Este artículo se publicó hace 14 años.
Detenidas 52 personas por tráfico de drogas en la cárcel de Santoña
Los estupefacientes eran introducidos lanzándolos por encima del muro o a través de 'mulas'
La Guardia Civil de Cantabria ha detenido a 52 personas, de las que 18 son reclusos que están o han pasado por el centro penitenciario de El Dueso, en Santoña, en la que supone la mayor operación contra el tráfico de drogas en las cárceles que se ha realizado hasta ahora en España.
En la operación, denominada 'Berria' y de más de un año de duración, se ha puesto al descubierto un entramado de adquisición, introducción, venta y cobro de la droga que llegaba al penal cántabro.
Según ha explicado hoy en rueda de prensa el delegado del Gobierno en Cantabria, Agustín Ibáñez, las investigaciones comenzaron en julio de 2009, cuando la dirección de El Dueso comunicó al Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga de la Guardia Civil la existencia de un tráfico de drogas organizado dentro de la prisión.
En principio, se consideró que los traficantes eran tres internos que se servían de familiares y amigos para conseguir la droga e introducirla en el penal, pero a medida que avanzaba la investigación se pudo comprobar que el entramado era más complicado de lo que parecía en principio y había muchas más personas involucradas.
Así, además de los 18 reclusos detenidos, 15 en El Dueso y otros tres en los centros penitenciarios de León, Dueñas (Palencia) y Valladolid, otras 20 personas arrestadas son colaboradores, la mayoría familiares de los presos y residentes en Cantabria.
La droga se pasa a través de 'mulas'Para introducir la droga en la prisión, los colaboradores de los internos lanzaban paquetes en ocasiones por encima de los muros de la cárcel, pero lo más habitual era que utilizasen a sus familiares o los de otros internos, que ocultaban los estupefacientes en el recto o en la vagina aprovechando las comunicaciones 'vis a vis'.
Era entonces cuando entregaban la droga al interno, que a su vez la ocultaba también en el recto para evitar ser descubierto en cacheos posteriores a los 'vis a vis' y en los regresos de los internos en sus permisos. El pago de los estupefacientes se realizaba entregando códigos de giros postales por el valor convenido de venta, o bien transferencias a diferentes cuentas bancarias.
Los investigadores averiguaron que no se trataba de un sólo grupo organizado el que traficaba con la droga, sino que había varios perfectamente estructurados e independientes entre sí, y que el cabecilla de cada grupo era el que realizaba la venta y otras personas o familiares directos eran los que se encargaban de cobrar los giros, así como de adquirir nuevas partidas.
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