Este artículo se publicó hace 15 años.
"Cebras" invaden la principal ciudad de Bolivia
Luis Ángel Andrade ha vuelto a las calles de La Paz, pero ya no a pedir limosnas ni lustrar zapatos.
Junto a otros 70 ex niños bolivianos sin hogar, Andrade se disfraza de cebra y, parado en las intersecciones de La Paz, enseña a los conductores a respetar a los peatones como parte de un programa social de la alcaldía de la ciudad.
El proyecto "Cebras" pretende aliviar el caos de tráfico en las angostas calles de la sede del Gobierno boliviano y ofrecer un lugar en la sociedad a los niños de la calle.
"Comía en la calle, dormía en la calle, mi único sustento era mi caja de lustrabotas", cuenta Andrade, de 17 años, que participa en el programa de educación vial desde 2007.
Hoy, sin embargo, vive junto a otros adolescentes de su edad en un albergue de la Fundación La Paz.
De lunes a viernes se levanta a las seis de la mañana para estar una hora después y vestido de cebra ayudando a organizar el tráfico, a menudo caótico y que produce embotellamientos en las estrechas calles de esta ciudad fundada por los españoles a mediados del siglo XVI.
"En los dos años que soy cebra he visto cambios. Los conductores, no todos, aprenden a respetar al peatón. Es como si vos hubieras hecho algo por alguien pero, en este caso, es por una ciudad", contó.
El joven dijo que le gustaría que llevasen el proyecto a las nueve capitales departamentales de Bolivia.
De hecho, el Gobierno tiene previsto extenderlo a Sucre, la capital.
¿CEBRAS?
Kathia Salazar, responsable del proyecto en La Paz, dice que el programa ha reforzado la autoestima de los niños de la calle.
"Las cebras se han ganado el cariño de la población. Hoy (los jóvenes) tienen orgullo de ser cebritas", dijo a Reuters.
La policía dice que falta educación vial en Bolivia, donde hay chóferes que ni siquiera saben el significado de las rayas blancas de un paso de peatones.
"Una vez quisieron pegarme, porque pensaron que les estaba jugando una broma", recordó Andrade, aludiendo a su traje de cebra.
El trabajo puede ser peligroso. A fines del año pasado una joven cebra sufrió heridas al ser atropellada por un minibus en la convulsionada ciudad de El Alto, a 12 kilómetros de La Paz.
CEBRAS Y POLICÍAS
Antes de ser admitidos como "cebras", los jóvenes de entre 16 y 22 años deben cursar un taller de educación vial durante un mes.
Como regalo de graduación reciben un traje a rayas de tela sintética y una enorme cabeza de espuma.
Salazar, la directora del programa, usa su experiencia como bailarina para enseñarle a sus "cebras" técnicas de expresión corporal que luego utilizan para comunicar su mensaje.
La policía se ha ido acostumbrando a ellos desde que apareció la primera cebra en las calles de La Paz.
"Antes uno podía pensar que eran como intrusos, que te quitaban protagonismo, pero ahora hemos formado un equipo", dijo Lily Sanjinez, una policía de tráfico.
A pocos metros de allí, al otro lado de la avenida, una "cebra" se agarra las orejas y golpea su enorme cabeza contra el capó de un vehículo que ha invadido el cruce peatonal.
La persona dentro del traje es la joven Jovana Niachoca, quien asegura que con el tiempo, peatones, conductores y hasta policías le han tomado respeto.
"Mi hija me pide que la traiga al colegio por las avenidas donde están las cebritas", contó Beatriz Lozano, una transeúnte ocasional.
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