Este artículo se publicó hace 15 años.
Cuerdas, poleas y esfuerzo humano, la arquitectura invisible del Misteri
El Misteri d'Elx no es sólo ángeles y apóstoles. Todo un entramado de cuerdas, poleas y esfuerzo humano posibilita el descenso de los aparatos aéreos de un Patrimonio de la Humanidad que, sin esa arquitectura invisible, no haría realidad su final: la asunción y coronación de la Virgen María.
Durante la representación del Misteri, los aparatos aéreos desempeñan un papel muy importante, pues son los encargados de hacer bajar del "cielo" de la Basílica de Santa María de Elche los personajes del auto sacramental, como el ángel que desciende con la "magrana", la Santísima Trinidad en la "coronación" y hasta un total de cinco personajes más en el "araceli".
Así, en la arquitectura del Misteri "hay dos partes muy diferenciadas: la plataforma de trabajo, por un lado, y la maquinaria encargada del descenso y elevación de los aparatos por otro", ha explicado hoy a EFE uno de los patronos de la fiesta y encargado del montaje de la maquinaria, Sixto Marco.
La plataforma es un voladizo, una "especie de balcón" que sobresale "en el vacío" sobre la ventana del cimborrio, en la bóveda de la basílica, lo que permite hacer los cambios de aparatos, que los pasajeros suban a éstos y que los propios tramoyistas operen en él.
La maquina es una cabria de dos pilares a la que se la sustituido un tercer pilar por "unas riostras de cuerdas" que van sujetas a la parte trasera de la ventana del cimborrio, ha detallado Marco, quien ha precisado que los dos pilares de madera "confluyen en un vértice, y de éste se suspende una polea".
A su vez, el engranaje de la maquinaria de elevación y descenso dispone de un segundo grupo de poleas para "evitar dañar unas vidrieras del cimborrio" y, además, de un sistema de tornos dobles situados en el techo de la Basílica al aire libre, que "permiten simultanear dos de los tres aparatos del Misteri, el de la coronación y el araceli".
Así, una maroma de cáñamo -tipo de cuerda gruesa- es la encargada de transmitir el movimiento desde los tornos al aparato para que pueda descender y elevarse a través de los cerca de 25 metros que separan la plataforma del cimborrio del cadalso situado en el interior del templo.
"Todo es accionado manualmente. Siempre ha sido manual", ha destacado Marco, quien ha explicado que esta disposición del torno fue modificada en 1760 por el arquitecto que hizo el traslado de la representación del Misteri de la nave de la Basílica a la zona del cimborrio.
El arquitecto de ese momento, Marcos Evangelio, decidió trasladar la representación a consecuencia de unas modificaciones que tuvo que hacer en la Basílica, por lo que, al querer recubrir la nave de teja, tuvo que sugerir el cambio del Misteri "a lo alto de la media naranja".
Hasta 1760, para accionar el torno habían 20 personas, ha rememorado el patrono del Misteri, quien ha añadido que, con el cambio, "Marcos Evangelio permite, y así se jacta en sus documentos, que dos personas con su máquina hagan la labor que desempeñaban veinte".
"Esto demuestra que a lo largo del tiempo se han ido incorporando mejoras tecnológicas", ha remarcado Marco.
Con todo, la maquinaria soporta, en el momento de máximo peso, un total de 1.800 kilos repartidos los aparatos del "araceli" (600 kilos) y la "coronación" (300 kilos), a los que se le suman 900 kilogramos más de tensión de las cuerdas.
"La magrana es el aparato más ligero, de un peso aproximado de 200 kilos", ha concretado Marco, quien, tras realizar este año unos estudios al componente de la maroma, ha comprobado que este tipo de cuerda puede llegar a soportar "hasta 30 toneladas".
Respecto a la seguridad del montaje, cada vez que se instala uno de los tres aparatos "se hace una revisión tanto del anclaje como de su estado". Una revisión a la que se le unen múltiples sistemas de seguridad para los tramoyistas como "arneses o red de seguridad".
"El sistema en su conjunto está sobredimensionado para el esfuerzo que tienen que realizar los tramoyistas", según Marco, para quien "no se escatima" en seguridad de los ángeles y la Virgen, que año tras año descenderán del "cielo" de la Basílica para admiración de todos los espectadores.
Por Antoni Josep Cerdà
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