Este artículo se publicó hace 14 años.
El Diccionario de americanismos salda una deuda histórica con Hispanoamérica
Tras diez años de "intenso trabajo", las veintidós Academias de la Lengua Española tienen ya listo el "Diccionario de americanismos", "una obra única e innovadora" que servirá de pauta para otras muchas y que salda una deuda histórica con los hispanoamericanos.
"Hispanoamérica no se merecía no tener un gran Diccionario de americanismos", asegura en una entrevista con Efe Humberto López Morales, director de esta "ingente obra" cuya presentación está prevista el próximo 5 de marzo en Valparaíso (Chile) como una de las novedades destacadas del Congreso Internacional de la Lengua Española.
Editado por Santillana, el Diccionario constituye "la más importante" aportación de las Academias a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas.
Es también, añade López Morales, "el mayor esfuerzo realizado hasta ahora por mostrar la riqueza léxica de América".
Se trata de un Diccionario de uso no normativo y sus 2.400 páginas contienen más de 70 000 entradas en las que hay numerosas frases y locuciones, y más de 120.000 acepciones. La estructura es "compleja e innovadora" y "está matemáticamente delimitada" para favorecer la comprensión del rico caudal de información que encierra e incorporar "las últimas teorías de la lexicografía".
Como subraya López Morales, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, estas instituciones "son las verdaderas autoras del Diccionario porque son las que han matizado las diferentes acepciones y han dicho lo que había que incluir o lo que no".
Esta "magna obra" se pondrá a la venta en Hispanoamérica después del Congreso de Chile y hasta abril no se publicará en España. La impresión de la obra se ha hecho en Perú "por razones crematísticas", dado que "cuesta una quinta parte que en España". Los ejemplares destinados a Europa se trasladarán en barco desde aquel país.
Se trata de un Diccionario contrastivo que excluye el léxico común a todos los hispanohablantes, que es casi un 90 por ciento, y, como destaca López Morales (La Habana,1936), "contiene palabras vivas. No hay vejestorios en él".
El vocabulario juvenil tiene una amplia presencia, entre otras razones porque en su elaboración han participado lexicógrafos jóvenes de los diferentes países.
El proyecto del Diccionario se remonta al siglo XIX, pero ni entonces ni durante muchas décadas después las Academias tenían medios para llevarlo a cabo. En 1998 "se presentó oficialmente" esta iniciativa y poco después comenzaron los trabajos.
"Me alegro de que no se haya hecho antes este Diccionario porque ahora sí que teníamos a mano todos los medios para hacer una gran obra", afirma López Morales, autor de medio centenar de libros, relacionados muchos de ellos con el español.
El Diccionario no recoge los significados propios del español general sino sólo los específicos de América. Por ejemplo, "afinar el piano" no siempre tiene que ver con la música, porque en el lenguaje popular de Chile equivale a realizar el coito con una prostituta.
"Afincar(se)" en Puerto Rico es "pegarse mucho una pareja de bailadores; en Cuba sería "propinar golpes" y en el lenguaje juvenil de Nicaragua significaría "besar una persona a alguien".
La palabra "agua" es sinónimo de borrachera en Cuba; "agua corta" es en Ecuador "un género musical que se interpreta con marimba y se acompaña de un baile" y "agua de culo" es en El Salvador un "brebaje que una mujer da a un hombre para retenerlo".
Los verbos ocupan a veces varias páginas y dan lugar a todo tipo de locuciones verbales: "Agarrar al toro por los cachos" equivale a tomar el control de la situación; en Honduras "se agarra canilla" quien se emborracha por varios días, y quien adquiere experiencia en algo "agarra cancha" en México y Centroamérica.
Y si en Argentina, Uruguay y Chile se dice "agárrate, Catalina, que vamos a galopar" es que se avecina una situación difícil.
Las locuciones del verbo andar también deparan sorpresas. En Venezuela "anda a caballo" quien está "metido de lleno en un asunto", y "anda a la pera" si va "sin rumbo fijo y sin preocuparse de nada".
"Andar a mecate suelto" es actuar sin ningún control en Honduras y "andar a los apurones" es estar sobrecargado de obligaciones, laborales sobre todo, en Centroamérica, Argentina, Bolivia y Paraguay.
El Diccionario se completa con un amplio índice sinonímico, "único en su género", y con ocho apéndices. Entre ellos figura el de Hipocorísticos hispanoamericanos más usados, que contiene un sinfín de diminutivos curiosos usados para decir los nombres de la gente en plan cariñoso y familiar.
Así, a los Carlos se les llama "Caco", "Carloncho", "Carlingas" o "Carletín"; "Cayaya" le dicen a las Candelarias en Venezuela; "Chano" sirve tanto para Epifanio como para Feliciano, Lisandro y Luciano; "Fofo" le dicen a los Adolfos en Nicaragua; "Cleta" es Clemencia en Bolivia; "Chicha" es Francisca en Venezuela, mientras que "Chichi" es Cecilia en Chile y Juan José en Guatemala.
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