Este artículo se publicó hace 17 años.
Colaborar con Picasso fue un "espaldarazo" para Julio González, según Llorens
La colaboración artística que mantuvieron durante varios años Pablo Picasso y Julio González supuso para el segundo "un empujón y un espaldarazo moral", aunque no se produjeron influencias significativas en la poética y la técnica de ambos, según el historiador del arte Tomás Llorens.
El artista malagueño y el barcelonés se conocieron en su juventud, a principios del siglo XX, en Barcelona, y siguieron trayectorias divergentes hasta 1928, ha explicado hoy a los periodistas Llorens, que ofrece esta tarde una conferencia sobre la relación artística entre Picasso y González en el Museo Picasso de Málaga.
Ese año, Picasso recibió el encargo de diseñar un monumento al poeta Apollinaire, y al decidir crearlo en hierro, con el que le faltaba "dominio técnico", se acordó de su "amigo de juventud", González, con el que colaboró para ello durante más de dos años.
Aunque el monumento no se llegó a realizar, en ese periodo crearon cinco esculturas preparatorias en las que "el concepto era de Picasso y González actuaba como ejecutor técnico", y la colaboración entre ambos finalizó en 1932.
Llorens, que dirigió el Museo Reina Sofía entre 1988 y 1990, ha apuntado que González "ha entrado en la historiografía del arte del siglo XX como el creador de la escultura moderna en hierro", como le calificó el escultor estadounidense David Smith tras su exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1955.
Sin embargo, en los años 80, Werner Spiess, autor del catálogo razonado de la escultura de Picasso, atribuyó a éste ese papel, porque cuando se dijo que González era el creador de la escultura moderna, las obras del malagueño en esta disciplina eran desconocidas, al haberlas guardado en sus talleres y no haberlas difundido.
Según Llorens, en la personalidad artística de Picasso y González hay "contrastes fuertes y marcados", pero ambos "son artistas del mismo tiempo, que se formaron en Barcelona en el momento de la llamada segunda generación modernista".
En los años 30, después de su colaboración, González optó por una escultura "muy aérea y gótica, llena de ligereza y espiritualidad y con toques de fantasía y humor", mientras que Picasso fue "mucho más trágico", se encaminó hacia un "primitivismo" y creó "esculturas que jugaban con lo informe", ha apuntado este experto.EFE
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