Este artículo se publicó hace 4 años.
Cristina Almeida, sobre la renta básica: "Aquí o nos salvamos todos o no se salva ni Dios"
Cristina Almeida concede esta entrevista desde su confinamiento en soledad en Madrid. Tiene 75 años y se confiesa más preocupada por otros que por sí misma y desde ahí, con toda su biografía presente, analiza la situación y las posibles salidas.
Madrid--Actualizado a
Cristina Almeida ha sido y es muchas cosas. Fue una de las abogadas que podía haber estado en Atocha 55, cuando un comando de ultraderecha asesinó a tiros a cinco letrados en 1977. Se salvó por casualidad, estaba de viaje. Entonces ya llevaba años defendiendo los derechos de los trabajadores y de los presos políticos, desde que se licenció en 1966.
También fue la hija de un político falangista que vio como a su pequeña la aplaudía el Tribunal Supremo por más de un escrito, siempre de izquierdas, y la mujer que quiso divorciarse cuando llegó en su seiscientos a una ciudad de provincias a defender a un preso y el policía le preguntó, al ver su documentación de recién casada, si traía el permiso de su marido para viajar.
Después, fue concejal del mítico ayuntamiento de Madrid de Tierno Galván y diputada y senadora y también expulsada, tanto del Partido Comunista como de Izquierda Unida. Santiago Carrillo la echó del PC, en 1981, por estar entre los renovadores, y Julio Anguita de Izquierda Unida, en 1997, por querer acercarse más al socialismo. En 1995 fundó un bufete de abogadas feministas desde el que defendió hasta 2010 casos relacionados con violencia de género, violación y aborto. Hasta la llegada del confinamiento no paraba de dar conferencias y asistir a encuentros, de participar en tertulias de televisión, de escribir artículos y comunicados y de escuchar y responder a todo el que la llamaba, a pesar de declararse jubilada desde hace una década.
Esta vez la he llamado yo para Público y lo primero ha sido ponernos al día. Nos conocemos de tertulias de televisión y, si la conoces –por poco que sea– y tienes algo de conciencia, es imposible no admirarla y, en mi caso, quererla.
Cristina tiene 75 años, pero no deja que se le hable de usted porque no se siente "vieja" y me cuenta que está confinada sola en su casa de Madrid, "como siempre, en soledad en mi compañía". Se divorció dos veces y hace mucho que vive en el adosado pegado al de una amiga de hace sesenta años. Conoció a Manuela Carmena cuando entraron juntas en la universidad en 1961 y ahora, aunque mantienen "la distancia de seguridad", "nos pasamos alguna comidita", me comenta. "Hoy", confiesa, "Manuela me ha pasado un platito de paella, que estaba buenísima". Además, cuenta con su familia, de seis hermanos y muchos sobrinos, que son "una banda" y reconoce que, entre ellos y las amistades, no se siente nada sola en este aislamiento.
También dice que no se aburre: "Nunca ha sabido cómo hacerlo, a mí todo me parece bien y todo me entretiene", reconoce. Confiesa también que tiene "la casa como los chorros del oro" y que se acaba de hacer unas cortinas para su dormitorio, con una tela que había comprado para eso, hacía unos meses.
"Soy más apañá que ná: lo mismo hago un recurso al Tribunal Constitucional que me hago un traje, como hacía antes, que no había tallas grandes", me cuenta entre risas.
Lo de cocinar lo lleva peor. "Yo he cocinado para toda la familia de los presos políticos cuando venían a mi casa y hacía comida para veinte. Casi no sé cocinar para uno. Si hago albóndigas, que he comprado un poco de carne picada, haré para siete días, porque para un día no me compensa" y me la imagino pasándole a su amiga un platito por la ventana. También me cuenta que no ha salido de casa "para nada"; que compra por internet y se lo traen "con todas las medidas de seguridad".
Cristina ¿Cómo te manejas con el miedo?
La verdad es que nos está rodeando; Baltasar [Garzón] está enfermo. Puede ser cualquiera. Aunque yo, la verdad, es que no tengo miedo porque yo estoy cumpliendo las órdenes y, si viene… Mira a mí me ha gustado más pensar en vivir hasta el último día como estoy haciendo que pensar en que me voy a morir. Por lo tanto, no tengo miedo a la muerte. Me da más miedo no vivir la vida pensando en la muerte. Porque, cuando te mueres se te acaba todo lo que has vivido, pero lo que has vivido no te lo quita nadie y por eso aprovecho hasta el último día para vivir. Siempre digo: lo mejor todavía no me ha pasado. Y ya está. No sabemos qué será lo mejor, porque todavía no sé cuándo me moriré. Y ni siquiera si me voy a enterar, a lo mejor.
¿Y quiénes te preocupan ahora?
Siempre lo que me ha preocupado ha sido la desigualdad. Así que ahora la gran preocupación es ésa. Lo que me preocupa es que de ésta salgamos todos, pero en el mismo nivel y no con más desigualdad, como se han solucionado aquí las crisis económicas. Se multiplicaron los millonarios y se hundió la clase trabajadora y la clase media.
Y luego, lo de los mayores. Yo estuve con mi madre hasta el final; iba a cumplir 100 años. Me imagino que ella hubiera estado en un sitio de ésos y que yo no hubiera podido verla, cuando yo pude estar agarrándole la mano y acariciándola y sabiendo que estaba rodeada de cariño. Entonces, me da una impresión tremenda. Que haya habido gente que metió a sus mayores en residencias para salvarles de la cotidianidad, porque no tenían tiempo ni sitio en sus casas y les pillaron las privatizaciones, las externalizaciones, el abandono y ahora encima esto: que lo mismo los han puesto en peligro. Y ahora que podrían cuidarles, que tienen tiempo para ello; ahora no los pueden tener porque no pueden acceder a ellos. Me preocupa muchísimo. Me duele tanto que me duele cada uno que cae en una residencia de ancianos. Y aquí, en el Palacio del Hielo, al lado de mi casa, ¿cuántos estarán esperando para que les entierren? ¡Hay que esperar hasta para morirse! Es tremendo. No me escapo del dolor ajeno nunca.
A los viejos se les ha hecho lo peor siempre, que es hacerles olvidar su memoria. Yo, que estoy muy metida en la memoria histórica, creo que se les valora menos porque se les ha obligado a olvidar. Tenemos que aprender que no son una carga sino un valor. Mi memoria enriquece la actualidad de mi vida. Ojalá cuando pase esto les valoremos en serio.
Y del aplauso de las ocho de cada día, ¿qué me dices? ¿Sales? ¿Lo oyes desde tu casa?
Sí, salimos las dos, Manuela y yo, manteniendo las medidas de seguridad, a dos metros, pero salimos juntas todos los días desde el jardín o desde la ventana, si llueve. Y como son unos chalecitos, se oye menos pero se oye. Son casitas individuales, que había aquí ya antes de que el barrio se llamara Chamartín.
Y sobre lo de los balcones lo que creo es que este virus está sacando las mejores cosas, también. Antes la gente no sabía cómo se llamaban los vecinos, ahora sí y se preocupan unos por otros y los niños están viendo eso, y que pueden jugar con otros niños… Me parece una impresión tremenda de bonita.
Ojalá sirva para que salgamos a una sociedad mejor que la que nos hizo entrar en casa.
¿Cómo ves la crisis global que ha impuesto el virus?
Pues es que hasta ahora habíamos hecho de la globalización una globalización solo de intereses, no una globalización de preocupaciones. Y parecía que solo los poderes fácticos eran los que dirigían el mundo. Y creo que la naturaleza se ha rebelado. De repente, a través de esto, nos está llegando a todos otra concepción de lo que son las guerras. Las guerras las organizábamos con una desigualdad tremenda y para hundir, en general, a los pueblos. Y ahora la guerra nos la ha planteado la naturaleza, a través de un virus o a través de otras cosas, que tienen mucho que ver con el cambio climático y con la incapacidad de analizar y arreglar los problemas de los ciudadanos y no solo los problemas de los poderes. Y con todo esto, creo que la globalización está llegando a todos los ciudadanos, a saber que todos estamos expuestos a las mismas cosas, estemos donde estemos. Y si los gobiernos, incluido Boris Johnson o Trump, que finalmente han tenido que ceder, se ponen a cuidar más de sus ciudadanos, serán gobiernos de una democracia mejor, más progresista, más justa, más de valores, que la mera formal que se tiene hoy, como concepción de la democracia.
Yo creo que hoy hay unas concepciones de la vida distintas y que, aunque hay quien diga que no existe ni la izquierda ni la derecha, existen. Y existen intereses progresistas, culturales y solidarios y existen intereses económicos exclusivos y de minorías. Y a mí me parece que todo esto va a dar origen a una nueva revalorización del sistema del bienestar, que ganamos después de la segunda guerra mundial, que ganaron los trabajadores, por, precisamente, asumir el valor que habían demostrado en la resistencia y en la guerra. Creo que estamos más amparados en esta crisis de lo que podíamos haber estado, si no se hubiera ganado lo que ganaron y consiguieron aquellos trabajadores hace más de 70 años.
Ya que me hablas de izquierdas y de derechas y de historia: ahora que se está buceando en los datos de gasto público en sanidad, nos encontramos con que hay diferencias notables de gasto medio por habitante entre Andalucía y Asturias, o entre ambas y País Vasco, o entre Extremadura y Navarra, diferencias de 500 euros. Es decir, que hay comunidades autónomas, tradicionalmente gobernadas por la izquierda, que han gastado menos en sanidad pública que comunidades gobernadas tradicionalmente por la derecha. ¿Qué nos dices de eso?
Claro. Por el reparto de la industria. Andalucía y Extremadura, que son de las comunidades más grandes, son de las menos industrializadas. Han vivido del campo. Y ahora fíjate, son la base, son los que están ahora mismo teniendo que incrementar la producción para poder servir a la gente y a lo mejor eso empieza a cambiar el PIB de Andalucía y de Extremadura. Pero es que la industria alimenticia o el campo ha sido menos valorados que la industria por arriba.
No es que quiera defender que no se hayan hecho cosas. Es que, mira, yo soy extremeña y Extremadura claro que ganó con su autonomía, pero con eso no iba a sacar de dónde no había. Y creo que, con todas la diferencias que hay entre comunidades, quizás, con esto que nos está pasando, avancemos más para que sean complementarias en las necesidades de los ciudadanos.
Cristina, ¿el Gobierno de coalición está haciendo suficiente?
Está haciendo mucho más que lo que me imaginaba que se podía hacer. Es verdad que faltarán muchas cosas. Falta material sanitario. Es verdad. Se está a la caza y captura de material por todo el mundo. Pero sí que creo que se están tomando medidas que en este país no se habían visto. Y, por lo tanto, seguro que no se está haciendo lo suficiente, seguro que no, y seguro que se podía haber hecho antes y siempre hay adivinos que lo adivinan todo. Pero es que las cosas, cuando pueden pasar, no se ven hasta que pasan. Y, cuando lo vemos todos, es cuando a todo el mundo se le ocurre lo que podíamos haber hecho y no hemos hecho. Pero yo me siento protegida y no me siento protegida siempre. Mira, me siento menos protegida siendo de la Comunidad de Madrid que siendo parte de la ciudadanía del Estado español.
Ese titular me lo tienes que explicar ¿por qué?
Porque cuando alguien quiere echar las culpas de nuestra propia situación a otros que están en la misma situación, me parece que es un mal negocio para poder solucionar los problemas. Y aquí, en Madrid, en vez de estar ilusionando a los ciudadanos con que estamos todos a la misma finalidad, se sale diciendo incluso mentiras. Porque se están diciendo mentiras. Yo de remar se. Y cuando se dice vamos todos a remar, se puede remar de muchas maneras pero si no se hace a la par, no avanzas ni retrocedes, te quedas parado. Y yo creo que aquí se habla mucho con la boca pero, con el remo, se rema para el lado contrario. Y me preocupa que estén en las peleas y no en solucionar, me parece muy triste y que es ignorar su obligación.
¿Para ti qué supuso la coalición?
Pues, fíjate. Yo ya la viví, gobernando en Madrid con Tierno Galván, después de la muerte de Franco, en una coalición inaudita de socialistas y comunistas, que no éramos dos gobiernos, que éramos gente de distintos sitios de la izquierda, gobernando una ciudad para todos y todavía se acuerdan. Hicimos época. Como también se acordarán del ayuntamiento de Manuela Carmena aunque durase menos tiempo. Yo he creído en la unidad siempre.
Después, Almunia me pidió que me presentara con ellos a la Comunidad de Madrid. Me tuve que enfrentar con Gallardón y tuvimos que esperar porque no te creas que los resultados estaban claros. Estuvo reñido hasta las tantas de la noche. Al final ganó Gallardón pero a la siguiente ganó la izquierda, cuando se produjo el tamayazo. No podemos olvidar lo que hemos tenido en Madrid. De anexiones con la ultraderecha para quitar siempre el poder a la izquierda y de los fallos de la propia izquierda para no conseguir una unidad que sea creíble y no una unidad coyuntural.
Pero, Cristina, tú has sabido mucho de unidad pero también de ruptura. Conseguiste que te echaran Santiago Carrillo y Julio Anguita.
Mira, luego me dijo Carrillo "me arrepiento, me confundí contigo". Y yo le dije no, tú de lo que tienes que arrepentirte es de querer siempre a la disidencia fuera y no aprovechar todos esos valores como una forma natural de tener una formación política. Yo no siento que me echen. Es que mandan más y te pueden echar, pero no porque tengan más razón sino porque tienen más poder. A mí me pueden quitar los carnets pero no me quitan las ideas y yo siempre he tenido las mismas. Yo lo único que puedo aportar son mis creencias y las he aportado siempre y no me he callado nunca. Si no les han gustado, pues me echan porque mandan y si no, pues sigo estando y diciéndolas. Yo se las sigo diciendo a la sociedad siempre que puedo.
¿En Unidas Podemos han pecado de lo mismo? ¿Se ha echado a todos los disidentes?
Pues, también. Mira, me acuerdo de cuando se iba a hacer el Vistalegre II que, como Pablo Iglesias me había hecho alguna entrevista en su programa “La Tuerca” y tal, le mandaba algún whatsap. Y le escribí por ahí: no vayas a convertir Vistalegre en un Vistatriste. Porque cuando uno empieza a quitarse de en medio a la gente, va reduciendo ilusión. No va reduciendo personas, reduce ilusión.
"A los viejos se les valora menos porque se les ha obligado a olvidar"
Por ejemplo, en las últimas elecciones, el no haber querido hacer el mismo proyecto en la Comunidad de Madrid, –aunque lo hiciera mal Errejón, pero era el candidato que tenía Unidas Podemos–. Si se hubiera apoyado a todo el mundo hoy no estaríamos en la situación que estamos, por Errejón y por Pablo Iglesias y por Manuela, igual. No creo que la desunión haya favorecido nunca. Que se pongan a cepillarse gente porque son más y no porque sean distintos, me parece que merma la ilusión de la gente.
Y eso luego se mide en votos, ¿no?
Claro, se mide en votos, en rencillas, en venganzas y son valores que no me parecen democráticos sino tristes y, por lo tanto, yo voy más contenta en la unidad, aunque sea en la diversidad que en el pensamiento mayoritario –no voy a decir único– en contra de otras salidas minoritarias, que también tienen su poder.
¿Está Pablo Iglesias desdibujado en esta crisis?
Pues es que todo se critica. Yo creo que su figura no estaría desvalorizada si de verdad se sintiera que éste es un Gobierno de unidad, de coalición pero de unidad de sentimiento en un Gobierno y, por lo tanto, todo lo que se desprestigie al Gobierno se desprestigia todo.
¿Se está llevando a cabo un rescate social a medias?
Lo que pasa es que es el momento de todo. Hay que hacer todo lo que no se ha hecho en cuarenta años, en muchos sitios, y lo estamos viendo. ¿Cuándo se habían hecho ayudas para los pequeños empresarios, para los hipotecados, para los inquilinos, los ertes en vez de los eres? Pero todo tiene un mismo cauce. Falta mucho más: la renta básica, las pensiones mínimas, reconocer los trabajos no remunerados… Y todos esos problemas se pueden solucionar con la renta básica, mínimamente. Aquí o nos salvamos todos o no se salva ni dios. El virus puede sacar lo mejor de nosotros y de nuestros gobernantes.
Y ya que sacas el tema, ¿qué te parece la renta básica garantizada?
Me parece esencial. No se puede estar en una sociedad donde haya gente que no tenga nada para vivir. Me parece que la renta mínima es lo que va a terminar poco a poco con la desigualdad. Porque tener poco, pero tener algo, va a hacerte sentir que no estás fuera de la sociedad y entonces vas a aportar más. Me parece fundamental porque puede cambiar la visión de la sociedad, si todos piensan que están bajo la protección del Estado y no que el Estado solo protege a los que cotizan o a los que están remunerados y no a los que no den nada porque no tienen nada, que los deja tirados… El Estado está para proteger a los más débiles y a los más vulnerables, por tanto la renta básica me parece fundamental y vital y como un acto de reconocimiento social del derecho de cada ciudadano a tener una mínima dignidad.
¿Y no es verdad que no ha habido mejor momento para esta renta, que ahora ya no hay excusa?
Claro, yo lo creo. De la última crisis económica salimos con reformas contra los trabajadores, con la reforma laboral, con que se multipliquen los millonarios por cientos y se hundan los trabajadores por mil. Ésa es una forma de salir de la crisis. Espero que no sea la forma de salir del Coronavirus y ya lo estamos viendo.
Cristina, ¿crees que después de esto la marea blanca será imparable?
Yo lo que espero es que después de esto no haga falta otra marea blanca. Porque esto que se está planteando es lo que reclamaban todas las mareas blancas. Que están recuperando a todos esos médicos jubilados por un decreto, por un email, con 65 años, perdiendo un valor incalculable.
Y sobre las alas de hospitales vacías, habitaciones equipadas sin uso, ¿qué hacemos con eso?
Eso es fruto de lo que estaba pasando y están montando el Ifema. Que abran primero todas las posibilidades dentro de los hospitales, que requisen todas esas habitaciones en hospitales públicos o privados, que los privados muchos se han hecho con dinero público, que se lo digan a Esperanza Aguirre. Me parece que los fiscales que ya están investigando las responsabilidades en las residencias de mayores deberían hacer lo mismo con aquellos que mantienen, en momentos así, habitaciones vacías y no aprovechan todos los recursos a favor de la ciudadanía.
Y hablemos de las mujeres maltratadas que están confinadas con su maltratador, ¿qué hacemos para ayudarlas?
"Ojalá sirva para que salgamos a una sociedad mejor que la que nos hizo entrar en casa"
Pues decirles que piensen en la vida, en lo que les queda por vivir, no en el presente sino en el futuro. Tienen que hacer lo posible por salir de eso sin ponerse en peligro. Yo tampoco les exijo que sean heroínas para no hacer de esta situación un peligro aún mayor. No les voy a decir que se pongan a denunciar, ni que se lo digan ahora al marido porque están indefensas. Pero que busquen aliados, que no lo escondan, sino que ahora que hay tanta solidaridad decirle a los vecinos, a los balcones, que saquen también a estas mujeres. Tenemos que hacer un esfuerzo por sacar los problemas a la luz, no ignorarlos. No se puede mirar para otro lado. No es una cosa de la familia, es una cosa de la sociedad, de la desigualdad entre hombres y mujeres, de la ligazón de los afectos, de la dependencia, no solo afectiva sino social, y que, por lo tanto, tenemos que ayudar para que nadie pase este aislamiento de una forma tan terrible como es con su maltratador. Que tengan el apoyo de los vecinos. Vivimos una época de aislamiento físico, pero que no debe ser de aislamiento moral.
¿Cómo sería salir bien de esto?
Salir todos y todas en el nivel de protección que necesitamos del Estado. Yo, la verdad, es que lo que quiero es desear eso, antes de salir yo, que salga toda la gente. Para eso sí me sirve la vejez, yo ya no tengo hipoteca, tengo la vida hecha y no me importa nada, pero sí me importa lo que le pase a los demás. Por lo tanto, ése va a ser mi baremo. Todo esto no tiene que desanimarnos; tiene que servir para saber dónde está la verdad de las cosas y de los sentimientos.
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