Este artículo se publicó hace 14 años.
El desastre de Haití abre la puerta para un nuevo modelo de cooperación internacional
A pesar de la falta de resultados concretos, los participantes en la Conferencia de Montreal sobre Haití consideran que la reunión ha establecido un nuevo modelo de cooperación internacional en los países más vulnerables del mundo.
El terremoto del pasado 12 de enero ha dejado el país más pobre del continente americano, y uno de los más vulnerables de todo el mundo, en una situación catastrófica que amenaza la vida de decenas de miles de personas.
Según el primer ministro haitiano, Jean-Max Bellerive, que participó en la Conferencia de Montreal, y agradeció en numerosas ocasiones y de forma emotiva la atención que el mundo está prestando a la tragedia de su país, el terremoto destruyó el 60 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de Haití.
Además, el sismo provocó la muerte a decenas de miles de personas. Centenares de miles de personas se encuentran en campamentos provisionales tras haber perdido sus hogares y negocios. Decenas de miles están heridas y en muchos casos han sufrido las amputaciones de extremidades.
Todo esto en un país que antes del terremoto, según la Central de Inteligencia Americana (CIA), tenía un 80 por ciento de su población viviendo en pobreza y un 54 por ciento en la pobreza más absoluta.
Con un Producto Interior Bruto per cápita de 1.300 dólares al año, Haití se sitúa en el puesto 203 de los 229 del mundo y es también el país más pobre de América.
Ante esta situación, Bellerive dijo en Montreal que el término "reconstrucción" no es el más apropiado para explicar lo que Haití necesita porque implicaría volver a las condiciones que existían antes del sismo.
Aunque la Conferencia de Montreal no ha explicado de forma clara cómo se va a proceder, sus principales participantes han insinuado en varias formas que el plan de futuro va a ser una total reinvención del estado haitiano, tanto física como espiritualmente.
Las ideas esbozadas por Bellerive apuntan a que la población será redistribuida por todo el país, una delicada y compleja tarea.
Puerto Príncipe, que antes del sismo concentraba 3,5 millones de los 9 millones de habitantes de Haití y la práctica totalidad de las instituciones estatales, será reducida en tamaño e importancia administrativa.
Económicamente, el sector agrícola tendrá que sufrir una profunda reestructuración tal y como han solicitado organizaciones no gubernamentales, como Oxfam, así como el propio primer ministro haitiano.
Otros, como el primer ministro canadiense, Stephen Harper, han sugerido que parte de la ayuda para la reconstrucción que Haití recibirá de las naciones desarrolladas servirá para el desarrollo de fuentes alternativas de energía, como la eólica.
El objetivo, como expresó la vicepresidenta primera del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, que participó en la Conferencia de Montreal en representación de la Unión Europea (UE) es que el desastre de Haití "no se vuelva a producir nunca más".
Para la comunidad internacional, la crisis haitiana ofrece la oportunidad de desarrollar un nuevo modelo de cooperación cuyas líneas generales están recogidas en la declaración final de la Conferencia de Montreal.
De cara al público de todo el mundo que ha respondido en masa a la crisis humanitaria, los representantes gubernamentales se comprometieron a un nuevo grado de responsabilidad para asegurar que la ayuda destinada a Haití realmente es utilizada para que el país pueda desarrollarse de forma sostenible.
La comunidad internacional también ha repetido que el proceso será dirigido por los propios haitianos que establecerán las prioridades. La coordinación del proceso estará a cargo de las Naciones Unidas.
Los principios filosóficos y las voluntades expresadas por las delegaciones en Montreal tendrán que empezar a tener resultados concretos pronto, tanto para responder a las inmensas necesidades humanitarias sobre el terreno, como a las expectativas del público.
La prueba de fuego se producirá en marzo en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York donde el presidente estadounidense, Barack Obama, organizará la conferencia de donantes con los principales países interesados.
Entonces, organizaciones como Oxfam quieren que las buenas palabras escuchadas en Montreal se traduzcan en realidades, como la eliminación de la deuda haitiana, estimada en unos 1.200 millones de dólares, el apoyo a pequeños empresarios y agricultores o el fortalecimiento de la sociedad civil.
Como señaló De la Vega, la comunidad internacional "tiene una obligación moral" con Haití para que el proceso de reinvención del estado haitiano termine con éxito.
Julio César Rivas
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