente o a través de la Sareb (el banco malo).
En los últimos meses, se han efectuado algunas transacciones muy importantes en el ámbito inmobiliario, con no residentes como compradores. Es el caso de las 300 oficinas del Banco Sabadell que han pasado a manos de Fibra Uno por un importe de 253 millones de euros. O de los 3.000 pisos del Plan Joven de la Comunidad de Madrid que se ha quedado Goldman Sachs por 201 millones.
La venta de participaciones empresariales, normalmente mediante colocaciones aceleradas, ha sobrepasado ya los 5.000 millones de euros, según los cálculos más realistas. Especialmente activa a este respecto ha estado la Bankia, cuya cura de adelgazamiento le ha llevado a deshacerse de su 12,09% en IAG (el holding al que pertenece Iberia) y de su 12% en la aseguradora Mapfre a favor de inversores internacionales, en junio y septiembre respectivamente.
La sociedades capital riesgo extranjeras, en fin, han redoblado su actividad, a rebufo de la brutal caída de los costes salariales inducida por la controvertida reforma laboral. Casi la mitad de toda la inversión en capital riesgo de este año corresponde a ellas.
La creciente entrada de capital foráneo no es, sin embargo, un fenómeno de este año: ya en 2012, la inversión extranjera directa superó los 21.000 millones de euros, con un aumento del 3,7% sobre 2011. Gracias a ello, España escaló dos puestos en el ránking mundial por dicho concepto, hasta colocarse en el decimosexto, según datos de la ONU. Lejos quedan, de todas formas, los 52.000 millones alcanzados en 2008, cuando la crisis empezaba a dar sus primeros coletazos.
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