Este artículo se publicó hace 15 años.
Las canteras nacionales juegan el cruce de las maldiciones
Veintiséis años de idilio entre la Asociación de Clubes y la Copa del Rey han acuñado las exitosas peculiaridades que han convertido el torneo copero en un fenómeno deportivo, en una fórmula de espectáculo seguro porque todo contribuye a elevar la pasión, aunque al MMT Estudiantes y al DKV Joventut les han caído encima los dos peores axiomas posibles para afrontar la competición.
De todas las virtudes que engalanan la era moderna de la Copa del Rey, un par de ellas han pesado como losas sobre todos aquellos equipos que las han vivido en directo: la primera, que el anfitrión no gana el título salvo en excepcionales ocasiones -dos veces en las veinticinco ediciones previas organizadas por la ACB-; y, la segunda, que el campeón tampoco suele repetir triunfo -únicamente el Barcelona lo ha conseguido al enlazar los campeonatos de 1987 y 1988-.
Pues bien, el MMT Estudiantes y el DKV Joventut, que disputan el último cruce de los cuartos de final el viernes a partir de las nueve y media de la noche (TVE), se reparten esas dos grandes maldiciones. Comparten una filosofía muy parecida y, ahora, comparten los dos peores augurios de la Copa.
El Estudiantes se ha clasificado en calidad de organizador, una prebenda que ha favorecido a los clubes de las ciudades sede -el Real Madrid ha accedido a la fase final por su posición en la tabla liguera-, luego acarrea la maldición del anfitrión. Los dos únicos equipos que han levantado el trofeo en casa son el Zaragoza (1984) y el Tau Vitoria (2001)-.
El DKV Joventut disfrutó las mieles de la victoria el año pasado en Vitoria. Se llevó para Badalona hasta el galardón para el Jugador Más Valioso (MVP), que recayó en Ricky Rubio. Pero, ahora, afronta una misión que sólo el Barcelona ha cumplido. Y de eso hace ya veintiún años, desde que arrampló las ediciones de Tenerife'87 y Valladolid'08 ante, precisamente, el Joventut y, en segundo término, el Madrid.
Ahora bien, al margen de compartir el mismo código ideológico -fundamentado en la cantera y la formación de personas como objetivo básico del baloncesto- y de repartirse como buenos hermanos los peores vaticinios coperos, la actualidad de ambos conjuntos dista muchas leguas.
El cuadro verdinegro, que llevará a las gradas del Palacio de los Deportes a todos los ojeadores de la NBA desplazados a Madrid -trece franquicias- para seguir cada pestañeo de Ricky Rubio, la perla de las perlas, es el defensor del título y ocupa una posición privilegiada en la tabla.
Ha sabido relevar a Aíto García Reneses con un técnico que calca la idea de cantera y de promoción de los valores propios (Sito Alonso) y marcha en los puestos de privilegio de la Liga ACB. Además, ha aterrizado en Madrid amparado en dos buenos resultados ante el Cajasol y el Granada en los últimos compromisos ligueros.
En el Estudiantes corren tiempos menos favorables. El conjunto colegial, que la temporada pasada eludió el descenso en la última jornada de la primera fase, ha corregido el rumbo de la mano del manchego Luis Casimiro, pero es decimotercero y nadie apuesta por él. Atención: es el mejor de los escenarios para el espíritu combativo de los colegiales.
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