Emilio Pérez Touriño (A Coruña, 1948) concede una entrevista sin corbata en su despacho de San Caetano, la sede de la Xunta de Galicia. Ya saben, el escenario es ese recinto de lujo y dispendio amueblado con exclusivas sillas de 3.000 euros. El presidente de la Xunta y candidato a la reelección se acomoda en un sofá blanco que podría figurar en las rebajas de Ikea. Touriño viene de presidir la última reunión del Consello de la Xunta. Acaba de conocerse que esta tarde cerrará en Santiago la campaña de los socialistas junto a Zapatero. En el despacho heredado de Manuel Fraga no se percibe rastro alguno de derroche. A pesar del precio que ha pagado su inquilino en los últimos meses.
«Feijóo se proclamó regenerador de la democracia ante un alcalde imputado»
Usted escogió un eslogan íntimo para su campaña, Quen puidera namorala (Quien pudiera enamorarla, el poema de Álvaro Cunqueiro). A 48 horas de la cita con las urnas, ¿ha logrado conquistar a Galicia?
Creo que falta el flechazo, el hechizo final. Ese punto en el que salta la chispa, la chispa de la movilización y la participación de la gente.
Su socio en el Gobierno, Anxo Quintana, ha denunciado que Galicia ha asistido a la campaña más sucia de la democracia. Usted mismo ha sido objeto de ataques. ¿No ha tardado demasiado en zanjar esas acusaciones?
«El Gobierno bipartito ha dado al país estabilidad y confianza»
La derecha en España, y en Galicia de forma peculiar porque ha gobernado toda la vida, no acaba de asumir que este ya no es su cortijo particular, su finca, que Galicia es de todos y todas, y no se resignan. Feijóo lo dijo cada día en el Parlamento desde su toma de posesión. Desde el primer día ha apostado por la deslegitimación del resultado en las urnas. Están haciendo lo posible y lo imposible, difamando, ensuciando y mintiendo, utilizando una campaña que es la más sucia que se recuerda en Galicia en la democracia. Pero quien es incapaz de hacer una campaña limpia será incapaz de gobernar limpiamente este país. El señor Feijóo es un aprendiz de brujo de las peores costumbres y de las peores licencias que ha tenido la derecha de toda la vida. Es probable que yo haya cometido el error de no haber salido a la calle desde el primer momento para denunciar esa campaña de acoso y derribo. Pero no es menos cierto que confío en la madurez del pueblo gallego. Este es un país en el que nos conocemos todos. Los gallegos saben que nunca en Galicia hubo una Administración más austera y más transparente.
Sin embargo desde algunos sectores se les acusa de que en Galicia anida el germen de un nuevo caciquismo...
Nuestro Gobierno puso en práctica un código de buenas prácticas y buena conducta que impide que en campaña electoral se haga lo que siempre se hizo en campaña electoral en Galicia: poner primeras piedras e inauguraciones. He puesto en marcha un código que impide que con la emigración se haga lo que hizo el PP, que era utilizar el Gobierno de todos para repartir cheques y traerse votos comprados. Es cierto que las culturas afincadas en tantos y tantos años de clientelismo no se modifican probablemente en tres años y medio, pero hemos emprendido esta ruta con firmeza. Y voy a decirlo con claridad. Quien se proclama regenerador de la vida democrática de este país, el señor Feijóo, lo hace desde un mitin en el que le presenta el alcalde de un pueblo, la villa de Tui, que está imputado por cinco delitos urbanísticos y para quién el fiscal pide 20 años de cárcel. Esa es la regeneración de Núñez Feijóo.
Esta ha sido la primera campaña en la que se introduce, y lo ha hecho usted, el debate lingüístico como elemento de confrontación. ¿No tiene la impresión de que esta guerra importa más en Madrid que en Galicia?
En Galicia, con Fraga con mayoría absoluta, aprobamos entre todos una Ley de Normalización que decía lo que quería decir. Y todos lo teníamos claro, hasta ayer, hasta que el PP pasó a la oposición. Y era que lo que había que normalizar era el gallego, que es la lengua que corre riesgo de extinción. ¿Qué ha pasado? Que el PP, que tan sabiamente abrió en España una guerra de las patrias, ahora ha venido aquí a abrir la guerra de las lenguas. Es algo que nunca debería haber hecho.
Sin embargo, todo el mundo interpretó que sus críticas iban dirigidas al BNG...
En ningún caso. No voy a entrar en las interpretaciones. Es cierto que hay una confrontación entre ambos extremos, desde posiciones radicales, que quieren convertir el gallego y el castellano en elementos de separación cuando nunca lo han sido.
Cuando PSOE y BNG firmaron el pacto de gobierno muchos no le dieron ni unos meses de vida...
Es un balance muy positivo. Hemos sido capaces de aprobar cuatro Presupuestos sin confrontación. Hemos sido el Gobierno que ha impulsado más leyes en este país: 53 proyectos de ley. No hemos perdido ni una sola votación. No he tenido que afrontar ni me he visto forzado, ni de cerca ni de lejos, a ninguna remodelación por crisis de gobierno. Este Gobierno, si algo ha dado al país, ha sido estabilidad y confianza.
¿Galicia se siente cómoda en la actual arquitectura del Estado o habría que caminar hacia otro modelo de mayor autogobierno?
Sin duda, nos sentimos razonablemente cómodos. Creo que hay una España plural que su Constitución garantiza y que la hace compatible con una fuerte cohesión. He dicho siempre que la igualdad es el cemento que cohesiona el Estado. Eso no lo debemos poner nunca en cuestión. Queremos mejorar el autogobierno, ampliar nuestras competencias... queremos tener mejor financiación pero sin cuestionar en absoluto el marco constitucional.
¿Galicia es una nación?
Galicia se siente una nación. Pero creo que la nación es un concepto que no viene dado por la Historia. Yo apuesto y he creído siempre en un galleguismo cívico y solidario, en definitiva, en una nación de ciudadanos, y es la ciudadanía, son los derechos de los ciudadanos los que crean ese espacio que definimos como un espacio nacional.
Estamos en plena crisis económica. ¿Fue un error no haber adelantado las elecciones?
En agosto, que es cuando tenía que tomar la decisión, y en su caso haber adelantado las elecciones, hubiera significado recortar la legislatura en casi en un año. En ese momento, Galicia necesitaba un Gobierno estable como el que tenía. Necesitaba aprobar unos Presupuestos para plantarse y luchar contra la crisis, y entendí y sigo entendiendo que he hecho lo que tenía que hacer.
En el mitin de Zapatero en Vigo, el presidente dijo de usted que seguirá los próximos cuatro años y luego ya se verá. ¿Se volverá a presentar en 2013?
Mi horizonte se llama 1 de marzo, que es la prueba decisiva de la irreversibilidad del cambio o la vuelta atrás. Nunca me marco metas a más largo plazo. Lo veremos en su momento.
¿Ve a José Blanco sentado algún día en este despacho?
A José Blanco le veo cada día en Galicia. Somos buenos amigos. Llevamos trabajando juntos un montón de años. Galicia siempre ha podido contar con José Blanco y estoy seguro de que Galicia seguirá contando con él y él con Galicia. Para mí es un gallego de bien que ama su tierra y estoy seguro de que está dispuesto a darlo todo por ella.
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